Ejemplos con ignorantes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Según el relato, Silva Renard trata de convencer a los obreros diciendo que no sirve de nada tanta comedia, que dejen de inventar tanta miseria, que no entienden deberes, son ignorantes, que perturban el orden y los amenaza, recibiendo la respuesta de un obrero que anuncia que levantarán el puño en alto y que si quiere amenazar, que dispare primero.
En relación a ello, la actriz principal, Cate Blanchett, comentó: Es terrible que se crezca con este montón de niños ignorantes, a quienes, de alguna manera, se les enseña que una película es un hecho cuando, de hecho, es sólo invención.
Manuscrito de la Biblioteca Nacional: No hay que preguntar de que mal ha muerto el enfermo que hace caso de médicos bestias e ignorantes.
La American Psychological Association afirma que hostigamiento y abuso, asi como presión familiar, de compañeros y grupos religiosos ignorantes sobre y con prejuicios hacia los homosexuales, pueden causar altos niveles de estrés emocional para lesbianas, gays y bisexuales.
Un cielo en el que no se distinguen los iluminados de los ignorantes.
Los ignorantes piensan que no tiene relación lo uno con lo otro.
Contempla ahora ese callejón incongruente, hacinamiento de zahurdas, que no viviendas, vergonzoso vestigio de tiempos ignorantes y supersticiosos.
¡Extranjeros ignorantes! Y ya no dijo más.
¿Pero es que las religiones las conocían tampoco? ¿Eran racionales las explicaciones de los que creían en una Providencia amparadora de la injusticia, y en un plan de creación ideado por unos hebreos nómadas é ignorantes?.
Se agarró a la misma fe de las mujeres más ignorantes del pueblo.
¡Ah, el buen sentido de los simples! Él, con todas sus lecturas, no había previsto el peligro de enseñar a los ignorantes en unos cuantos meses lo que requería toda una vida de reflexión y estudio.
El peligro común, la miseria de las marchas interminables para burlar al enemigo, la escasez sufrida en los yermos y picachos que les servían de refugio, los igualaban a todos, entusiastas, escépticos e ignorantes.
Os han enseñado un origen del mundo mezquino y rudimentario, el que imaginaron unos cuantos judíos haraposos e ignorantes en un rincón del Asia, y que, escrito en un libro, ha sido aceptado hasta nuestros días.
Convénzase de que los ignorantes sabemos hilar las cosas cuando llega el caso.
Me imaginé que Castro Pérez era uno de esos abogados viejos, peritísimos en cuestiones de Jurisprudencia, pero en lo demás unos ignorantes de tomo y lomo, un señorón de aldea, pagado de su fama y de su ciencia, de esos que suspiran por todo lo antiguo, y que siempre están mal dispuestos para todo lo nuevo, un fantasmón iracundo, gruñón, de esos que ven con desconfianza a los jóvenes, y que se complacen en censurar a todas horas la educación enciclopédica de estos tiempos, la cual, si bien no produce sabios a granel no cría fátuos, como tantos viejos que yo conocía, encastillados en su saber hipotético, muy vanidosos y engreídos con su ciencia, ciencia exígua y mezquina que les conquista en el pópulo vil admiradores y monaguillos de amén que aprueban cuanto dicen los Sócrates de aldea, así suelten éstos el mayor disparate.
¿Dónde estaban ahora esos ignorantes capaces de asegurar que en la Bolsa se encuentra la ruina? Buenos ejemplos tenía a la vista para convencerse de su error.
José exclamó: ¡Vaya una barbaridad! ¡Ignorantes! ¡emplear dos conjunciones copulativas! Pero pedazos de animales, ¿no veis que la primera, naturalmente, junta las voces o cláusulas en concepto afirmativo y la segunda en concepto negativo? ¡Y que no tenga qué comer un hombre que podría enseñar la Gramática a todo Madrid y corregir estos delitos del lenguaje! ¿Por qué no me había de dar el Gobierno, vamos a ver, por qué no me había de dar el encargo, mediante proporcionales emolumentos, de vigilar los rótulos? ¡Zoquetes, qué multas os pondría! Pues también tú estás bueno: muy bien, señor mío.
Juan Pablo, lo que usted nos cuenta? ¿Lo cree usted así, o es que quiere entretenerse y divertirse con nosotros, ignorantes? Me ha llenado usted de dudas.
Quedé yo del caso como pasmado, el autor desabrido, los farsantes alegres, y el poeta mohino, el cual con mucha paciencia, aunque algo torcido el rostro, tomó su comedia, y encerrándosela en el seno, medio murmurando dijo: No es bien echar las margaritas a los puercos, y sin decir mas palabra, se fué con mucho sosiego: yo de corrido ni pude ni quise seguirle, y acertélo, a causa que el autor me hizo tantas caricias, que me obligaron a que con él me quedase, y en ménos de un mes salí grande entremesista y gran farsante de figuras mudas: pusiéronme un freno de orillos, y enseñáronme a que arremetiese en el teatro a quien ellos querian, de modo que como los entremeses solian acabar por la mayor parte en palos, en la compañía de mi amo acababan en zuzarme, y yo derribaba y atropellaba a todos, con que daba que reir a los ignorantes, y mucha ganancia a mi dueño.
Es pues el caso, que como me estaba todo el dia ocioso, y la ociosidad sea madre de los pensamientos, di en repasar por la memoria algunos latines que me quedaron en ella de muchos que oí cuando fuí con mis amos al estudio, con que a mi parecer me hallé algo mas mejorado de entendimiento, y determiné, como si hablar supiera, aprovecharme dellos en las ocasiones que se me ofreciesen, pero en manera diferente de la que se suelen aprovechar algunos ignorantes.
—¿Qué es ver a un poeta destos de la primera impresion, cuando quiere decir un soneto a otros que le rodean, las salvas que les hace, diciendo: vuesas mercedes escuchen un sonetillo que anoche a cierta ocasion hice, que a mi parecer, aunque no vale nada, tiene un no sé qué de bonito? Y en esto tuerce los labios, pone en arco las cejas, se rasca la faldriquera, y de entre otros mil papeles mugrientos y medio rotos, donde queda otro millar de sonetos, saca el que quiere relatar, y al fin le dice con tono melífluo y alfeñicado: si acaso los que le escuchan, de socarrones o de ignorantes no se le alaban, dice: o vuesas mercedes no han entendido el soneto, o yo no le he sabido decir, y así será bien recitarle otra vez, y que vuesas mercedes le presten mas atencion, porque en verdad en verdad que el soneto lo merece, y vuelve como primero a recitarle con nuevos ademanes y nuevas pausas.
—Ya sabemos aquí, dijo Cortadillo, señor Monipodio, qué quiere decir ansias, y para todo tenemos ánimos, porque no somos tan ignorantes, que no se nos alcance que lo que dice la lengua paga la gorja, y harta merced le hace el cielo al hombre atrevido, por no darle otro título, que le deja en su lengua su vida o su muerte, como si tuviese mas letras un no que un sí.
Pues, ¿qué si venimos a las comedias divinas?: ¡qué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas apócrifas y mal entendidas, atribuyendo a un santo los milagros de otro! Y aun en las humanas se atreven a hacer milagros, sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos llaman, para que gente ignorante se admire y venga a la comedia, que todo esto es en perjuicio de la verdad y en menoscabo de las historias, y aun en oprobrio de los ingenios españoles, porque los estranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos y disparates de las que hacemos.
Porque, ¿qué mayor disparate puede ser en el sujeto que tratamos que salir un niño en mantillas en la primera cena del primer acto, y en la segunda salir ya hecho hombre barbado? Y ¿qué mayor que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un lacayo rectórico, un paje consejero, un rey ganapán y una princesa fregona? ¿Qué diré, pues, de la observancia que guardan en los tiempos en que pueden o podían suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera se acabó en Africa, y ansí fuera de cuatro jornadas, la cuarta acababa en América, y así se hubiera hecho en todas las cuatro partes del mundo? Y si es que la imitación es lo principal que ha de tener la comedia, ¿cómo es posible que satisfaga a ningún mediano entendimiento que, fingiendo una acción que pasa en tiempo del rey Pepino y Carlomagno, el mismo que en ella hace la persona principal le atribuyan que fue el emperador Heraclio, que entró con la Cruz en Jerusalén, y el que ganó la Casa Santa, como Godofre de Bullón, habiendo infinitos años de lo uno a lo otro, y fundándose la comedia sobre cosa fingida, atribuirle verdades de historia, y mezclarle pedazos de otras sucedidas a diferentes personas y tiempos, y esto, no con trazas verisímiles, sino con patentes errores de todo punto inexcusables? Y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías.
Y para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos y discretos, y con otros ignorantes, que sólo atienden al gusto de oír disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación, pero, con todo esto, no he proseguido adelante, así por parecerme que hago cosa ajena de mi profesión, como por ver que es más el número de los simples que de los prudentes, y que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros.
Y diga cada uno lo que quisiere, que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos.
El cual quiso Cide Hamete Benengeli declarar luego, por no tener suspenso al mundo, creyendo que algún hechicero y extraordinario misterio en la tal cabeza se encerraba, y así, dice que don Antonio Moreno, a imitación de otra cabeza que vio en Madrid, fabricada por un estampero, hizo ésta en su casa, para entretenerse y suspender a los ignorantes, y la fábrica era de esta suerte: la tabla de la mesa era de palo, pintada y barnizada como jaspe, y el pie sobre que se sostenía era de lo mesmo, con cuatro garras de águila que dél salían, para mayor firmeza del peso.
Pues, señor doctor Pedro Recio de Mal Agüero, natural de Tirteafuera, lugar que está a la derecha mano como vamos de Caracuel a Almodóvar del Campo, graduado en Osuna, quíteseme luego delante, si no, voto al sol que tome un garrote y que a garrotazos, comenzando por él, no me ha de quedar médico en toda la ínsula, a lo menos de aquellos que yo entienda que son ignorantes, que a los médicos sabios, prudentes y discretos los pondré sobre mi cabeza y los honraré como a personas divinas.
Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos.
Los libros que están impresos con licencia de los reyes y con aprobación de aquellos a quien se remitieron, y que con gusto general son leídos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalmente, de todo género de personas, de cualquier estado y condición que sean, ¿habían de ser mentira?, y más llevando tanta apariencia de verdad, pues nos cuentan el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, punto por punto y día por día, que el tal caballero hizo, o caballeros hicieron.

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