Ejemplos con hazaña

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡La rueda! ¡El eterno recomenzar de las cosas! ¡Y todas las criaturas del rebaño humano cambiando de aprisco, pero jamás de pastores! ¡y los pastores siempre eran los mismos, los muertos, los primeros que pensaron, y cuyo pensamiento primordial fue como el puñado de nieve que rueda y rueda por las pendientes, agrandándose, llevando adherido en su pegajosidad todo cuanto encuentra al paso! Los hombres, orgullosos de su progreso material, de los juguetes mecánicos inventados para su bienestar, se creían libres, superiores al pasado, emancipados de la servidumbre original, ¡y todo cuanto decían se había dicho centenares de siglos antes, con diversas palabras! Sus pasiones eran las mismas, sus pensamientos, que consideraban propios, eran destellos y reflejos de otros pensamientos remotos, y todos los actos que tenían por buenos o malos merecían esta clasificación inmutable, porque así lo habían decidido los muertos, los tiránicos muertos, a los que el hombre tendría que matar de nuevo si deseaba ser libre realmente ¿Quién llegaría a realizar esta gran hazaña libertadora? ¿Qué paladín tendría fuerzas suficientes para matar al monstruo que pesaba sobre la humanidad, enorme y abrumador, como los dragones de las leyendas que guardaban bajo su corpachón inútiles tesoros?.
Febrer era el único que no parecía entusiasmado por esta hazaña galante del verro.
El viejo Desnoyers se irritó al conocer la última hazaña de su hijo.
¡Gloriosa hazaña! Tú, mientras tanto, estarás en tierra, rico y seguro ¿Y qué vas a hacer en tierra, cobarde?.
Además, le pareció un digno final de su hazaña ofrecer a los enemigos, si es que le seguían, la ocasión favorable de atacarle en los muelles desiertos.
De seguir su marcha, sin temor a intrigas de la corte bizantina que dejaban a sus espaldas, tal vez hubiesen repetido la hazaña de los cruzados, entrando en Palestina por el Norte.
Creyó que los grupos populares que pasaban dando vivas detrás de las banderas iban a adivinar su hazaña, cayendo sobre él.
Y ensalzó la inaudita hazaña de este jefe de familia.
¿No sabes la última hazaña de ese pillín? No la sabrás: todo Bilbao habla de ella, pero a las minas no llegan estas cosas.
¡Vaya una hazaña de hombre la suya! Todas las perrerías de él y los demás vecinos sólo habían servido para quitar la vida a un pobre chicuelo.
El tío Frasquito no podía ya con las piernas, y esforzábase en vano por discurrir algo parecido a la hazaña de Churruca en Trafalgar, cuando privado también de una de las suyas por una bala de cañón, siguió mandando el combate desde el puente del navío metido en un tonel de afrecho.
Los agresores huían, se desbandaban, y arrepentidos de su hazaña al verse solos, pensaban aterrados, con el fácil cambio de impresiones de la infancia, en aquel pájaro que lo sabía todo y en lo que les guardaba don Joaquín para et día siguiente.
Una cena que fuese digno final de la hazaña, pues en la misma noche seguramente quedaría terminada la apuesta venciendo al otro hermano.
Su hazaña de la taberna había modificado su carácter, antes pacífico y sufrido, despertando en su interior una brutalidad agresora.
Andresito vio cómo se alejaban los dos viejos, mostrando una nueva cara por el revés chamuscado de su pantalón, riendo su postrera hazaña, dándose besos y abrazos para afirmar la fraternidad del cafetín y hablando a gritos para que quedase bien sentado que la casa grande era una cueva de ladrones, y ellos, desengañados, se retiraban a la vida privada.
¿Por qué lo que no se tiene se desea, y lo que se tiene se desprecia? Cuando ella salió del convento con corona de honrada para casarse, cuando llevaba mezcladas en su pecho las azucenas de la purificación religiosa y los azahares de la boda, parecíale al Delfín digna y lucida hazaña arrancarla de aquella vida.
La hazaña le valió la gran cruz de Isabel la Católica.
Barbacana no se opuso a la hazaña, al contrario, pasó a otra estancia y volvió con un haz de junquillos, palos y bastones.
Indudablemente, a juzgar por las huellas de todo el camino, el cadáver habia sido llevado a rastra desde la Sierra, pero no se sabía quién era el autor de tal hazaña, ni nadie se presentó a reclamar el anunciado premio.
En fin, fué aquello una importante hazaña de nuestra marina.
—Pues que Dios nos ha hecho tan gran merced en darnos tanta riqueza, no quiero corresponderle con ánimo cruel y desagradecido, ni es bien que lo que puedo remediar con la industria, lo remedie con la espada, y así soy de parecer que ningun cristiano católico muera, no porque los quiero bien, sino porque me quiero a mí muy bien, y querria que esta hazaña de hoy ni a mí ni a vosotros, que en ella me habeis sido compañeros, nos diese, mezclado con el nombre de valientes, el renombre de crueles, porque nunca dijo bien la crueldad con la valentía: lo que se ha de hacer es que toda la artillería de un navío destos se ha de pasar a la gran nave portuguesa, sin dejar en el navío otras armas ni otra cosa mas del bastimento, y no alejando la nave de nuestra gente, la llevaremos a Ingalaterra, y los españoles se irán a España.
Dificultaban el modo que se tendria para intentar tan dificultosa hazaña, y habiendo entrado en bureo muchas veces, convinieron en esto: que fingiendo Loaysa, que así se llamaba el virote, que iba fuera de la ciudad por algunos dias, se quitase de los ojos de sus amigos, como lo hizo, y hecho esto, se puso unos calzones de lienzo limpio, y camisa limpia, pero encima se puso unos vestidos tan rotos y remendados, que ningun pobre en toda la ciudad los traia tan astrosos: quitóse un poco de barba que tenia, cubrióse un ojo con un parche, vendóse una pierna estrechamente, y arrimándose a dos muletas, se convirtió en un pobre tullido, tal que el mas verdadero estropeado no se le igualaba.
—¡Válame Dios! dijo Cornelia, grande es, señor, vuestra cortesía, y grande vuestra confianza: ¿cómo? y ¿tan presto os habeis arrojado a emprender una hazaña llena de inconvenientes? y ¿qué sabeis vos, señor, si os lleva mi hermano a Ferrara, o a otra parte? pero donde quiera que os llevare, bien podeis hacer cuenta que va con vos la fidelidad misma, aunque yo como desdichada en los átomos del sol tropiezo, de cualquier sombra temo, y ¿no quereis que tema, si está puesta en la respuesta del duque mi vida o mi muerte, y qué sé yo, si responderá tan atentamente, que la cólera de mi hermano se contenga en los límites de su discrecion? y cuando así no salga, ¿paréceos que tiene flaco enemigo? y ¿no os parece que los dias que tardáredes he de quedar colgada, temerosa y suspensa, esperando las dulces o amargas nuevas del suceso? ¿Quiero yo tan poco al duque, o a mi hermano, que de cualquiera de los dos no tema las desgracias y las sienta en el alma?.
Y es de saber que, llegando a este paso, el autor de esta verdadera historia exclama y dice: ¡Oh fuerte y, sobre todo encarecimiento, animoso don Quijote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nuevo don Manuel de León, que fue gloria y honra de los españoles caballeros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles? Tú a pie, tú solo, tú intrépido, tú magnánimo, con sola una espada, y no de las del perrillo cortadoras, con un escudo no de muy luciente y limpio acero, estás aguardando y atendiendo los dos más fieros leones que jamás criaron las africanas selvas.
Calla, te digo otra vez, Sancho dijo don Quijote, porque te hago saber que no sólo me trae por estas partes el deseo de hallar al loco, cuanto el que tengo de hacer en ellas una hazaña con que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra, y será tal, que he de echar con ella el sello a todo aquello que puede hacer perfecto y famoso a un andante caballero.
Y ¿es de muy gran peligro esa hazaña? preguntó Sancho Panza.
Dio los escudos Sancho, unció el carretero, besó las manos el leonero a don Quijote por la merced recebida, y prometióle de contar aquella valerosa hazaña al mismo rey, cuando en la corte se viese.
No debo más, y encantos afuera, y Dios ayude a la razón y a la verdad, y a la verdadera caballería, y cierra, como he dicho, en tanto que hago señas a los huidos y ausentes, para que sepan de tu boca esta hazaña.
Tapaos, Sancho, y subid, Sancho, que quien de tan lueñes tierras envía por nosotros no será para engañarnos, por la poca gloria que le puede redundar de engañar a quien dél se fía, y, puesto que todo sucediese al revés de lo que imagino, la gloria de haber emprendido esta hazaña no la podrá escurecer malicia alguna.
Llegóse a mí, y lo primero que hizo fue abrazarme estrechamente, y luego decirme: Luengos tiempos ha, valeroso caballero don Quijote de la Mancha, que los que estamos en estas soledades encantados esperamos verte, para que des noticia al mundo de lo que encierra y cubre la profunda cueva por donde has entrado, llamada la cueva de Montesinos: hazaña sólo guardada para ser acometida de tu invencible corazón y de tu ánimo stupendo.

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