Ejemplos con marchitaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Orfeo deprimido como estaba, empezó a golpear su lira con una piedra, provocando un ruido tan horrendo que todo alrededor se marchitaba, así que el pueblo lo asesinó con el fin de parar ese ruido.
Otras versiones dicen que Orfeo regresó destrozado a su pueblo, donde los habitantes le pidieron que tocara sus hermosas melodías, Orfeo deprimido como estaba, empezó a golpear su lira con una piedra, provocando un ruido tan horrendo que todo alrededor se marchitaba, así que el pueblo lo asesinó con el fin de parar ese ruido.
El verde obscuro de las coniferas, después de algunos días de lluvia, adquiría tonos claros merced a los retoños que apuntaban en la cima de las ramas, en cambio la escarcha los marchitaba instantáneamente.
La milagrosa florescencia que había brotado de todos los pliegues de su alma se marchitaba y deshacía.
Acostumbrado al aire puro de sus nativas praderas y montañas, inclinado por índole natural a vagar sin objeto los días enteros a la orilla de los precipicios, en los valles más escondidos y en las cimas más enriscadas, a ver salir el sol, asomar la luna y amortiguarse con el alba las estrellas, el aire de la prisión se le hacía insoportable y fétido, y su juventud se marchitaba como una planta roída por un gusano oculto.
Pasaron así algunos años, al cabo de los cuales se fue observando que el tiempo hacía los mismos estragos en la cara de la condesa que en sus salones, es decir, que éstos dejaban de revestirse con el lujo y la frecuencia de costumbre, a medida que aquélla se marchitaba.
Mas a pesar de todo el sufrimiento que le había ocasionado la inexplicable separación de sus amánticos, su belleza no se marchitaba, parecía que las rosas que formaban su océano protec-tor, con sus perfumes le daban el don indestruc-tible de seguir igual que hacía mil años, cuando su vida solitaria se había iniciado.
En balde animaba el pueblo con altas aclamaciones y otros indicios de interés a sus contrarios, deseoso de ver por tierra el orgullo de Pelayo de Luna y Rodrigo de Alcalá, y en balde un melancólico abatimiento marchitaba la belleza de la noble heredera de Castromerín: la lanza del primero había derribado en la arena a los héroes de Castilla, de Francia, de Alemania y de Inglaterra, y a varios jóvenes guerreros de la célebre Granada.
Me ofendiste, me vendiste, me ultrajaste, torturaste mi alma, me enloqueciste, me alimentaste con ajenjo y con hiel, ¡y ni aun te tomaste el trabajo de reconocer que mi juventud se marchitaba y se ajaba mi hermosura y se torcía mi alma, antes confiada y generosa! Y cuando te sentiste herido de muerte, de muerte, sí, y pronta, ¡lo has acertado!.
Y la esposa, desamparada, se marchitaba en la soledad tétrica del caserón solariego, labrando e hilando, en compañía no más de una dueña caduca, que daba vueltas al huso entre sus dedos secos como sarmientos negruzcos, y gemía bajito, porque la acuciaba el reuma, metido en los huesos y mal cuidado.
pero el torrente invencible y arrollador de la civilización y el progreso, como dijo el diputado del distrito, en una comida que le dictaron los mandones, en casa del cura nada menos, el torrente, es decir, la carretera, pudo más que Manuel, y por medio del suquero pasó el enemigo, llenando de polvo, que todo lo marchitaba, la hierba y los árboles, que a derecha e izquierda siguieron siendo propiedad de Manín.
Como el valiente, que lo es de veras, no cree tener un amuleto que le libra de las balas, sino que se mete por ellas seguro de que pueden pasar por su cuerpo como pasan por el aire, así pensaba, con valor, pero la juventud se marchitaba en la prueba: el corazón se arrugaba, encogiéndose.
Antonio, después del convenio, envió a Ventidio al Asia para que detuviera a los Partos, no dejándoles pasar más adelante, y habiendo sido nombrado, por hacer obsequio a Octavio César, sacerdote de César el Dictador, continuaron tratando en buena compañía y amistad de los más graves negocios, mas cuando se juntaban a divertirse y jugar, Antonio se sentía mortificado de que siempre era el que libraba peor, y es que tenía a su lado un Egipcio dado a la adivinación, de aquellos que examinan el signo, el cual, o instruido de Cleopatra, o teniéndolo por cierto, estaba diciendo continuamente a Antonio con sobrada libertad que, siendo su fortuna la más grande y brillante, se marchitaba al lado de la de César, y le aconsejaba que se alejara cuanto más pudiera de aquel joven.
Cuando a alguno, al pasar por junto a él, le parecía que no estaba frondoso y de buena vista, sino que decaía y se marchitaba, al punto clamaba a gritos a los que se le presentaban, y éstos, como se da socorro en un incendio, pedían a voces agua, y de todas partes acudían corriendo, llevando al sitio cántaros llenos de ella.

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