Ejemplos con enriquecían

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las comunidades se enriquecían continuamente en más miembros y gracia divina.
A mediados de esa década, los dueños de las compañías mineras eran los que se enriquecían.
Salvo en Mansfield Park, tampoco se hacen referencias a las colonias, aún siendo esto común en las novelas de la época, en la que algunos personajes eran enviados a ellas, donde se enriquecían, y volvían con aventuras exóticas que narrar.
Basta a nuestro propósito decir que según iban los reyes ganando tierras en la reconquista, a medida que magnates, nobles, abades y prelados se enriquecían, despertaba en ellos el amor del lujo, una de cuyas primeras consecuencias es el desarrollo y florecimiento de las artes: y claro está que entonces, como siempre, lo que unos hicieron por vanidad y ostentación, otros lo harían por buen gusto y delicadeza de sentimientos.
No creo con usted que fuimos a evangelizar y cometer desafueros, sino a sacar oro, fuimos a sacar oro, que pasaba luego a Flandes, donde trabajaban para nosotros y a nuestra costa se enriquecían con su trabajo.
Estaban persuadiendo a una hermosa mujer que la enriquecían y.
Los gastos aumentan al doble y al triple, aunque a él le era imposible aumentar en la misma proporción el tamaño de sus coles, como tampoco impedir el creciente número de competidores, ni que se elevasen los precios, por lo que, mientras a su alrededor todos se enriquecían, él se empobrecía, siendo imposible, por más que se devanara los sesos, hallar modo de remediarlo.
Cuatro hornos de ladrillos se habían instalado y no daban abasto, dos carniceros se disputaban las pocas vacas gordas que mantenía don Jerónimo en su estancia, los herreros y los carpinteros se enriquecían, los boliches se multiplicaban, venía gente de todas partes, a poblar, a poner algún negocio, atraída por la prosperidad creciente del ya nombrado pueblo.
Dejó pasar así algunos meses, el tiempo de acriollarse algo, de conocer un poco el país, de oír hablar de otros vascos que se enriquecían afuera, en la Pampa, criando ovejas o vacas.
Las esposas, las doncellas y los mancebos añadían de cuando en cuando resina de chaquino, cortezas de estoraque y otras sustancias olorosas que, consumidas en pocos segundos por las brasas, enriquecían el ambiente de exquisito perfume.
Por el momento, en mis charlas con los redactores del órgano oficioso de la tarde y el oficial de la mañana, traslucí una cosa que acabó de darme mala espina: Los diarios de oposición se enriquecían, mientras que los nuestros vivían apenas de las subscripciones gubernativas, y para circular un poco tenían que enviarse casi gratuitamente a correligionarios y empleados públicos, esto tenía dos explicaciones: o estaban administrados y dirigidos por gente demasiado ávida de dinero, a la que nada bastaba, o el soberano público se mostraba para con ellos de un desdén desesperante.
¿Habían salido, acaso, para fundar una miserable aldea, en regiones desiertas, incomunicada con el resto del mundo? ¿No iban a la conquista de una ciudad henchida de tesoros? ¿Habrían de quedarse allí, mano sobre mano, mientras sus compañeros de armas se enriquecían en cualquiera de los otros rincones del Perú? ¡Ni siquiera tenían para hacer menos triste su destierro las hermosas indias de que hablaba Bohórquez, pues no había vuelto a aparecer una sola por aquellos parajes!.
Continuó siempre haciendo todo obsequio y respetando a Cabrias, no sólo durante su vida, sino aun después de muerto, interesándose por sus deudos y tomando empeño en formar a la virtud a su hijo Ctesipo, y aunque le vio medio falto y terco, no se dio con todo por vencido, sino que procuró corregirle y ocultar sus defectos, sólo se dice que una vez, incomodándole en el ejército este joven, y molestándole con preguntas y consejos intempestivos, como quien pretendía enseñarle y tomar mejores disposiciones de guerra, exclamó: “¡Oh Cabrias, Cabrias, bien te pago la amistad que me mostraste, aguantando a tu hijo!” Como viese que los que manejaban entonces los negocios públicos se habían repartido como por suerte el mando militar y la tribuna, no haciendo unos más que hablar al pueblo y escribir, que eran Eubulo, Aristofonte, Demóstenes, Licurgo e Hipérides, y que Diopites, Menesteo, Leóstenes y Cares se enriquecían con mandar los ejércitos y hacer la guerra, formó el designio de restablecer en cuanto de él dependiese el modo de gobernar de Pericles, de Aristides y de Solón, como más completo, y que abrazaba ambos objetos.
Los dedos convulsos que lo abrieron recorrían con febril ansiedad las doradas páginas, estropeando impíamente los tesoros de arte y de talento que las enriquecían.
se enriquecían, gozaban y morían satisfechos y.

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