Ejemplos con enseñó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mi padre se la había entregado a la duquesa, y ella me la enseñó.
También me enseñó algo de francés.
Un autor dice que San Ambrosio enseñó a la lengua latina a orar.
El griego me lo enseñó un opositor a cátedras, y muy rápidamente, con gran sorpresa mía.
Por las trazas te enseñó a falsificar la honradez como él habrá falsificado comestibles.
Mi padreexclamó en voz alta, y con más de doscientos sollozos atravesados en la laringees honrado, y me enseñó a que también lo fuese.
Miranda le enseñó los puños, y un sentimiento de impotente y fría rabia apoderose de su espíritu.
la practica, es decir, como él la enseñó, y no como la practican en todas partes.
Y luego, ¿qué he de saber yo, sin más dibujo que el que me enseñó el señor Mazuchellí, ni más colores que estos tan pálidos que saco de mí misma?.
En el lado opuesto, el misterioso pastor de las Navas que enseñó a los cristianos el camino de la victoria, desapareciendo después como un enviado divino: imagen de mísero villano, con el rostro achatado cubierto por un grosero capuchón.
¿Y esto quién lo hizo sino España, aquella España árabe-hebreo-cristiana de los Reyes Católicos? El Gran Capitán enseñó al mundo el arte de guerrear moderno, Pedro Navarro fue un ingeniero asombroso, las tropas españolas las primeras en usar las armas de fuego, creándose así la infantería, que democratizó la guerra, dando superioridad al pueblo sobre los nobles jinetes cubiertos de hierro.
A Luna le enseñó el una carabina, legada por el ex guardia civil a la sacristía como recuerdo de sus años de servicio.
El marqués de Sabadellprosiguió Currita, dejando caer lentamente las palabrasme enseñó aquel ramito de camelias que hace tiempo ¡Es un delicioso! Si manda usted a la una parecida, no habrá regalo que la iguale.
En cambio me enseñó cuanto ella sabía, y mi padre me consideraba como un portento precoz, como una sabia pequeñuela.
La portera me la enseñó estando en su balconcito, con una bata muy lujosa, que bien puedo decir que me la ha robado a mí.
Severiana la enseñó como un trofeo, reventando de orgullo.
Olmedo, que iba conmigo, me le enseñó.
La recogida enseñó a las madres su hombro manchado de mantillo.
En poco tiempo le enseñó todas las fórmulas que se usan en una visita de cumplido, cómo se saluda al entrar y al despedirse, cómo se ofrece la casa y otras muchas particularidades del trato fino.
Por toda contestación, la rapaza le enseñó medio palmo de lengua, plegando los ojos y haciendo unas muecas de careta fea de lo más estrafalario y grotesco que se puede imaginar.
Después, viendo que su galantería no era estimada, le enseñó la lengua.
Una pues de esta nacion, jitana vieja, que podia ser jubilada en la ciencia de Caco, crió una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso por nombre Preciosa, y a quien enseñó todas sus jitanerías y modos de embelecos y trazas de hurtar.
La Carducha, que vió que en irse Andres se le iba la mitad de su alma, y que no le quedaba tiempo para solicitar el cumplimiento de sus deseos, ordenó de hacer quedar a Andres por fuerza, ya que de grado no podia: y así con la industria, sagacidad y secreto que su mal intento le enseñó, puso entre las alhajas de Andres, que ella conoció por suyas, unos ricos corales, y dos patenas de plata con otros brincos suyos, y apénas habian salido del meson, cuando dió voces diciendo que aquellos jitanos le llevaban robadas sus joyas, a cuyas voces acudió la justicia y toda la gente del pueblo.
—No es mi corte desa manera, respondió el menor, sino que mi padre por la misericordia del cielo es sastre y calcetero, y me enseñó a cortar antiparas, que como vuesa merced bien sabe, son medias calzas con avanpiés, que por su propio nombre se suelen llamar polainas, y córtolas tan bien, que en verdad que me podria examinar de maestro, si no que la corta suerte me tiene arrinconado.
—Allá irás, mentecato, trovador de Júdas, que pulgas te coman los ojos, y ¿quién diablos te enseñó a cantar a una fregona cosas de esferas y de cielos, llamándola lúnes, mártes y ruedas de fortuna? Dijérasla, noramala para tí y para quien le hubiera parecido bien tu trova, que es tiesa como un espárrago, entonada como un plumaje, blanca como una leche, honesta como un fraile novicio, melindrosa y zahareña como una mula de alquiler, y mas dura que un pedazo de argamasa, que como esto le dijeras, ella lo entendiera, y se holgara, pero llamarla embajador, y red, y moble, y alteza, y bajeza, mas es para decirlo a un niño de la doctrina, que a una fregona: verdaderamente que hay poetas en el mundo, que escriben trovas que no hay diablo que las entienda, yo a lo ménos aunque soy Barrabas, estas que ha cantado este músico, de ninguna manera las entiendo: miren qué hará Costancica, pero ella lo hace mejor, que se está en su cama haciendo burla del mismo Preste Juan de las Indias: este músico a lo ménos no es de los del hijo del corregidor, que aquellos son muchos, y una vez que otra se dejan entender, pero este, voto a tal, que me deja mohino.
Digo pues que mi amo me enseñó a llevar una espuerta en la boca, y a defenderla de quien quitármela quisiese: enseñóme tambien la casa de su amiga, y con esto se escusó la venida de su criada al matadero, porque yo le llevaba las madrugadas lo que él habia hurtado las noches: y un dia, que entre dos luces iba yo diligente a llevarle la porcion, oí que me llamaban por mi nombre desde una ventana, alcé los ojos, y vi una moza hermosa en estremo, detúveme un poco, y ella bajó a la puerta de la calle, y me tornó a llamar: lleguéme a ella como si fuera a ver lo que me queria, que no fué otra cosa que quitarme lo que llevaba en la cesta, y ponerme en su lugar un chapin viejo: entónces dije entre mí: la carne se ha ido a la carne.
Mucho sabes, Cipion, ¿quién diablos te enseñó a tí nombres griegos?.
Y así, las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra, a los hombres de buena voluntad, y a la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favoridos, fue decirles que cuando entrasen en alguna casa, dijesen: Paz sea en esta casa, y otras muchas veces les dijo: Mi paz os doy, mi paz os dejo: paz sea con vosotros, bien como joya y prenda dada y dejada de tal mano, joya que sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno.
Pero el generoso león, más comedido que arrogante, no haciendo caso de niñerías, ni de bravatas, después de haber mirado a una y otra parte, como se ha dicho, volvió las espaldas y enseñó sus traseras partes a don Quijote, y con gran flema y remanso se volvió a echar en la jaula.
Sucedió, pues, que de unos cristianos ya libres que venían de Berbería compró aquel mono, a quien enseñó que, en haciéndole cierta señal, se le subiese en el hombro y le murmurase, o lo pareciese, al oído.

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