Ejemplos con enjugaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al encontrarse las dos amigas en mitad del carrejo, enzarzáronse en un abrazo, tan íntimo y apretado, que parecía una «engarra», se comían a besos, y entre beso y beso se decían las mayores atrocidades, llegó Lita con su abuelo, y se repitió la escena, hasta que acabó la de Robacío por fijarse en mí y rompió a llorar por el difunto, de tan buena gana, que parecía no haber consuelo para ella, mientras su marido, que ya me había saludado, hacía sus correspondientes pucheros, y se enjugaban los ojos con los delantales Lita y su madre, que eran de suyo muy tiernas de corazón y pegajosas de las lágrimas. Acabóse el estrépito, por la virtud de un conjuro mío, con la misma rapidez con que se había desatado, y nos fuimos hacia la salona todos juntos y en santa paz, aunque no en silencio. Al llegar Neluco, otro estampido de su hermana, que no cerró boca en toda la noche ni quiso salir de la casona desde que supo el trajín que había en ella. Cabalmente se perecía por esas cosas, y la mataba la quietud. Por otra parte, los caminos no estaban muy apetecibles que dijéramos, para que una mujer de sus carnes se aventurara a pisarlos de noche sin una gran necesidad, amén de que ella no había de causar apuros ni extorsiones en la casa, porque bien sabía Mari Pepa que, en juntándose las dos, siempre hacían «cama redonda».
Y era que había dado en andar distraído con mujeres y juegos, y lo cierto de todo, que no tenía amor, con que llegaron a ser mis ahogos y tormentos de tanto peso, que de día ni de noche se enjugaban mis tristes ojos, de manera que no fue posible encubrírselo a Leonisa, aquella doncella con quien profesaba tanta amistad, que sabidas debajo de secreto mis tragedias, y quién era, quedó fuera de sí.
Algunas señoras se enjugaban una lágrima compasiva.
Por sentado, que jamás les faltaba de las manos el rico pañuelo blanco de cambray, tan leve y tan trasparente como un tul, con el que a cada instante se enjugaban los labios con la más repelente afectación.

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