Ejemplos con obligaciones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para las personas de bien afirmada fe y claro sentido, sean clérigos, sean seglares, huelgan estas obligaciones disciplinarias, lo esencial es el dogma.
No de otra suerte que los amantes, por certificarse del amor recíproco, ponen el amor del otro a prueba, por medio de ordenamientos y exigencias caprichosas, por aquello de que obedecer es amar, así la Iglesia impone a sus fieles algunas obligaciones disciplinarias, por espolear a los tibios a que ejerciten y muestren el amor.
Esas obligaciones, caso de haberlas, me toca reconocerlas a mí.
Al señor de Artegui le debo obligaciones y favoresdijo Lucíaque me obligaban a interesarme en sus penas.
Cuando remate sus obligaciones, tiene de venirse conmigo.
Se juzgaba, pues, como favorecida por Dios, y por lo mismo con más obligaciones que cumplir.
Voy a decirle cuáles son aquí sus obligaciones.
Confórmate, Rorró, y procura cumplir con tus obligaciones, para que si mañana es necesario que te ocupes en algo que te produzca más, no tenga Castro que decir de tí lo que yo le he oído decir de otros muchachos.
No diré que le pago un capital, ni mucho menos, porque el dinero no cae con la lluvia, pero es usted soltero, no tiene usted familia, ni obligaciones.
Rafael estará con sus amigos, y en cuanto a Juanito, le atraen obligaciones ineludibles.
Él, tan metódico y cuidadoso de cumplir sus obligaciones, abandonaba la tienda para ir a la Bolsa en compañía de su principal, o a los lugares donde se reunían sus compañeros de explotación financiera.
Mis obligaciones ¡Ah!, señora, crea usted que tengo el corazón destrozado, y que tardaré en consolarme de esta pesadumbre La había tomado yo tanto cariño, que a todas horas la tenía en el pensamiento.
Dices bien, una cosa es enamorarse de la muerte, y otra cumplir nuestras obligaciones mientras no llega el momentodijo doña Lupe con naturalidad.
Sus nuevas obligaciones en la botica le llamaban del lado de la química y de la farmacia, y se dedicó a esto con verdadero ardor, deseando aprender.
En vez de rehuir las obligaciones de su casa, Fortunata hacía por extenderlas y aumentarlas, conociendo que el trabajo le ayudaba a sostenerse en aquel equilibrio, sin balances de dicha, pero también sin penas, el corazón adormecido y aplanado, como bajó la acción de un bálsamo emoliente.
Cuando le daban tales pruebas de confianza, delegando en ella la autoridad, la mona se crecía, y aguzado su entendimiento por la vanidad, desempeñaba sus obligaciones de un modo intachable.
Después de cumplir una condena, lo que ocurría infaliblemente una vez cada treinta o cuarenta días, la mujer napoleónica estaba cohibida y como avergonzada entre sus compañeras, poniendo toda su atención en las obligaciones, demostrando un celo y obediencia que encantaban a las madres.
Los dos mil duros de doña Lupe crecieron como la espuma en el término de tres años, renovando obligaciones, acumulando intereses y aumentando estos cada año desde dos por ciento mensual, que era el tipo primitivo, a cuatro.
Guillermina, dejando su mantilla y su libro de misa sobre el sofá, desempeñaba junto a Mauricia las obligaciones más penosas del arte de cuidar enfermos, acometiendo con actividad maquinal las faenas más repugnantes, como persona que tiene la obligación y la costumbre de hacerlo.
Leí luego las razones de la cédula, vilas firmes y valederas, y que no podian faltar en la fe que publicaban, y aunque a ellas como a cosa sagrada se acogiera mi esperanza, en cayendo en la cuenta de la sospechosa compañía que Marco Antonio llevaba consigo, daba con todas ellas en el suelo: maltraté mi rostro, arranqué mis cabellos, maldije mi suerte, y lo que mas sentia era no poder hacer estos sacrificios a todas horas, por la forzosa presencia de mi padre: en fin, por acabar de quejarme sin impedimento o por acabar la vida, que es lo mas cierto, determiné dejar la casa de mi padre, y como para poner por obra un mal pensamiento parece que la ocasion facilita y allana todos los inconvenientes, sin temor alguno hurté a un paje de mi padre sus vestidos, y a mi padre mucha cantidad de dineros, y una noche, cubierta con su negra capa, salí de casa, y a pié caminé algunas leguas, y llegué a un lugar que se llama Osuna, y acomodándome en un carro, de allí a dos dias entré en Sevilla, que fué haber entrado en la seguridad posible para no ser hallada, aunque me buscasen: allí compré otros vestidos y una mula, y con unos caballeros que venian a Barcelona con priesa por no perder la comodidad de unas galeras que pasaban a Italia, caminé hasta ayer, que me sucedió lo que ya habréis sabido de los bandoleros que me quitaron cuanto traia, y entre otras cosas la joya que sustentaba mi salud y aliviaba la carga de mis trabajos, que fué la cédula de Marco Antonio, que pensaba con ella pasar a Italia, y hallando Marco Antonio presentársela por testigo de su poca fe, y a mí por abono de mi mucha firmeza, y hacer de suerte que me cumpliese la promesa, pero juntamente con esto he considerado que con facilidad negará las palabras que en un papel están escritas, el que niega las obligaciones que debian estar grabadas en el alma: que claro está, que si él tiene en su compañía a la sin par Teodosia, no ha de querer mirar a la desdichada Leocadia: aunque con todo esto pienso morir, o ponerme en la presencia de los dos, para que mi vista los turbe su sosiego: no piense aquella enemiga de mi descanso gozar tan a poca costa lo que es mio: yo la buscaré, yo la hallaré y yo la quitaré la vida, si puedo.
—¡Válame Dios, y cómo los apretados trabajos turban los entendimientos! Yo, señores, con el deseo que tengo de hacer bien, no he mirado lo que he dicho, porque no es posible que nadie pueda demostrarse liberal de lo ajeno: ¿qué jurisdiccion tengo yo en Leonisa para darla a otro? o ¿cómo puedo ofrecer lo que está tan léjos de ser mio? Leonisa es suya, y tan suya, que a faltarle sus padres, que felices años vivan, ningun opósito tuviera su voluntad, y si se pudieran poner las obligaciones que como discreta debe de pensar que me tiene, desde aquí las borro, las cancelo y doy por ningunas, y así de lo dicho me desdigo, y no doy a Cornelio nada, pues no puedo, solo confirmo la manda de mi hacienda hecha a Leonisa, sin querer otra recompensa sino que tenga por verdaderos mis honestos pensamientos, y que crea dellos que nunca se encaminaron ni miraron a otro punto, que el que pide su incomparable honestidad, su gran valor é infinita hermosura.
Todos los caballeros tienen sus particulares ejercicios: sirva a las damas el cortesano, autorice la corte de su rey con libreas, sustente los caballeros pobres con el espléndido plato de su mesa, concierte justas, mantenga torneos y muéstrese grande, liberal y magnífico, y buen cristiano, sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones.
Bien sabes, desconocida Quiteria, que conforme a la santa ley que profesamos, que viviendo yo, tú no puedes tomar esposo, y juntamente no ignoras que, por esperar yo que el tiempo y mi diligencia mejorasen los bienes de mi fortuna, no he querido dejar de guardar el decoro que a tu honra convenía, pero tú, echando a las espaldas todas las obligaciones que debes a mi buen deseo, quieres hacer señor de lo que es mío a otro, cuyas riquezas le sirven no sólo de buena fortuna, sino de bonísima ventura.
En resolución, en este tiempo yo he tanteado las cargas que trae consigo, y las obligaciones, el gobernar, y he hallado por mi cuenta que no las podrán llevar mis hombros, ni son peso de mis costillas, ni flechas de mi aljaba, y así, antes que diese conmigo al través el gobierno, he querido yo dar con el gobierno al través, y ayer de mañana dejé la ínsula como la hallé: con las mismas calles, casas y tejados que tenía cuando entré en ella.
Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido, pues en metad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre.
No os canséis, señoras, en detenerme, porque las precisas obligaciones de mi profesión no me dejan reposar en ningún cabo.
La señora doña Guiomar de Quiñones se quiso arrojar del coche para besar los pies y las manos del gran Roque, pero él no lo consintió en ninguna manera, antes le pidió perdón del agravio que le hacía, forzado de cumplir con las obligaciones precisas de su mal oficio.
Rióse don Quijote de la aplicación del nombre, y el cura le alabó infinito su honesta y honrada resolución, y se ofreció de nuevo a hacerle compañía todo el tiempo que le vacase de atender a sus forzosas obligaciones.
Digo, en fin, que entonces llegó en todo estremo aderezada y en todo estremo hermosa, o, a lo menos, a mí me pareció serlo la más que hasta entonces había visto, y con esto, viendo las obligaciones en que me había puesto, me parecía que tenía delante de mí una deidad del cielo, venida a la tierra para mi gusto y para mi remedio.
Lo cual visto por todos, cada uno se ofreció a querer ser el rescatado, y prometió de ir y volver con toda puntualidad, y también yo me ofrecí a lo mismo, a todo lo cual se opuso el renegado, diciendo que en ninguna manera consentiría que ninguno saliese de libertad hasta que fuesen todos juntos, porque la experiencia le había mostrado cuán mal cumplían los libres las palabras que daban en el cautiverio, porque muchas veces habían usado de aquel remedio algunos principales cautivos, rescatando a uno que fuese a Valencia, o Mallorca, con dineros para poder armar una barca y volver por los que le habían rescatado, y nunca habían vuelto, porque la libertad alcanzada y el temor de no volver a perderla les borraba de la memoria todas las obligaciones del mundo.

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