Ejemplos con mustios

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No se veía más que la negrura exterior, que apenas contrastaba la confusa penumbra del andén, el farolillo del guarda que lo recorría, y los mustios reverberos aquí y allí esparcidos.
Languideció la conversación entre Artegui y Lucía, y ambos se quedaron silenciosos y mustios, él con su acostumbrado aspecto de fatiga, ella sumida en profundo recogimiento, dominada por la melancolía del anochecer.
Hasta se susurrapero sin que existan datos para establecerlo como rigurosa verdad históricaque el insigne ex buen mozo quiso recordar sus pasadas glorias, y verter una regaderita de agua sobre sus secos y mustios lauros, y eligió para cómplice a cierta rata de proscenio, nombrada Zulma en la docta academia teatral, si bien está averiguado que en regiones menos olímpicas pudo llamarse Antonia, Dionisia o cosa así.
Los amigos de Belinchón andaban mustios.
El tumulto era grande, alumbraban estas operaciones farolillos mustios, y el vocerío en vascuence o mal castellano mareaba la cabeza más firme.
Alcistas , que respiraban satisfacción por la reciente victoria, los partidarios de la baja, mustios y desalentados, y los que ganaban siempre, los corredores y sus ayudantes, gente joven y amiga de Juanito, recordando con cierto enternecimiento las bromas que se permitían con aquel barbudo de corazón de niño.
La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera, las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos, las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel.
Los mustios farolillos del público alumbrado despedían en encrucijadas y callejones su postrer fulgor, como cansados ojos que no pueden vencer el sueño.
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Los dos amigos se dirigieron a ella mustios y cabizbajos.
Volviéronse mustios y pesarosos por donde habían ido, y para mayor desconsuelo, se le figuró a don Gonzalo que los transeúntes le miraban de mal ojo.
El resultado fue que don Juan de Prezanes salió, echando chispas, de casa de su compadre, llevándose a Ana consigo y quedándose los demás atribulados y mustios.
Sus soldados, alegres con el botín recogido, dieron también la vuelta muy animosos, formando vivo contraste con las tropas del rey, mustios y descontentos de lo que había pasado.
orillaban el camino y mustios cipreses dejaban caer sobre ellos.
Una violeta, cuyos pétalos estaban ya mustios, se inclinó sobre su tallo y díjole a la viajera:.
Los hombres, en tanto, andaban mustios y sombríos por el mundo, ocultándose avergonzados los unos de los otros, cerrando los ojos para no ver a su alrededor tanto grande y eterno, y no.
-¿Qué diantre les has dado a estos imbéciles, que ayer estaban todos mustios, cabizbajos y llenos de la conciencia de su pequeñez, y hoy andan con la frente erguida, burlándose los unos.
Armesto, y una vez que los felicitantes atronaron bien la calle, retirándose mustios y sin blanca, porque el señor Ministro no se hallaba en su domicilio, corriéronse con las propias intenciones concertistas a la calle Ancha de Peligros, donde reside, en humilde casa de huéspedes, el Sr.
Llevando de la mano por racimos a sus chiquitines, Floriana salió a un patinillo donde había un naranjo raquítico y unos girasoles mustios.
La Marquesa, de azul y oro, luciendo asomos de encantos que fueron, hoy mustios collados, con las canas teñidas de negro y el tinte empolvado de blanco, entraba en el comedor de la Regenta abriendo puertas con estrépito.
Miró a sus compañeros y los encontró tan mustios y silenciosos que comprendió al instante que algo grave sucedía.
Llegaron varios contertulios, pasmáronse, como yo, ante tal espectáculo, y mustios y cabizbajos dímonos a vagar por la población.
En el sucio carro donde se hacinan mustios o gruñidores los perros errantes, famélicos, extenuados de hambre y de calor, fue lanzada una perrita inglesa, de la raza más pura, una galga de ese gris que afrenta al raso, toda reflejos la piel, una monería, estrecho el hocico, delicadas como cañas las patitas, y ciñendo el pescuezo flexible un collarín original: imitado en esmalte blanco sobre oro un cuello de camisa planchado con las dos pajaritas dobladas graciosamente, y una minúscula corbata azul, cuyo lazo sujetaba un cuquísimo imperdible de rubíes calibrés, todo ello en miniatura, lo más gentil del mundo.
En otra parte, Demócrito y el divino Hipócrates, reclinados junto a un sepulcro ya destruido, conversaban profundamente a la sombra de unos cipreses mustios sobre la física del cuerpo animal, la brevedad de la vida, los acerbos males que la rodean, y los cortos y falaces medios que ofrece el arte para dilatar su fin, y más allá, Demóstenes, desde la tribuna de las arengas, conmovía al pueblo ateniense, le persuadía por algunos instantes a sacudir el yugo macedónico, excitaba en él estímulos de valor, recordándole las épocas gloriosas de sus triunfos, los nombres santos de Milcíades, Conón, Cimón y el justo Arístides, y oponiéndose, por una parte, a todo el poder de Filipo, y por otra, a la envidia, la calumnia atroz y la inconstancia de un vulgo corrompido e ingrato, veía, a pesar de su elocuencia irresistible, perecer para siempre la libertad de su país, y perecía con ella.
Mustios iban los dos y cabizbajos, el uno en pos del otro.
Y allí, entre los mustios llorones, en un mísera fosa recién abierta en el suelo, desapareció del mundo para siempre, bajo una capa de tierra que pronto volvería a cubrir la nieve, un hombre que había sido hasta aquel día el patriarca, el señor, el rey indiscutido e indiscutible de todo el valle.
dar interés y lozanía a los mustios pensamientos de mi ancianidad,.
Todos ellos me esperaban mustios, silenciosos y aterrados, contrastando el cuadro humano con el de la riente naturaleza y la galanura del paisaje.
El huerto, muy pequeño, estaba plantado de hortalizas cuyos cuadros mustios y marchitos empezó la joven a refrescar con el agua que había traído.
Dos o tres de los caballos que habían escapado a la matanza, mustios, con los ijares hundidos y los aperos revueltos, pugnaban por triscar los pastos a pesar del freno.

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