Ejemplos con engreía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La altiva dama recibió a la koregaresa con una sumisión, una dulzura, que me asombró... Es decir, no debiera asombrarme: ¡era madre Kandyra! Colmó de obsequios a la salvaje, la regaló arroz, aceite, rupias de oro, un collar de cobre, que estas tribus estiman mucho, y hechas las paces, aplacado el numen, la tendió el niño de seis meses, ¡el único que quedaba vivo!, para obtener el supremo favor, lo que había de prevenir toda desdicha y todo mal: la adopción por medio de la leche... La cara de sufrimiento de Kandyra cuando su hijo llevó la boca al seno inmundo, al seno infecto, no puede describirse: ¡era un poema! En cambio, la salvaje se ufanaba, se engreía. Aquella criatura había dejado de pertenecer a la raza superior, a la de los amos y vencedores. Por la leche y la adopción, por una pulserilla de hierro que acababa de ceñirle al puño, el pequeñuelo aristócrata, de dorada y fina piel, estaba bajo la protección de la diosa tutelar de la tribu vencida -la gran Tari Loha, la sanguinaria-. Y la koregaresa, dirigiéndose al hijo de Kandyra, repetía:
En ocasiones, usando ellas también de chanzas, los reprendían útilmente si en algo habían errado, y a las veces también, dirigiendo con cantares al efecto dispuestos alabanzas a los que las merecían, engendraban en los jóvenes una ambición y emulación laudables: porque el que había sido celebrado de valiente, viéndose señalado entre las doncellas, se engreía con los elogios, y las reprensiones, envueltas en el juego y la chanza, no eran de menos fuerza que los más estudiados documentos, mayormente porque a estos actos concurrían con los demás padres de familia los reyes y los ancianos.
José, su tío el Canónigo daba calor en su entendimiento a las ideas más absurdas, las fomentaba y se engreía con ellas.
Es preciso que al cabo te convenzas de que no soy un Juan Lanas -exclamé, sintiendo que se engreía mi dignidad de varón- Tenlo entendido y ve preparada, que no bailas en ese baile.
¡Y vaya si se engreía doña Verónica al conocer las grandezas de sus progenitores! ¡Vaya sí gozaba y si se le ensanchaba el encogido espíritu con la ilusión de que estaba muchos codos por encima de la grosera plebe que la rodeaba en su lugar, único mundo que conocía! ¡Vaya si se juzgaba tan alta y tan ilustre como la más encopetada princesa!.

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