Ejemplos con máquina

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Lo primero es el conocimiento del hombre físico, de la máquina deleznable y complejísima con que sentimos y pensamos.
Como si una máquina pudiera hacer zapatos decentes.
¡Pazguatos! Milagro que no se les ocurre inventar una máquina para hablar y otra para escribir, o cualquiera otro disparate.
Para Apolonio, un par de botas, aunque la máquina interviniese en algunas costuras accesorias, debía estar, en sus articulaciones esenciales, cosido a mano.
Al fin, y como aquel niño que, de repente, halla el resorte que imprime fácil movimiento a una máquina, hasta entonces inmóvil ante los más desesperados esfuerzos, hizo una zapateta y se dió tres manotadas sobre las nalgas, faltando así, por primera vez después de muchos años, a la compostura y circunspección que guardaba hasta con su propia persona.
¡Qué desquiciamiento no sufriría la máquina de sus negocios, para llenar tan enorme vacío con recursos destinados a otras atenciones indispensables! ¡Qué serie de complicaciones no podría traer la quiebra de una casa tan importante como la que acababa de suspender los pagos! ¡Cómo se presentarían las cosas a fin de mes, época en que vencían los otros giros! Y entretanto, ¿qué hacía él para ayudar a su casa, con ochenta mil duros invertidos en un papel que no valía diez mil, vendido en el acto?.
En el Áticame dijo aquel día de sobremesa don Amaranto, ostentando didácticamente un tenedor de peltre, al modo de férulase iba a buscar la sabiduría al mercado o bajo el pórtico de Júpiter Liberador, donde Sócrates, con palabra ligera y gesto sonriente, parteaba, como avezada comadrona, el alumbramiento de las ideas, al huerto umbrátil de Academo, donde Platón, de hombros anchos y labios melifluos, empollaba en las almas jóvenes los alados anhelos con que volasen de lo sensible a lo absoluto, en el Liceo, donde el seco Estagirita desmontaba en piezas la máquina del mundo, y mostraba sus relaciones, ensambladuras y modo de funcionar.
No podían resistir la ausencia de Luna: necesitaban oírle, consultarle, y hasta el mismo zapatero, cuando el trabajo no era urgente, abandonaba su mesilla, y oliendo a engrudo, con el mandil plegado en la cintura y la cabeza en turbantada de pañuelos, venía a sentarse junto a la máquina de Sagrario.
Cuando Gabriel abandonaba el lecho al salir el sol, después de una noche de penosa tos, encontraba ya en la salita de entrada a Sagrario preparando la máquina para la diaria labor.
Hablaban, discutían, consultando a Luna para que esclareciese sus confusas ideas, y sobre la voz de los hombres resaltaba el repiqueteo de la máquina de coser, siempre en actividad, como un eco del universal trabajo que agitaba al mundo, mientras la calma de la nada esparcía su silencio por las entrañas de piedra del templo.
Y con la misma entonación ardorosa con que en otros tiempos conmovía a las muchedumbres en las reuniones de protesta contra la sociedad, describía a aquella media docena de hombres y a la triste costurera, que cesaba de mover la máquina para escucharle, la grandeza del trabajo universal, que todos los días fatigaba a la tierra para vencerla y obligarla a sustentar a los humanos.
El obrero de las fábricas, convertido por un progreso desviado y fatal en esclavo de la máquina, vive junto a ella como una rueda más, como un resorte de carne, luchando su cansancio físico con la musculatura de hierro que no se fatiga, embrutecido diariamente por la cadencia ensordecedora de los pistones y las ruedas, para darnos los innumerables productos de la industria que resultan indispensables en la vida de la civilización.
Los servidores de la catedral sentábanse en torno de la máquina de coser, esperando en vano que bajase el maestro, satisfechos, ya que no le veían, de estar cerca de él, mirando su asiento abandonado y conversando con la muchacha, que se expresaba con ingenua admiración al hablar de su tío.
Acompañaba a su sobrina gran parte de la mañana arrullado por el tictac de la máquina, que le producía una dulce somnolencia, viendo cómo la tela pasaba bajo la aguja a pequeños saltos, esparciendo ese perfume químico de los tejidos nuevos.
Tanto apretaron en otros tiempos curas, frailes e inquisidores, que la máquina de la fe saltó en mil pedazos, y no hay quien arregle este artefacto, que requiere la cooperación de todos.
Sagrario fue también, a instancias de su tío, que tuvo casi que arrancarla de la máquina.
Sagrario, que abandonaba su máquina para pasar gran parte del día en casa del zapatero, así lo decía en voz baja a su tío.
He pasado semanas y meses junto a tu máquina viendo cómo trabajabas.
Poco a poco, las mujeres dejaron de asomarse a la puerta de los Luna para ver a Sagrario inclinada ante la máquina, y la muchacha siguió su vida laboriosa y triste.
La máquina volvía a agitarse y don Luis tecleaba el armónium, hasta que sonaban las nueve y el cerraba la escalera de la torre, agitando su manojo de llaves con un ruido que equivalía al antiguo toque de cubrefuego.
Desde el día siguiente de su vuelta a la catedral había quitado la funda a la máquina, dedicándose al trabajo con tenacidad taciturna, como un medio de pasar inadvertida en las Claverías y que la gente la perdonase su pasado.
La máquina de coser sonaba desde el alba hasta la noche en la casa de los Luna.
Y luchaba con aquel organismo quebrantado, con el estómago descompuesto por la miseria, con los pulmones heridos y el corazón sujeto a desarreglos en el funcionamiento, con la máquina humana desvencijada por una vida de sufrimientos y emociones.
En un rincón de la sala estaba enfundada una máquina de coser.
No tengo estómago, mis pulmones están deshechos, este cuerpo que ves es una máquina desvencijada que apenas si funciona, y cruje por todos lados como si las piezas fuesen a separarse y a caer cada una por su lado.
Abajo mugía la máquina de vapor, dando bufidos espantosos que se transmitían por las múltiples tuberías, rodaban poleas y tornos con un estrépito de mil diablos, y por si no bastase tanto ruido, las hilanderas, según costumbre tradicional, cantaban a coro con voz gangosa el , el y el , con la misma tonadilla del llamado Rosario de la Aurora, procesión que desfila por los senderos de la huerta los domingos al amanecer.
Dirigía yo entonces en Valencia el diario , y tal era la pobreza de este periódico de combate, que por no poder pagar un redactor, encargado del servicio telegráfico, tenía el director que trabajar hasta la madrugada, o sea hasta que, redactados los últimos telegramas y ajustado el diario en páginas, entraba finalmente en máquina.
Entraron en un patio suntuoso, embellecido por la industria más que por el arte arquitectónico, en el que el escayolado imitaba al mármol y el yeso moldeado a máquina fingía un artesonado antiguo.
Visanteta acababa de tender el mantel adamascado, brillante de blancura, sobre la mesa del comedor, pieza de ebanistería moderna, tallada a máquina, que con su color obscuro imitaba al roble de un modo discreto.
¡Los trapos, ay! ¿Quién no ve en ellos una de las principales energías de la época presente, tal vez una causa generadora de movimiento y vida? Pensad un poco en lo que representan, en lo que valen, en la riqueza y el ingenio que consagra a producirlos la ciudad más industriosa del mundo, y sin querer, vuestra mente os presentará entre los pliegues de las telas de moda todo nuestro organismo mesocrático, ingente pirámide en cuya cima hay un sombrero de copa, toda la máquina política y administrativa, la deuda pública y los ferrocarriles, el presupuesto y las rentas, el Estado tutelar y el parlamentarismo socialista.

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