Ejemplos con duque

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Novillo, en lo indumentario, constituía una réplica, algo rebajada, de su protector el duque, el cual le enviaba desde Madrid corbatas, cuellos postizos, calcetines y chalecos de fantasía semejantes a los suyos, aunque de clase inferior, y trajes, de paño catalán, imitados de los que él usaba, de paño inglés.
¡Viva el duque de la Victoria!volvió a gritar el zapatero.
¡Viva el duque de la Victoria!gritó un zapatero.
Antes de morir, se expresó de esta suerte: Duque, has cumplido mal como casado, pero te perdono.
Al duque y a ti os recomiendo que cuando le veáis en la calle, y esto tiene que venir necesariamente, le busquéis un asilo, y allí le enviéis aquellas cosillas imprescindibles a su vanagloria, sin las cuales no podría vivir.
Pero como las palabras son como moscas, que no se dejan atar por el rabo, he querido dejarte algo de más substancia que la palabra de mi cariño, y por intermedio del duque, mi marido y señor, que tiene mucha mano con el Gobierno, te he conseguido una credencial de canónigo en Castrofuerte.
Una mañana, el día antes de entregar su alma a Dios, en presencia del duque, me dijo: Don Pedrito, hijo mío, te quiero casi casi como un brote de mi sangre.
Como el duque de Gandía ante el cadáver de la emperatriz, Felicita decidió allí mismo no volver a enamorarse de imágenes mudables, perecederas, y consagrar a Dios su doncellez.
Este varón solemnísimo había sido en su mocedad pastor de vacas, al servicio del duque de Somavia.
Allí estaba, pues era punto fijo en la tertulia, un señor Novillo, apoderado político del duque y edecán de la duquesa.
El viejo duque y el unigénito, adolescente de veintiún años, pasaban los inviernos en Madrid, ciudad que ella aborrecía, sobre todo por el sol.
No quiso el duque que mi padre recibiese a su tiempo, hereditariamente, el cargo familiar de mi abuelo, porquedecíaesto se acaba conmigo, el nombre se pierde, gracias a Dios, y la casa se transmite al hijo de Beatriz, que es un Somavia, conque allá entonces que él haga lo que le pete.
No había esperanza de que se casase, no tanto por feo y raquítico, ya que las mujeres apencan con todo, si el pretendiente guarda hacienda o luce ejecutoria, cuanto porque el duque era misógino y misántropo.
Cuando yo nací, esta poderosa casa había quedado reducida a dos vástagos, don Deusdedit, el conde, y doña Beatriz, que se había casado con el viejo duque de Somavia, y vivía en Pilares.
Era vicario del duque de Somavia, el cacique de la jurisdicción, que se pasaba la vida en Madrid.
El duque no volverá a encontrar un servidor político tan humilde y, al propio tiempo, tan osado.
Con la satisfacción de un duque que cuenta sus ascendientes, el señor Esteban remontaba la cadena de los Luna hasta titubear y perderse en pleno siglo XV.
El no veía un extranjero que no se imaginase que era un lord o un duque, extrañándose muchas veces de su desgarbo en el vestir.
¿A quién has visto, corazón? ¡Ah!, sí, al duque.
Hay que ver la nobleza y arrogancia de su figura cuando me lo encasquetan una armadura fina, o ropillas y balandranes de raso, y me lo ponen el duque de Gandía, al sentir la corazonada de hacerse santo, o el marqués de Bedmar ante el Consejo de Venecia, o Juan de Lanuza en el patíbulo, o el gran Alba poniéndoles las peras a cuarto a los flamencos.
José de mi almadijo Santa Cruz fingiéndose, no ya serio sino consternado, ¿qué hace que no pide una satisfacción al duque?.
Después de una larga pausa, durante la cual Jacinta se pegó a su marido como para defenderle de una agresión, el infeliz dijo esto, empezando muy bajito como si secreteara, y elevando gradualmente la voz hasta terminar de una manera estentórea: Y si usted descubre que su mujer, la Venus de Médicis, la de las carnes de raso, la del cuello de cisne, la de los ojos cual estrellas si usted descubre que esa divinidad, a quien usted ama con frenesí, esa dama que fue tan pura, si usted descubre, repito, que falta a sus deberes y acude a misteriosas citas con un duque, con un grande de España, sí señor, con el mismísimo duque de Tal.
En los tiempos de Prim, manifestose entusiasta por la candidatura del duque de Montpensier.
Una joven perteneciente a los Morenos ricos casó con un Pacheco, aristócrata segundón, hermano del duque de Gravelinas, y de esta unión vino Guillermina Pacheco a quien conoceremos luego.
Las hijas del famoso Bonilla, importador de pañolería y después banquero y extractor de vinos, casaron: la una con Sánchez Botín, propietario, de quien vino la generala Minio, la marquesa de Tellería y Alejandro Sánchez Botín, la otra con uno de los Morenos de Madrid, co-fundador de los Cinco Gremios y del Banco de San Fernando, y la tercera con el duque de Trastamara, de donde vino Pepito Trastamara.
Jaime de Aragón, Roger de Flor y el Imperio de Oriente, el duque de Osuna y Nápoles, Venecia y el marqués de Bedmar, Massanielo, los Borgias, Lepanto, D.
Él y Barbarita no habían ido ni siquiera a Chamberí, porque en su tiempo los novios se quedaban donde estaban, y el único español que se permitía viajar era el duque de Osuna, D.
Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: ¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?.
No sabemos a qué época fija se referirían estos párrafos sueltos que al vuelo cogía Barbarita cuando, ya casada, entraba en la tienda a descansar un ratito, de vuelta de paseo o de compras: ¡Qué hermosotes iban esta mañana los del con sus pompones nuevos! El Duque ha oído misa hoy en las Calatravas.

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