Ejemplos con oficina

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al salir del ascensor, la inglesa se dirigió con paso rápido a la oficina donde estaba pluma en mano el cajero del hotel.
Y para mí, al nombre de Pereda van unidos inseparablemente, no , en las barricadas ni en la oficina de un gobierno político, sino , en su perpetua lucha con los curiales, heredada de tres generaciones, , trincando la estopa y sosteniendo batalla campal con y los de su cuadrilla, a la sombra veneranda del castillo de San Felipe, , examinando gravemente la estampa de y de , tejiendo su red o consolando a las mujeres en la grande del Muelle, , marcados pecho y espalda por la garra de los osos inmolados en sus cacerías.
Pero, hundido en aquella penumbrosa covacha, oficina en donde se destilaban y clarificaban los enigmas del pensamiento y de la existencia, de continuo a horcajadas sobre su torno de montar, que era Clavileño y era Pegaso, Belarmino se eximía de la gravitación y esclavitud de la materia, volaba libremente por los espacios fantásticos, se cernía en las esferas uranias, contemplaba el diccionarioes decir, el mundodesde perspectivas tan remotas, que acaso se mareaba y se le ponía la carne de gallina.
Podían besarse La imponente señora, para facilitar sus expansiones, iba a salir, alegando un pretexto insignificante, cuando se levantó el cortinaje de la puerta que comunicaba el salón con la oficina.
La primera pieza era realmente una oficina, un despacho de comerciante, con casillero para los papeles, mapas, caja de caudales y varias mesas.
La doctora se alojaba en una oficina ¡Cómo hubiera llegado él a encontrarla!.
Tenía la certeza de que, transcurridos dos meses, le vería aparecer de nuevo viniendo del otro lado de la tierra, cargado de regalos exóticos, lo mismo que un marido que vuelve de la oficina con un ramo comprado en la calle.
Para él, equivalía esto a ser empleado en una oficina flotante, visitando los mismos puertos, repitiendo invariablemente iguales trabajos.
Además, podía poseer igualmente el estudio notarial, oficina polvorienta, de muebles vetustos y grandes armarios con puertas alambradas y cortinillas verdes, tras de las cuales dormían los volúmenes del protocolo envueltos en becerro amarillento, con iniciales y números en los lomos.
Vengo, como le he dicho a usted, de la oficina de telégrafoscontestó él evasivamente.
Tarifas, mapas y anuncios, pendientes de las paredes, prestaban al lugar no sé qué perfiles de oficina.
El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas.
¡Qué abandono, Gabriel! ¡Si lo vieras! Esto parece una oficina como esas de Madrid adonde va la gente a cobrar y echa a correr en seguida.
Imagina, sin que nadie se lo quite de la cabeza, por no conocer sin duda lo de tiempo que se gasta, lo de papel que se embadurna y lo de afanes que se producen con nuestro complicado expedienteo, que las horas de oficina transcurren en amenas pláticas, fumando los oficinistas exquisitos puros y regalándose con frecuentes piscolabis.
Con tales imaginaciones ¿cómo irá nadie con gusto a cavar en el tajo y cómo no ha de querer convertir el tajo en un remedo de la soñada, deliciosa y sibarítica oficina? Resulta de todo ello que como el diputado da empleos a los más activos, ágiles y despejados, quienes naturalmente emigran del distrito, sólo quedan en él los más tontos, torpes y para poco, y éstos, agraviados, lastimados en su amor propio, o desanimados y con poquísimas ganas de trabajar.
Enrique, así se llamaba, salía de aquella casa por su gusto, para mejorar de empleo, para ir a desempeñar otro muy codiciado, en no se qué oficina administrativa.
Atravesaron la oficina, donde media docena de pobres diablos plumeaban encorvados, levantando la cabeza para lanzar a Tónica una mirada rápida.
Los nuevos clientes de don Ramón atravesaron la oficina tan conmovidos como el otro.
El sol, que había madrugado mucho más que yo, llevaba ya hora y cuarto de trabajar en su oficina.
Que me lleven el café a la oficina dijo en voz alta, mirando el reloj y haciendo un gesto, por el cual los circunstantes podrían comprender, sin necesidad de más explicaciones, el cataclismo que iba a ocurrir en la Hacienda si D.
Decidido a hablar con Juan Pablo, fue a verle una mañana al café de Madrid, donde tenía un rato de tertulia antes de entrar en la oficina, pues al fin ¡miseria humana!, hubo de aceptar la credencialeja de doce mil que le había dado Villalonga, por recomendación del mismo Feijoo.
¡Y quién me había de decir a mí que le haría ascos a la comida, yo que jamás le he preguntado a ningún plato por sus intenciones! El estómago se me quiere jubilar antes que lo demás del cuerpo, y ya debes suponer que faltando el jefe de la oficina En fin, qué le hemos de hacer.
Empleados no se encuentran allí, por estar aquel caserío lejos de toda oficina.
Al mismo tiempo Juan pone una cara muy afligida, y llevándola dentro del portal del Fiel Contraste, le dice: Me he arruinado, chica, y para mantener a mis padres y a mi mujer, estoy trabajando de escribiente en una oficina Pretendo una plaza de cobrador del tranvía.
Entró en el café del Siglo, donde creía encontrar a su hermano, pero Leopoldo Montes le dijo que habiendo aceptado Villalonga la Dirección de Beneficencia y Sanidad, había encargado a Juan Pablo un trabajo delicadísimo y muy enojoso cosa de poner en claro unas cuentas de lazaretos, y me le tenía en la oficina de sol a sol.
El Sábado, a poco de entrar en la oficina, le llamó Villalonga a su despacho.
Solo suplico que advierta vuestra Escelencia que le envío, como quien no dice nada, doce cuentos, que a no haberse labrado en la oficina de mi entendimiento, presumieran ponerse al lado de los mas pintados.
Pero habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma y Plasencia volvió a Milan, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia, ciudad en fin de quien se dice, que puede decir y hacer, haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo, y su maravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humana necesarias.
Fue común opinión que no se habían de encerrar los nuestros en la Goleta, sino esperar en campaña al desembarcadero, y los que esto dicen hablan de lejos y con poca experiencia de casos semejantes, porque si en la Goleta y en el fuerte apenas había siete mil soldados, ¿cómo podía tan poco número, aunque más esforzados fuesen, salir a la campaña y quedar en las fuerzas, contra tanto como era el de los enemigos?, y ¿cómo es posible dejar de perderse fuerza que no es socorrida, y más cuando la cercan enemigos muchos y porfiados, y en su mesma tierra? Pero a muchos les pareció, y así me pareció a mí, que fue particular gracia y merced que el cielo hizo a España en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado la felicísima del invictísimo Carlos Quinto, como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será, que aquellas piedras la sustentaran.
Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.

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