Ejemplos con discurso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En este arsenal de pretensiones pensó siempre inspirarse, para su discurso, nuestro diputado: con doble motivo había de pensarlo desde que el suelto del periódico le comprometía a hablar de asuntos de interés para su provincia.
No era todo, sin embargo, miel sobre hojuelas para don Simón, pues si lo de las fiestas era realizable desde luego, por ser los obstáculos vencibles con dinero, lo del discurso no dejaba de tener tres bemoles, dado que, hasta aquel instante, ni había probado sus fuerzas parlamentarias, ni siquiera elegido asunto para su estreno.
Pero la ebullición del Congreso llegó entonces a parecerse a una tempestad, y el diputado, sintiendo hundirse el suelo bajo sus plantas y desplomarse el techo sobre su cabeza, cortó de pronto el hilo de su enmarañado discurso, y concluyó en seco.
¿Has entendido a Salmerón, cuando vino a Pilares a pronunciar aquel discurso?.
Aquel faro de la humanidadprosiguió Belarmino, refiriéndose al mentado Pascualque aborrecía a los jesuítas, como nos dijo Salmerón en su discurso.
Pero como compadecía y amaba, porque lo habían menester, a sus contertulios, asistía diariamente a ejercitarles en los procedimientos del discurso de doble fondo.
Cuando Belarmino pronunciaba un discurso, era de rigor que los oyentes saliesen a la plazuela del Obispo lanzando gritos inflamatorios y blasfematorios.
En el cosmoses decir, en el diccionarioestán los nombres de todas las cosas, pero están mal aplicados, porque están aplicados según costumbre mecánica y en forma que, lejos de provocar un acto de conocimiento y de creación, favorecen la rutina, la ignorancia, la estupidez, la charlatanería gárrula y el discurso vulgar, vacío y memorista.
Irguióse y enhebró la interrumpida hebra del discurso:.
Pero tampoco le salía la cuenta, porque se levantaba una figura ruin y mal trajeada, que, con voz de grillo mal emitida, soltaba un aluvión de párrafos enmarañados que nadie se tomaba la molestia de desenredar, o un finchado presuntuoso, que entre período y período de su discurso ponía una eternidad de paseos en corto, estirones de chaleco, montaduras de lente y mares de agua con azúcar, ya un perezoso desaplomado Adán, que parecía las pocas y desmadejadas frases que decía a fuerza de restregarse contra el banco y de tirar de sus bragas hacia arriba, o un mozo encanijado y presumido, que sin ciencia, sin virtudes, sin voz y sin palabra, quería convencer como los sabios y convertir como los justos, ya un osado boquirrubio, cuyo único afán era medir sus fuerzas con las de los del Parlamento, que se guardaban muy bien de replicarle, ya un viejo atrabiliario, cuyos furores causaban risa y cuyos chistes hacían llorar de compasión, ya una especie de cuáquero mugriento, demagogo impenitente, que vociferaba sobre justicia y amor al prójimo, no en nombre de Dios, a quien negaba, blasfemo, sino de una razón que parecía faltarle a él, ya que no a los que en santa calma le escuchaban.
Desde luego era para él evidente, y en esto no se equivocaba, que la redacción del se encargaba de convertir en un discurso perfecto la más completa sarta de desatinos.
Y suplida con este auxiliar su carencia absoluta de nociones retóricas y hasta gramaticales, ¡quedábanle tantos estímulos que le aguijoneaban! ¡Había en el Parlamento unos detalles tan seductores para él! Aquellos galoneados ujieres, llevando sobre la argentina bandeja el vaso de agua azucarada para el orador, tan pronto como éste comenzaba a hablar, aquellos taquígrafos, anotando, escrupulosos, cuanto se dijera y se accionara, aquellos diálogos entre la presidencia y el diputado, sobre la intención de cierta frase, aquellos discreteos entre las mismas dos , con los cuales terminaba siempre el altercado, aquellas tribunas atascadas constantemente de , que seguían sin pestañear todos los incidentes de una sesión, aquellas señoras tan elegantes, entre las que podían figurar su mujer y su hija, aquellos diplomáticos, que tal vez se apresuraran a comunicar por telégrafo a sus respectivos Gobiernos el efecto de un discurso pronunciado a tiempo y de cierta manera, no imposible para él, si se le daba conveniente y no mucha prisa, y por último, y sobre todo, aquel que le contemplaba, y que al día siguiente había de comenzar a pronunciar su nombre y a enterarse del asunto y a tomarle por lo serio.
Por ejemplo: pronunciar un discurso en las Cortes y dar un baile en su casa.
Versará el discurso sobre algún asunto importante para la provincia que usted representa.
Porque ya le era indispensable el discurso y abrir sus salones.
Por de pronto, consultaba con él algunos puntos que debía tocar en su discurso, y aceptaba agradecido las enmiendas que le hacía y los consejos que le daba acerca del uso de ciertas frases y determinados.
¿Cree usted, alma de Dioscontinuó el Ministro exagerando el tono declamatorio de su discurso, que un papel que se emite a setenta con un interés de veinte, no subirá otros veinte, diez, siquiera, al siguiente día de cubierto el empréstito, al abrirse éste quizá? Pues vende usted en el acto, y de este modo hace usted en un par de días el negocio del siglo.
En seguida se dedicó a repasar su discurso, el cual debía pronunciar al día siguiente.
La corrida que acababan de darle había sido mayúscula, y temblaba también por la que le daría el país si leía su discurso tal cual había sido pronunciado.
Siguiendo la costumbre establecida, se le dijo que se pondría lo que él quisiera, para lo cual dejó sobre la mesa todo su discurso, tal como se le había corregido Arturo cuando aún era su amigo.
Primero leyó su discurso en el extracto de la sesión, y se admiró al ver estaba.
Mirando melancólicamente a la urraca y su lustroso plumaje dominicano, por asociación de imágenes se le ocurrió que el Padre Alesón podía sacarle del apuro, y fué a pedirle que le prestase un libro de poesías y algún discurso.
Una tarde, después de hablar a los marineros y cargadores del puerto, cuando terminado mi discurso tuve que responder a los apretones de manos y los saludos de miles de oyentes, reconocí entre éstos al joven que me escondió en su casa.
Los viernes, al salir de la escuela, oían invariablemente todos ellos el mismo discurso:.
Milagro que no acabó el discurso con algún exámetro oportuno.
Baltronero como el mejor, a causa de la vehemencia de su carácter, cuando tomaba la palabra era imposible cortarle la hebra del discurso.
Repiques y disparos de morterete al amanecer, a medio día y a la caída de la tarde, procesión cívica a las once de la mañana, discurso de Jurado y versos de Venegas en la alameda de Santa Catalina, y fuegos artificiales en la Plaza principal, bautizada ese día con el nombre de don Pancracio de la Vega.
El tal discurso fué aplaudido calurosamente.
De seguro que Jurado previó el desaire y se preparó para el desquite, porque en su discurso, que duró cerca de una hora, trató atrozmente a los conservadores, dijo pestes de las testas coronadas, y maldijo mil veces de quienes habían vendido a su patria por un puñado de lentejas.
Cayetano, para leerle un nuevo trozo de su discurso sobre los linajes de Orbajosa.

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