Ejemplos con garganta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La nuez le sobresalía de modo pavoroso, como si los consonantes, contenidos y atragantados, le hicieran bulto desde dentro de la garganta y le fueran a estrangular.
Poco después halló voz en su garganta, y dijo: Señores diputados.
La risa de la anémica se volvió tos, una tosecilla que le rascaba la garganta y la sofocaba, obligándola a sentarse en un banco rústico de los muchos que en el parque había.
Lucía quiso hablar, pero parecíale que un dogal muy suave, de seda, se ceñía a su garganta, estrangulándola cada vez más.
Miró al trasluz el líquido topacio del Jerez, y cerró los ojos al beberlo, afirmando que le cosquilleaba en la garganta.
La sed, una sed infernal, le desgarraba las entrañas, le oprimía la garganta y hacía arder su boca.
Y al tener de repente la visión clara de su desgracia, al pensar en el pobre Pascualet, que a tales horas estaba aplastado por una masa de tierra húmeda y hedionda, rozando su blanca envoltura con la corrupción de otros cuerpos, acechado por el gusano inmundo, él, tan hermoso, con aquella piel fina por la que resbalaba su callosa mano, con sus pelos rubios que tantas veces había acariciado, sintió como una oleada de plomo que subía y subía desde el estómago a su garganta.
Su voz tornóse fosca, como si todo el alcohol que hinchaba su estómago hubiese subido en oleada ardiente a su garganta.
Ya sabía quién le apretaba con tanta crueldad la garganta.
Oyeme: este pobre corazón mío, no había amado nunca: llegué a esta casa y me hablaron de tí, me dijeron que eras huérfano, huérfano como yo, y me fuiste simpático, y me dijeron que eras bueno, muy bueno, y me interesé por tí, leí tus cartas, vi tu retrato, y hallé que eras como yo te había soñado, viniste, y me estremecí al oir tu voz, me hablaste ¿te acuerdas? y se ahogó la voz en mi garganta, y palpitó mi corazón trémulo de amor.
¡Brava manera de masticar! Confesaban que la comida les subía ya a la garganta, pero a pesar de esto, era tan excelente la carne tierna y jugosa, con su corteza tostada crujiendo entre los dientes, que todos despacharon su ración, masticando con lentitud y emprendiéndola después con los huesos.
Fue un momento, un momento de vértigo nada más, pero en tan corto espacio creyó que la habitación danzaba como una peonza, que el techo descendía hasta apoyar en su cabeza su peso irresistible, vio obscuridad y luces a un mismo tiempo, experimentó frío y calor, sintió una bola extraña que se le atascaba en la garganta, y en un instante pasaron por su imaginación, como relámpagos lívidos, todas las escenas de novela que había leído, con sus terribles descubrimientos y sorpresas aplastantes.
Aire espacio libertad, se ahogaba en las calles tortuosas, con sus paredes que parecían aproximarse para cerrarle la marcha, necesitaba horizontes inmensos, para no creerse aplastado, para poder ensanchar sus pulmones y arrojar la cruel madeja de suspiros que se apelotonaba en su garganta.
Al alejarse el tierno grupo, las lágrimas habían asomado a sus ojos, y no hacía ningún esfuerzo por contenerlas, sintiendo al llorar una sensación voluptuosa, como si sus pulmones, con extraordinaria dilatación, hubiesen expelido aquel nudo que le oprimía la garganta.
Pasando con desdén por junto a los espiritistas, se sentaba en el círculo de los empleados, oyendo más bien que hablando, y permitiéndose hacer tal cual observación con voz de ultratumba, que salía de su garganta como un eco de las frías cavernas de una pirámide egipcia.
Después de llamar como unas tres veces, fue a llamar la cuarta, y aquello sí era grave, no tenía voz, no le sonaba la voz, se le quedaba la intención de la palabra en la garganta sin poderla pronunciar.
¡Quién sabe!se dejó decir la joven, sintiendo que se le apretaba la garganta.
Eso es decirme que soy un trasto, que yo no puedo ser honrada aunque quiera ¡Cómo me requemaba oyendo esto y cómo me requemo ahora mismo! Se me aprieta la garganta, y los ojos se me llenan de lágrimas.
La onda crecía, la sintió pasar por la garganta y subir, subir siempre.
Las lágrimas salían a sus ojos, y el nudo de la garganta volvió a apretársele de un modo horrible.
No sabía qué contestar, y sentía que se le apretaba la garganta.
Salían de su garganta las palabras como el acento de un impúber.
De la oprimida garganta del desdichado joven salía un gemido, estertor de asfixia.
Le amargaba extraordinariamente la boca, y su voz ahilada salía de la garganta con interrupciones y síncopas como la de un asmático.
Los gruesos labios le relucían con la pringue, y esta se le escurría por las comisuras de la boca formando un hilo corriente, que hubiera descendido hasta la garganta si los cañones de la mal rapada barba no lo detuvieran.
Lo que yo le decía a ustedobservó doña Lupe casi sin poder hablar, con la alegría atravesada en la garganta.
Contempló Barbarita sin decir palabra al que le presentaban como nieto, y después miró a su nuera, que estaba en ascuas, con un nudo muy fuerte en la garganta.
Durante un rato estuvo la dama silenciosa, sintiendo que se le hacía en la garganta el nudo aquel, síntoma infalible de las grandes penas.
Jacinta, ponme un pañuelo de seda en la garganta Chica, no aprietes tanto que me ahogas Quita, quita, tú no sabes.
La voz se ahogó en su garganta y rompió a llorar desconsoladamente.

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