Ejemplos con encorvadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El Minoico temprano se caracterizó por el decorado polícromo de motivos blancos y rojos, y dibujos de espirales, triángulos, líneas encorvadas, cruces, figuras de peces, etc.
El tronco es recto, cilíndrico con ramas horizontales ligeramente encorvadas hacia abajo y posee una corteza muy gruesa, suave y de un brillante color pardorrojizo que se va oscureciendo expuesta a la intemperie.
El protagonista, muy a su pesar, de El presidente burlado es un magistrado de Aix que Sade lo describe grotesco: Dos piernas encorvadas sostenían con esfuerzo a ese campanario ambulante , ridículo: Una voz chillona que declamaba enfáticamente cumplidos mitad franceses, mitad provenzales, tras los que él mismo nunca dejaba de sonreír , tosco con pretensiones de cultivado y con una moral peculiar: vale mil veces más arriesgar la vida de quince inocentes que salvar por falta de celo la de un culpable.
-Tal como muestra el título, son arañas con algunos rasgos humanos, que andan encorvadas y actúan de forma parecida a los hunters.
Tenía hombros inmensos y esas piernas encorvadas.
Un paisaje de dunas es atravesado por una columna de figuras trazadas de forma esquemática, encorvadas.
Atravesó suburbios poblados por gente de raza africana, en los cuales el sonido de la trompa hacía asomar a las puertas unas negras enormes, tetudas, encorvadas por el volumen de sus vientres colgantes, y hacía correr tras de las ruedas un sinnúmero de pequeños diablos desnudos, con la cabeza como una bola de estopa aceitosa, y ostentando en mitad de su abdomen el ombligo en relieve igual a un botón.
Instintivamente, movida por el dolor, se agarró también a los rubios pelos de la hilandera, y durante algunos minutos se las vió a las dos encorvadas, lanzando gritos de dolor y rabia, con las frentes cerca del suelo, arrastrándose mutuamente con los crueles tirones que cada una daba a la cabellera de la otra.
Véselas, pues, ajadas, feas, sucias, andrajosas, con el cuévano a la espalda y el niño dentro, encorvadas contra la tierra, sin aliño alguno en su traje ni asomos de tocado, mientras que el hombre se pasea ufano y compuesto, colorado y robusto, ocupado en pescar o en llevar las reses a las ferias.
Hasta le pareció ver a Salomé, que se cernía en lo mas alto, agitando rápidamente sus luengas vestiduras a manera de alas, y mostrando hacia abajo las encorvadas y angulosas falanges de sus dedos, terminados con uñas de lechuza.
Y diciendo esto el Tano sacó de la faja la faltriquera, de la faltriquera un pañuelo, y de entre los dobleces del mismo una carta, la que leyó quitándole casi la arenilla con las encorvadas y negrísimas pestañas.
Hasta le pareció ver a Salomé, que se cernía en lo mas alto, agitando rápidamente sus luengas vestiduras a manera de alas, y mostrando hacia abajo las encorvadas y angulosas falanges de sus dedos, terminados con uñas de lechuza.
Algunos amigos de mi padre, noticiosos de su llegada, acudieron a saludarlo, y poco a poco se llenó de gente la vasta sala desmantelada, de la que recuerdo, como decoración y mueblaje, una docena de sillas con asiento de paja -las de enea, o anea de los españoles- dos sillones «de hamaca», amarillos, montados sobre simples maderas encorvadas, paredes blanqueadas con cal, de las que pendían algunas groseras imágenes de vírgenes y santos, iluminadas con los colores primarios, como las de Épinal, o las aleluyas, una consola de jacarandá muy lustroso y muy negro, sosteniendo un niño Jesús de cera envuelto en oropeles y encajes de papel, el piso cubierto con una vieja estera cuyas quebrajas dibujaban el damero de los toscos ladrillos que pretendía disimular, y el techo de cilíndricos troncos de palma del Paraguay, blanqueados también y medio descascarados por la humedad, como si tuvieran lepra.
Nosotros, hombres libres reunidos aquí para escuchar palabras de lealtad i franqueza, nosotros que no tememos esplicaciones ni respetamos susceptibilidades, nosotros levantemos la voz para enderezar el esqueleto destas muchedumbres encorvadas, hagamos por oxijenar est'atmósfera viciada con la respiración de tantos organismos infectos, i lancemos una chispa que inflame en el corazón del pueblo el fuego par=amar con firmeza todo lo que se debe amar, i para odiar con firmeza también todo lo que se debe odiar.
Los rayos del sol, cayendo a plomo sobre sus espaldas encorvadas, hacían más penosa su marcha sobre aquel suelo blando y movedizo.
Grandes y firmes estaturas, acompasada marcha, en que la lentitud del movimiento no acusa punto de debilidad ni de fatiga, frentes que dicen majestad, reposo, nobleza, y en las que el espacio natural se ha dilatado a costa de una parte del cabello blanquísimo, que cae en ondas en dirección a las espaldas levemente encorvadas, ojos lejanos, por lo abismados en las órbitas, olímpicos, por el modo de mirar, barbas de nieve que velan en difusa esclavina la rotundidad del pecho anchuroso.
Y el de Écija, no encontrando palabras con que expresar el gozo que inundara de pronto su alma toda, enmudeció, pero Paca pudo sentir cómo se le estremecían todas las fibras de su pecho al ver cómo una lágrima, una sola, oscilaba un punto entre las encorvadas pestañas del rival ya victorioso de Antonio el Cartaganero.
Caminaba yo un sábado por una acera en la sombra, por la calle Alsina -la calle más lúgubre de Buenos Aires- cuando por la vereda opuesta, por la vereda del sol, vi a un empleado, de espaldas encorvadas, que caminaba despacio, llevando de la mano una criatura de tres años.
—Te acompaño —dijo Irzubeta incorporándose en el lecho, y en la oscuridad nos perdimos por las calles sin pronunciar palabras, con adusto rostro y encorvadas espaldas.
La enfermedad apenas había conseguido amortiguar los encantos de la moza, que era alta sin exageración, de talle esbelto, de seno algo tímido que hundíase como para dejar aproximarse sus hombros, sus ojos eran negros, dulces, melancólicos, ojos de oriental abolengo, adoselados por cejas que parecían trazadas con antimonio, de encorvadas y larguísimas pestañas de azabache, que acentuaban con su sombra sus ojeras, que morían en los algo descarnados pómulos coloreados por el mortal padecimiento y cuyos tonos contrastaban rudamente con el intenso y casi fantástico blancor de su tez empalidecida.
huyó hacia las calles anchas, dejó la Encimada con sus resonantes aceras gastadas y estrechas, su triste soledad solemne, su hierba entre los guijarros, sus caserones ahumados, sus rejas de hierro encorvadas, y buscó la Colonia, saliendo por la plaza del Pan, la calle del Comercio y el Boulevard, de cuyos arbolillos caían hojas secas sobre anchas losas.
Y si alguna vez se atrevía a propasarse en algo de su acostumbrado comedimiento, era de una manera tan delicada y modesta, que las jóvenes se veían precisadas a condescender con él y estimarle, aun cuando no pudiesen hacer lo mismo con sus encorvadas narices y su pobre traje raído.

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