Ejemplos con engreimiento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En este caso, el foco está puesto en los falsos intelectuales, personajes jactanciosos que alcanzaban con facilidad el prestigio y el reconocimiento pero que, bajo la superficie de sus escritos, sólo ostentaban afectación y engreimiento, aprovechándose de la candidez y presunción de una clientela de mujeres que pretendían convertirse en sabias y a lo sumo se recibían de sabihondas.
Y termina con las citadas afirmaciones sobre su pretendida envidia y su morboso engreimiento.
para llevar un rayo de la verdad, sin embargo desesperada, en un debate caracterizado por la confusión, la negación, el engreimiento y una auto-indulgencia suicida.
Sus novelas capturan la atmósfera del lado oscuro y pobre de las ciudades y están liberadas del habitual naturalismo por su visión del engreimiento, la gracia e inagotables anhelos de sus personajes.
Pero ¡ni lo bueno es nuevo, ni lo nuevo es bueno! Sí, joven, no hay que tomarlo a broma o a engreimiento mío con las cosas antiguas: en esos pesados volúmenes está la ciencia, la verdadera ciencia.
Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus ojos: el engreimiento no se le borró del alma.
No podía desconocer la verdad de las observaciones de Viodal, aunque su engreimiento amoroso no las hubiese previsto, ni quisiese aceptarlas, aun tocándolas con las manos, en vez de revolverse ella contra los hechos, los hechos sordos y fatales se volvían -cosa bien natural, aunque ilógica- contra el que se los denunciaba implacablemente.
Cada cual se alababa a sí propio con admirable satisfacción y engreimiento.
? Y tragedias leídas en los periódicos, historias de asesinatos cometidos por criminales que se desvanecen como el humo, sin dejar huella alguna, ocurrían a la imaginación de la doncella leal, que compartía con la atrevida amazona, desde hacía cinco años, las emociones del riesgo, el engreimiento de los aplausos.
Después de esta victoria sobre los Samios, dice Ion que estaba lleno de orgullo, porque Agamenón había necesitado diez años para tomar una ciudad bárbara, y él en nueve meses había reducido a los primeros y más poderosos de los Jonios, y en verdad que no era injusto este engreimiento, porque esta guerra fue de gran incertidumbre y muy peligrosa, si, como dice Tucídides, estuvo en poco el que la ciudad de Samo despojara del imperio del mar a los Atenienses.
Fue tan grande con esto el engreimiento de los soldados de Alcibíades, y salieron tanto de sí, que tenían a menos el reunirse con los demás soldados: ¡con los que muchas veces han sido vencidos- decían- los que son invictos todavía! Porque no mucho antes había sucedido que derrotado Trasilo en las inmediaciones de Éfeso, se había erigido por los Efesios un trofeo de bronce en oprobio de los Atenienses.
¡Qué va a ser eso señor, si es como rejusiléo en tiempo de seca! Ni tampoco vaya a creerla tan de una vez amarga a mi hija, patrón -agregó con el ciego engreimiento de los padres-, que sea capaz de abrirle el pingo así no más a cualquiera.
Algo así como remilgo, monada, engreimiento.
Sor Isabel registró más de una vez la Biblia y el Flos Sanctorum para leer la historia de aquellas heroínas, de aquellas reinas, de aquellas esposas, de aquellas madres de familia con quienes se veía comparada, y, por resultas de tales estudios, el engreimiento, la ambición, la curiosidad de mayor vida germinaron en su imaginación con tanto ímpetu, que su director espiritual se vio precisado a decirle muy severamente que «el rumbo que tomaban sus ideas y sus afectos era el más a propósito para ir a parar en la condenación eterna».
Yo, firme, yo, revestida de frialdad, porque si le mostrara cariño, ¡cuál no sería su engreimiento y mi humillación!.
El torbellino del mundo, la debilidad de la naturaleza humana, el engreimiento que dan la lisonja y el aplauso, me han puesto a mí mismo en contradicción con las leyes divinas y humanas que adoro y acato.
No había ilusión juvenil, no había engreimiento amoroso que pudiesen velar la perspectiva terrible y descarnada del porvenir.
La instalación era fastuosa hasta rayar en insensata, pero Felipe María, con el engreimiento del amor, que hace olvidar las consideraciones del orden práctico, lo aprobó todo, todo lo encontró de perlas, y, sin rechistar, dio a Miraya letras contra su banquero en París, ordenando además a este que abriese crédito en Mónaco, a fin de no tener ni la molestia de escribir pidiendo remesas de fondos cuando hiciesen falta.
Pero Epaminondas, prefiriendo a su propia gloria el salvar a Pelópidas, y temiendo no fuera que, si las cosas se revolvían, Alejandro en un acceso de desesperación se convirtiese a la manera de las fieras, contra aquel, iba conllevando la guerra y como tomando rodeos, así, con las disposiciones y la vigilancia hizo también que el tirano se preparara y estuviese en inquietud, mas de manera que no se debilitara su confianza y engreimiento, ni se inflamara su cólera y aspereza.
Captóse, pues, al punto el favor de la muchedumbre, porque su carácter tenía cierto atractivo, siendo de los que se plegan y, de los que seducen a gentes que gustan de que se les adule, así trajo y puso fácilmente de su parte a aquellos que repugnaban la gravedad de Dion como modesta y desagradable por el orgullo y engreimiento que les había dado la victoria, queriendo ser lisonjeados como libres aun antes de serlo.
Descubríase también la incomodidad que en el pecho sufría, y en general se observaba que no se hallaba mejor de cuerpo que de espíritu, sin embargo, la gracia y engreimiento de su belleza no se habían apagado enteramente, sino que por en medio de aquel lastimoso estado penetraban y resplandecían, mostrándose en los movimientos del rostro.
Al que empieza y siente los estímulos de la ambición se le ha de permitir el envanecerse y jactarse hasta cierto punto con la gloria que resulta de las acciones distinguidas, ya que las virtudes que nacen y empiezan a arrojar pimpollos en los que son de esta índole, y sus buenas disposiciones, se fortifican, como dice Teofrasto, con alabanzas, y crecen para en adelante a la par de su noble engreimiento, pero lo demasiado, si siempre es peligroso, en la ambición de mando es una absoluta perdición.
La muerte de Demóstenes en la isla Calauria y la de Hipérides cerca de Cleons, de las que hemos hablado en otra parte, casi engendraron amor y deseo en los Atenienses de Alejandro y de Filipo, y lo que después, por haber muerto Antígono y haber empezado los que le mataron a mortificar y afligir a los pueblos, dijo en Frigia un rústico, que, como cavase en un campo y le preguntasen qué hacía, respondió: “Busca a Antígono”, esto mismo les ocurría decir a muchos, acordándose de que el engreimiento de aquellos reyes tenía cierta elevación, y se dejaba fácilmente doblar, y no como Antípatro, que, bajo la apariencia de un particular con lo pobre de su manto y con la sencillez de su tenor de vida, quería disimular su poder, y por lo mismo se hacía más insufrible a los que atormentaba, siendo un ruin, déspota y tirano.
Dícese que pidiéndole en una ocasión dinero uno de sus amigos, mandó que se le diera, y respondiendo el mayordomo que no tenía, “¿Qué dices? -le replicó-, ¿no tienes tampoco un vaso o una ropa?” Su engreimiento de ánimo, la ostentación de su riqueza y el servicio y aparato relativo a su persona eran de más boato de lo que a un particular correspondía, y entonces, imitando la grandeza y majestad de un rey, con mucho cuidado, pero sin ninguna gracia, en sólo lo extravagante y que más daba en ojos, no le granjeaba este porte más que sospechas y envidia, tanto, que el padre le dijo en una ocasión: “Dame, hijo, el gusto de valer menos”.
Bajaba el ejército hacía el mar, y le pareció a Cimón obra muy ardua contenerle en su marcha y hacer que los Griegos acometieran a unos hombres que venían de refresco y eran en gran número, con todo, viendo a éstos muy alentados y resueltos con el ardor y engreimiento que da la victoria a arrojarse en unión sobre los bárbaros, a la infantería, que todavía estaba caliente del combate naval, la hizo que cargase con ímpetu y algazara, y resistiendo y defendiéndose por su parte los Persas, no sin bizarría, se trabó una muy reñida batalla.
Sin embargo, en éste lo que principalmente se llevaba mal era la falta de decoro y el lujo con un cierto engreimiento, pero en Lisandro la dureza de carácter hacía temible e insoportable su poder.
Celebróla Mario, y díjole que estaba confiado, porque había visto una buena señal, que era la siguiente: Cuando le llevaban a casa de Fania, al estar junto a ella, abiertas las puertas, salió de adentro un borrico corriendo para ir a beber de una fuente que estaba inmediata, miró a Mario blanda y suavemente, paróse un poco delante de él, dio un gran rebuzno y retozó a su lado con cierto engreimiento.
Restituido Pirro a su reino, celebró la anterior batalla con grande regocijo, volviendo lleno de gloria y de engreimiento, y como los Epirotas le dieran el nombre de águila, “por vosotros- les dijo- soy águila, ¿y cómo no lo seré, elevado en alto como con alas por vuestras armas?” De allí a poco tiempo, sabiendo que Demetrio se hallaba peligrosamente enfermo, invadió repentinamente la Macedonia como para hacer correrías y talar el país, y estuvo en poco el que se apoderase de todo y ocupase sin contradicción el reino, llegando hasta Edesa sin que nadie le resistiese, y antes reuniéndosele muchos y peleando a sus órdenes.
Mas Catón, saliendo de una pequeña aldea, y de una vida que parecía de labrador, como a un piélago inmerso, se lanzó al gobierno de Roma, cuando ya ésta no era regida por unos magistrados como los Curios, los Fabricios y los Atilios, ni admitía a los cónsules y oradores desde el arado y la azada, sino cuando acostumbra- da a poner los ojos en linajes esclarecidos, en la riqueza, los repartimientos y los obsequios, por el engreimiento y el poder, se mostraba insolente con los que aspiraban a mandar.
” Por el contrario, Publio Escipión, llamado Nasica, continuamente decía y votaba que debía existir Cartago, y es que, a mi entender, viendo a la plebe que por el engreimiento vivía descuidada, y por la prosperidad y altanería era menos obediente al Senado, y a la ciudad toda se la llevaba tras sí adondequiera que se inclinase, le parecía que el miedo a Cartago era como un freno que moderaba el arrojo de la muchedumbre: estando en la inteligencia de que el poder de los Cartagineses no era tan grande que hubiera de subyugar a los Romanos, ni tan pequeño que hubieran de ser mirados con desprecio.

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