Ejemplos con odiado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mi esposo a la vez es muy odiado porque es un hombre sumamente sincero.
En el siglo XV, la Rocha se había convertido en un edificio odiado y temido por los labradores de la zona.
Esto se entiende que no es un personaje odiado, ni menos fracasado, sino el más desafortunado comparado con el odio que poco a poco se dio a la caricatura, como su representación hacia Capitán Nintendo.
Intentaba hacer creer que era él quien había ido en busca del odiado mallorquín, ensalzaba al como una víctima inocente, pero de un momento a otro le pondría en libertad la justicia, cansada de sus trapacerías y embustes.
Cuando apuntaba al monigote dibujado en el muro, lamentábase de que no fuese un hombre, un enemigo odiado al que necesitase exterminar.
Indudablemente, detrás de los mallorquines nobles y plebeyos venían en orden de consideración los cerdos, los perros, los asnos, los gatos, las ratas y a la cola de todas estas bestias del Señor, el odiado vecino de la calle , el , paria de la isla.
Tal vez enfermase, para que todos en la isla la compadeciesen, y sin embargo, su alegría era inmensa, la alegría de una venganza incubada durante muchos años, viendo a un Febrer, al hijo del hombre odiado, sumido en lo que consideraba la más afrentosa de las deshonras ¡Y él, empujado por las angustias de la ruina, tendría que proporcionarle este placer casándose con la hija de Valls! ¡Ah, miseria!.
¡Todos franceses! Esta unanimidad afectuosa salía también al encuentro del odiado señor del castillo.
¡Ya ardía el odiado cubil! ¡Bilbao despertaba!.
El valentón midió con una mirada al odiado intruso, y le habló con voz melosa, esforzándose por dar a su ferocidad y mala intención un acento de bondadoso consejo.
Paco Luján volvió lentamente la cabeza hasta esconderla entre ambas manos como anonadado, clavóse en ella los agarrotados dedos temblando de rabia, y dos lágrimas, dos lágrimas de esas que rara vez se derraman a los quince años, brotaron de sus ojos y surcaron sus mejillas, la ira las secó al punto, como seca una gota de agua el simúm del desierto Había leído en aquel papel una grosera chocarrería en que se mezclaban el nombre de su madre y encubiertamente el de Jacobo, firmada por el hijo de aquel hombre odiado, el mismo Alfonsito Téllez, el inofensivo Tapón, el como le llamaba el rector del colegio, para expresar al mismo tiempo su sencillez de ángel y su travesura de diablo.
La barraca y la fortuna del odiado intruso alumbrarán tu cadáver mejor que los cirios comprados por la desolada Pepeta, amarillentas lágrimas de luz.
Como animado por tal agresión, todo el corro se lanzó contra el odiado intruso, pero encima de la línea de cabezas empezó a moverse un brazo nervudo empuñando un taburete con asiento de esparto, el mismo tal vez en que estuvo hasta poco antes.
Y las treinta bocas crueles empezaron a reir como si mordieran, no porque encontrasen gran chiste a la cosa, sino por abrumar a la hija del odiado Batiste.
Después salía un lobo a morderla, con un hocico que recordaba vagamente al odiado , y reñían los dos animales a dentelladas, y salía su padre con un garrote, y ella lloraba como si la soltasen en las espaldas los garrotazos que recibía su pobre perro, y así seguía desbarrando su imaginación, pero viendo siempre en las atropelladas escenas de su ensueño al nieto del tío , con sus ojos azules y su cara de muchacha cubierta por un vello rubio, que era el primer asomo de la edad viril.
El odiado novato había sido denunciado por , que era el atandador de la partida o distrito.
Elías Perez, agobiado por la edad y los sinsabores, se acercaba al sepulcro, y su desesperacion no tenía límites al pensar que dejaba célibe a Soledad y que el odiado Venegas podria regresar el dia ménos pensado y darle la mano de esposo.
Pintadas mariposas revolaban de acá para allá, no ménos lindas que las flores en que libaban, y más libres que ellas, miéntras que tímidas alimañas y recelosas aves codiciadas por los cazadores retozaban descuidadamente, áun en el odiado camino de herradura.

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