Ejemplos con muñecas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las muñecas que se exhiben son representativas de los árboles de durazno y sus flores color rosa.
Las muñecas de Marín ya se podían adquirir en cualquier parte de España y en otros países de Europa a mediados del siglo XX.
En este lugar se encuentra una extensa exposición de muñecas de Marín, todas ellas fabricadas a mano.
Los detonadores de las cargas están fijas y están en las pulseras atadas a sus muñecas.
Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza.
Haz tú que tantas culpas te sean perdonadas, compensando con severa castidad la cadena de pecados que tú mismo hubiste de forjar y remachar, y que llevas asida al tobillo y a las muñecas.
Amigas de Dioscontinuó muy recio, de modo que lo oyera la intrusa: mi papá vino de las Indias el año pasado, y trajo cinco fragatas cargadas de onzas, y un negrito para que le sirviera el chocolate, y es tan rico, que se cartea con el rey de las Indias, y a mí me da dos reales cada vez que es su santo, y yo los echo en lo que me da la gana, y tengo tres muñecas de resorte, y un muestrario de botones que le regaló a mamá para mí una modista que quitó la tienda, y tengo dos marmotas de lana para ir al colegio en el invierno, porque yo voy al colegio, y no a la escuela de zurri-burri, como algunas infelices que yo conozco, y puede que no estén muy lejos de aquí.
Diciendo esto la sacudía por las muñecas, como el huracán sacude al tierno arbusto.
Era el mismo, pero con el pecho más amplio, las muñecas más fuertes.
Estaba herido en ambas muñecas por una explosión de obús, y sin embargo continuaba en su sitio.
En otra ocasión hubiese lanzado una carcajada al contemplar a este guerrero, enjuto, huesoso, de ojos crueles, sacando por las mangas sueltas unos brazos nervudos, en una de cuyas muñecas seguía brillando la pulsera de oro.
Muchos de ellos eran reconocidos como soldados por los andrajos que revelaban un antiguo uniforme o las chapas de identidad fijas en sus muñecas.
Mientras tanto, la niña jugaba en el jardín del Palace con otras niñas vestidas y adornadas como muñecas lujosas y frágiles, cada una de las cuales pesaba varios millones.
La gimnasia ruda de las marchas y el manejo de la pala habían ensanchado sus muñecas y encallecido sus manos.
¡Qué equivocada estás! El matrimonio de tu hermana quedará deshecho Desde ahora mismo lo doy por deshecho ¡pero lo que es tú, bien libre estás de casarte con Gonzalo ni de que éste ponga siquiera los pies más en casa! En primer lugar, tú eres una mocosa que debieras estar jugando con las muñecas y recibiendo azotes y aunque no lo fueras, ni tu padre ni yo podíamos consentir que te casaras con un hombre que ha engañado miserablemente a tu hermana y nos ha engañado a todos Lo menos que diría la gente es que estamos muertos por hacerle nuestro yerno.
Saludáronse ambos personajes con grandes cortesías, y Currita, con el airecillo de princesa de los Ursinos, propio de las mujeres cuando juegan en público a las muñecas con los hombres políticos, comenzó a caminar entre ellos hacia la puerta de la Saleta.
Sus hijas eran unas señoritas que sólo habían aprendido a figurar como muñecas bien educadas en un salón, y aun esto sin poder evitar cierta cursilería que saltaba a la vista apenas salían de su esfera.
Al frente, Burjasot, prolongada línea de tejados con su campanario puntiagudo como una lanza, más allá, sobre la obscura masa de pinos, Valencia achicada, liliputiense, cual una ciudad de muñecas, toda erizada de finas torres y campanarios airosos como minaretes moriscos, y en último término, en el límite del horizonte, entre el verde de la vega y el azul del cielo, el puerto, como un bosque de invierno, marcando en la atmósfera pura y diáfana la aglomeración de los mástiles de sus buques.
Pues, ¿y los paquetes de clavos? ¿Qué cosa había más bonita? ¿Y las llaves que parecían de plata, y las planchas, y los anafres, y otras cosas lindísimas? Sostenía que ella no necesitaba que sus papás le comprasen muñecas, porque las hacía con un martillo, vistiéndolo con una toalla.
Has pecado, has padecido, pecar y padecer son dos aspectos de una misma cosa, por consiguiente, tienes el sentimiento de la liberación Usando una parábola, te escuece en las muñecas el grillete de la vida.
Nació Barbarita Arnaiz en la calle de Postas, esquina al callejón de San Cristóbal, en uno de aquellos oprimidos edificios que parecen estuches o casas de muñecas.
Juan la hacía rabiar, descomponiéndole la casa de muñecas, ¡anda!, y Jacinta se vengaba arrojando en su barreño de agua los caballos de Juan para que se ahogaran ¡anda! Por un rey mago, negro por más señas, hubo unos dramas que acabaron en leña por partida doble, es decir, que Barbarita azotaba alternadamente uno y otro par de nalgas como el que toca los timbales, y todo porque Jacinta le había cortado la cola al camello del rey negro, cola de cerda, no vayan a creer Envidiosa.
Allí estaba, sola, abandonada, vendida, ultrajada, calumniada, con las muñecas heridas por mano brutal y el rostro marchito por la enfermedad, el terror y el dolor.
En aquella casa es indudable que andaban muchas cosas desquiciadas, otras torcidas y fuera de camino, el capellán asistía al drama, temía un desenlace trágico, sobre todo desde la famosa señal en las muñecas, que no le salía de la acalorada imaginación, mostrábase taciturno, su color sonrosado se trocaba en amarillez de cera, rezaba más aún que de costumbre, ayunaba, decía la misa con el alma elevada, como la diría en tiempos de martirio, deseaba ofrecer la existencia por el bienestar de la señorita, pero, a no ser en uno de sus momentos de arrechucho puramente nervioso, no podía, no sabía, no acertaba a dar un paso, a adoptar una medidaaunque ésta fuese tan fácil y hacedera como escribir cuatro renglones a don Manuel Pardo de la Lage, informándole de lo que ocurría a su hija.
Esto le fatigaba tanto más cuanto que un irresistible anhelo le obligaba a mirar a Nucha muy a menudo, reparando a hurtadillas si estaba más delgada, si comía con buen apetito, si se notaba nuevo en sus muñecas.
Y casi al tiempo mismo advirtió otra cosa, que le cuajó la sangre de horror: en las muñecas de la señora de Moscoso se percibía una señal circular, amoratada, oscura.
Debía el sucesor de los Moscosos andar ya cerca de este mundo, porque Nucha cosía sin descanso prendas menudas semejantes a ropa de muñecas.
Leonora andaba a lo igual con sus criadas, y se entretenia en lo mismo que ellas, y aun dió con su simplicidad en hacer muñecas, y en otras niñerías que mostraban la llaneza de su condicion y la terneza de sus años: todo lo cual era de grandísima satisfaccion para el celoso marido, pareciéndole que habia acertado a escoger la vida mejor que se la supo imaginar, y que por ninguna via la industria ni la malicia humana podia perturbar su sosiego, y así solo se desvelaba en traer regalos a su esposa, y en acordarle le pidiese todos cuantos le viniesen al pensamiento, que de todos seria servida.
Parecieron, en esto, que por el patio venían, hasta seis dueñas en procesión, una tras otra, las cuatro con antojos, y todas levantadas las manos derechas en alto, con cuatro dedos de muñecas de fuera, para hacer las manos más largas, como ahora se usa.
Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales.

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