Ejemplos con necia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mientras en Quahog, el FBI recibe la visita del ladrón pasándose por el cartero preguntando por Chris, debido a que no pueden revelar su paradero el ladrón los engatusa que busca a Meg Griffin, por lo que les dice que se han ido a vivir a Necia Escoria, el ladrón acto seguido se pone en marcha.
Se rebelará y luchará aunque lo desprendáis del cuerpo pasajero, pero vosotros, a quienes vuestra necia arrogancia os ha enloquecido, ¿que tenéis en común con el espíritu del hombre dispuesto a dar su vida por la libertad de su gente?.
En su espectáculo La Apoteosis Necia así lo contaba, corroborándolo introduciendo los dedos por donde deberían estar los cristales de las gafas.
Los jóvenes de la época que habían estado en Italia adoptaron la expresión maccherone -que designaba a la persona necia y ostentosa- y la usaron como adjetivo para todo lo que estuviera a la moda.
En el pueblo no hay nadie que no le quiera ya, porque es un caballero de lo mejor, llano, caritativo, amigo de los pobres Al principio de venir, como no se le conocía, corrieron algunas voces sobre si era esto o lo otro habladurías de gente necia, ¿sabe usted, señorita? Pero el señor vicario nos dijo que cuidado con hablar una palabra de este señor porque era un santo.
Al fin del libro va un glosario de los términos náuticos y de las frases populares empleadas en el libro, pero ¡con qué habilidad están derramados por todo él, bien al contrario de esa pedantesca ostentación de ciertos novelistas franceses de escuelas modernísimas, que, haciendo gala de un externo y superficial conocimiento del tecnicismo de tal o cual arte o ciencia, le derraman a carretadas en todas las páginas de su libro, con la necia ostentación del aventurero llegado de improviso a los honores y a la riqueza! No: Pereda no ha tenido necesidad de hacer estudio especial de la lengua de los marineros de la calle Alta para escribir.
Sólo así se explica la necia porfía con que, a despecho de los datos cronológicos más evidentes, y cual si se tratase de un principiante recién llegado, insiste el vulgo crítico en emparentarle con escuelas francesas y con autores que aún no habían hecho sus primeras armas cuando ya Pereda había dado la más alta muestra de las suyas.
Y la mano hacía señas impacientes y furiosas, semejante a diestra de epiléptico que se agita en el aire: sus cinco dedos eran aspas incesantes en girar, y Lucía, desalentada, jadeante, iba a escape, y a cada plátano sucedía otro, y la casa lejos lejos ¡Necia de mi! exclamaba al fin, ya que corriendo no llego nunca volaré.
¿Sabes lo que estás diciendo, necia? Hazme el favor de callarte, antes que me enfade.
Sí, pero fundado en lo que tú has hecho arrastrada de esa vanidad necia, que en vano he querido arrancarte del alma.
Esto, después de aquel famoso fallo del Real Consejo de Hacienda eximiendo del pago de la alcabala a la pintura y reconociéndola como arte liberal, cuando en las cuentas del Bureo continuamente se hablaba de pagos y atrasos cobrados por Velázquez como pintor del Rey, es de lo más tristemente cómico que puede imaginarse y de lo que mejor pinta la necia vanidad de entonces.
¡Pues clarrro está! Es una tonterrría Perrro ya tú ves, ¡la gente es tan necia! Se rríe de todo y lo pone a uno en rridículo.
Diole vueltas por todos lados examinando el sobre, con esa necia perplejidad que al recibir una carta de letra desconocida nos impulsa a conjeturar y adivinar lo que con sólo romper el sello podemos saber de cierto.
Quedóse con esto más tranquilo, casi sereno del todo: indudablemente era que se reducía aquello a una necia broma Cierto que habíale sucedido a él en aquel negocio espinosísimo lo que acontece a todos los caracteres fogosos, que una vez dado el primer empuje, caen luego en la mayor apatía, abandonando los planes con tanta rapidez fraguados y con tanto calor emprendidos.
Yo sería una necia si le desdeñase, fundando en algo mi desdén: pero esto no se razona, se siente, y es lo cierto que nadie, en las condiciones de Pepe Güeto, y estando en su juicio, me querrá para mujer propia, así como yo no le querré a él para marido.
Me ha llamado necia y disparatada porque me pesaba de que no me amase de amor cuando se casó conmigo, porque le dije que ha profanado y envilecido mi amor haciéndomele sentir sin él sentirle.
La aspereza de su carácter le había valido la opinión de necia y mal criada, pero la había salvado de un gravísimo peligro, y esto era lo que nadie sabía en la aldea.
Desde Santurroriaga me mandó a pedir ciertos papeles: su fe de bautismo, las partidas de muerto de sus padres qué sé yo, algunos documentos tenía ella, yo no estuve delante si le dijeron los latines, ni fui padrino, ¡y la grandísima necia descastada, viene luego a Madrid, recoge cuatro trastos de mi casa, y abur! Yo no he de pedirle ni agua, ni quiero meterme en su vida privada.
¿Lo habría callado todo, engañando a un hombre o, por el contrario, le confesaría su pasado? Si lo primero, era infame y despreciable, si lo segundo, necia y sinvergüenza por unirse a quien tales tragaderas tuviese.
: vida febril, artificial, necia si quereis, pero que mata las horas, ocupa la imaginación y distrae el hambre canina del espíritu más soñador y melancólico.
¡Ay, para qué me hará Dios tan necia, que nada de esas sublimidades entiendo!.
¡Qué necia eres! ¿No ves que le apoyan sus amigos? ¿No ves que estamos a merced de esa canalla? ¿No ves que cualquier tenientejo es capaz de pegar fuego a mi casa si se le antoja?.
En aquellos días estaba trastornada, y fui tan necia que le creí accesible a la seducción del oro.
¿Cree usted que está tratando con personas como usted? ¡Miren la necia!, tan necia como perversa.
Al volver del destierro, pagó los esfuerzos de los que él llamaba sus vasallos, con la más fría ingratitud, con la más necia arrogancia, con la anulación de todos los derechos proclamados por los constituyentes de Cádiz, con el destierro o la muerte de los españoles más esclarecidos, encendió de nuevo las hogueras de la Inquisición, se rodeó de hombres soeces, despreciables e ignorantes, que influían en los destinos públicos, como hubiera podido influir Aranda en las decisiones de Carlos III, persiguió la virtud, el saber, el valor, dio abrigo a la necedad, a la doblez, a la cobardía, las tres fases de su carácter.
De tal modo la turbó este incidente, que por breve rato estuvo indecisa entre si volvía atrás o seguiría adelante, porque los actos de adornarse el cabello y de mirar para la casa, magüer que inocentes y casuales, podían interpretarse de diversas maneras, y ella huía tanto de la frivolidad como de la necia coquetería.
—Si los pintores que ordinariamente suelen ser pródigos de la hermosura con los rostros que retratan, lo han sido tambien con este, sin duda creo que el original debe de ser la misma fealdad, a la fe, señora y madre mia, justo es y bueno que los hijos obedezcan a sus padres en cuanto les mandaren, pero tambien es conveniente y mejor que los padres den a sus hijos el estado de que mas gustaren, y pues el del matrimonio es ñudo que no le desata sino la muerte, bien será que sus lazos sean iguales y de unos mismos hilos fabricados: la virtud, la nobleza, la discrecion y los bienes de la fortuna bien pueden alegrar el entendimiento de aquel a quien le cupieron en suerte con su esposa, pero que la fealdad della alegre los ojos del esposo, paréceme imposible: mozo soy, pero bien se me entiende que se compadece con el sacramento del matrimonio el justo y debido deleite que los casados gozan, que si él falta, cojea el matrimonio y desdice de su segunda intencion, pues pensar que un rostro feo, que se ha de tener a todas horas delante de los ojos en la sala, en la mesa y en la cama, pueda deleitar, otra vez digo que lo tengo por casi imposible: por vida de vuesa merced, madre mia, que me dé compañera que me entretenga y no enfade, porque sin torcer a una o a otra parte, igualmente y por camino derecho llevemos ambos a dos el yugo donde el cielo nos pusiere, si esta señora es noble, discreta y rica, como vuesa merced dice, no le faltará esposo que sea de diferente humor que el mio: unos hay que buscan nobleza, otros discrecion, otros dineros, y otros hermosura, y yo soy destos últimos, porque nobleza, gracias al cielo y a mis pasados, y a mis padres, ellos me la dejaron por herencia, discrecion, como una mujer no sea necia, tonta o boba, bástale que ni por aguda despunte ni por boba no aproveche, de las riquezas, tambien las de mis padres me hacen no estar temeroso de venir a ser pobre: la hermosura busco, la belleza quiero, no con otra dote que con la de la honestidad y buenas costumbres, que si esto trae mi esposa, yo serviré a Dios con gusto y daré buena vejez a mis padres.
—¡Válame Dios! respondió Preciosa, Andres, y ¡cuán delicado andas, y cuán de un sotil cabello tienes colgadas tus esperanzas y mi crédito, pues con tanta facilidad te ha penetrado el alma la dura espada de los celos! Díme, Andres, si en esto hubiera artificio o engaño alguno, ¿no supiera yo callar y encubrir quién era este mozo? ¿Soy tan necia por ventura que te habia de dar ocasion de poner en duda mi bondad y buen término? Calla, Andres, por tu vida, y mañana procura sacar del pecho deste tu asombro, adónde va, o a lo que viene, podria ser que estuviese engañada tu sospecha, como yo no lo estoy de que sea el que he dicho: y para mas satisfaccion tuya, pues ya he llegado a términos de satisfacerte, de cualquiera manera y con cualquiera intencion que ese mozo venga, despídele luego, y haz que se vaya, pues todos los de nuestra parcialidad te obedecen, y no habrá ninguno que contra tu voluntad le quiera dar acogida en su rancho, y cuando esto así no suceda, yo te doy mi palabra de no salir del mio, ni dejarme ver de sus ojos, ni de todos aquellos que tú quisieres que no me vean, y prosiguiendo adelante dijo: Mira, Andres, no me pesa a mi de verte celoso, pero pesarme ha mucho si te veo indiscreto.
Dime, Anselmo, si el cielo, o la suerte buena, te hubiera hecho señor y legítimo posesor de un finísimo diamante, de cuya bondad y quilates estuviesen satisfechos cuantos lapidarios le viesen, y que todos a una voz y de común parecer dijesen que llegaba en quilates, bondad y fineza a cuanto se podía estender la naturaleza de tal piedra, y tú mesmo lo creyeses así, sin saber otra cosa en contrario, ¿sería justo que te viniese en deseo de tomar aquel diamante, y ponerle entre un ayunque y un martillo, y allí, a pura fuerza de golpes y brazos, probar si es tan duro y tan fino como dicen? Y más, si lo pusieses por obra, que, puesto caso que la piedra hiciese resistencia a tan necia prueba, no por eso se le añadiría más valor ni más fama, y si se rompiese, cosa que podría ser, ¿no se perdería todo? Sí, por cierto, dejando a su dueño en estimación de que todos le tengan por simple.

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