Ejemplos con deshacían

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las críticas cinematográficas se deshacían con elogios hacia el precioso lugar del Egeo, hasta que un emigrante mallorquín escribió a las publicaciones para demostrarles que en realidad se trataba de una playa mallorquina y no de un lugar en Grecia.
El bosque se estremeció de júbilo, las flores se dieron prisa a exhalar de una vez sus aromas más delicados, los pájaros agitados por tan celeste aparición se deshacían en trinos y gorjeos sin perderla de vista, los árboles inclinaban paternalmente su cabeza venerable en señal de aprobación.
Las descollaban rosadas y turgentes, como un hermoso seno, las té se deshacían, dejando pender sus desmayados pétalos, las de Alejandría, erguidas y elegantes, vertían su copa de esencia embriagadora, las musgosas reían irónicas con sus labios de carmín, al través de una barba tupida y verde, las albas desafiaban a la nieve con su fría y cándida belleza, con su rigidez púdica de flores de batista.
En el jardín, las rosas, embriagadas del calor bebido durante la mañana entera, se deshacían en perfumes, hasta las frías rosas blancas tenían matices rancios, como de carne pálida, pero carne al fin.
El velo de niebla se iba evaporando ya, y cuando el lago aparecía, las olas espumosas que se alzaban y se deshacían en seguida, producían la misma impresión que dejan las ascensiones rápidas, aturdidoras.
Esta frase ha quedado desde entonces como una formulilla en los amanerados entendimientos: siempre que entraban en el Poder estos o aquellos hombres se encontraban el país deshecho, y unos gobernando detestablemente, otros conspirando a maravilla, lo deshacían más de lo que estaba.
¡Soberbia sopa! Flotaban en su superficie las lunas de grasa, y entre las rebanaditas de pan impregnadas de suculento líquido, los menudillos de la gallina, las tiernas yemas de color de ámbar y los negruzcos hígados, que se deshacían al entrar en la boca.
Rosquillas de una pasta con cierto dejo amargo, cubiertas con una capa tersa de azúcar, tortas que parecían de cartón, pegadas a un papel grasiento, y confites agridulces, que se deshacían en la boca y llevaban en la huerta el extraño nombre de.
Ido y su mujer se deshacían en cumplidos y fueron escoltando a las señoras hasta la puerta de la calle.
A cada paso se le confundía más en la cabeza toda aquella papelería trasconejada, si las obras de reparación, como poner carpetas de papel fuerte y blanco a las escrituras que se deshacían de puro viejas le eran ya fáciles, no así el conocimiento científico de los malditos papelotes, indescifrables para quien no tuviese lecciones y práctica.
Digo mal, porque si las dos muchachas se deshacían en lágrimas, la señora condesa conservaba seco el rostro, aunque visiblemente alterado, la mirada fija y valerosa y el andar muy firme.
Las recortaduras, varias hasta lo infinito, de las nubes, hacían visajes de distintas formas, de colosales sombreros o morriones con plumas, penachos, bandas, picos, testuces, colas, crines, garzotas, aquí y allí se alzaban manos con sables y fusiles, banderas con águilas, picas, lanzas, que corrían sin cesar, y al fin, en medio de toda esa barahúnda, se me figuró que todas aquellas formas se deshacían, y que las nubes se conglomeraban para formar un inmenso sombrero apuntado de dos candiles, bajo el cual los difuminados resplandores de la luna como que bosquejaban una cara redonda y hundida entre las altas solapas, desde las cuales se extendía un largo brazo negro, señalando con insistente fijeza el horizonte.
Este sentimentalismo enfermizo, concluía en verdaderas crisis nerviosas, que se deshacían luego en prolongados sollozos.
Entretanto, algunos otros, tan desdichados como ellos, se deshacían a duras penas de los lazos con que el parentesco y la amistad querían conservarlos algunos momentos más en tierra.
Mientras la niña se entretenía con las monjas, que sacaban regalillos al través de la reja y se deshacían en fiestas y arrumacos, la mamá cuchicheaba con la abadesa acerca del asunto.
Allí se estaban en la vidriera, y allí se deshacían bajo el peso de los años y del polvo.
Los mozos, soñolientos, barrían, limpiaban los bancos, deshacían las torres de sillas que había sobre las mesas, y se iban los más a dormir otra vez.
Cuando comenzaban las lecciones y los ensayos de coro, las niñas se levantaban, se repartían en secciones por el tablado, formaban círculos, los deshacían, como bailarinas de ópera, y los catequistas dirigiendo aquellos remolinos ordenados, aspiraban, entre tanta juventud verde, aromas espirituales de voluptuosidad quinti-esenciada con cierta dentera moral que les encendía las mejillas y los ojos, y causaba en su naturaleza robusta efectos análogos a los del kirschen o del ajenjo.
A todo esto, el invierno se había acabado, los salones se cerraban, las tertulias se deshacían, en el Real había terminado su temporada la compañía de celebridades italianas, cuyos gorgoritos había pagado la gente rica con sumas increíbles, y las que querían aparentar que también lo eran, con el fondo del baúl, las rebañaduras de la despensa y con algo más sagrado que no se recobra jamás una vez que se ha vendido, y «el mundo elegante», sin salones, sin tertulias y sin Real, dispersábase errabundo y como desorientado, a tomar el sol, como los simples mortales, por las encrucijadas del Retiro y los amplios arrecifes del Prado y de la Fuente Castellana, paréntesis de hastío en la alegre vida de las gentonas pudientes, que sólo había de durar el tiempo preciso para que el calorcillo primaveral templara el ambiente serrano y se bebiera las charcas del camino por donde habían de ir desfilando aquéllas en busca de sus costosas, pero entonadas, residencias de verano.
El arpa en sus manos tenía vibraciones y armonías inefables, y las religiosas, que muchas veces la oían, se deshacían en lágrimas de que no acertaban a darse cuenta.
Soñé que soplaba sobre París un airazo seco, viento del desierto, que empujaba enormes nubes de polvo, las que se deshacían sobre la ciudad en caprichosa lluvia de insectos microscópicos, cuáles amarillos, cuáles verdes, todos contrahechos en forma de ancla.
Un perro muy grande, fortachón y peleador, había conseguido infundir a sus más poderosos contrarios tal temor por sus colmillos, que luego que lo divisaban, se deshacían todos en humildes saludos.
más la deshacían.
A Otón, al principio, como ordinariamente sucede, no le llegaba noticia ninguna segura de tamaños acontecimientos, pero después que se presentaron algunos heridos y los refirieron, no es muy de admirar que los amigos no le dejasen abatirse, sino que le dieran ánimo y confianza, más lo que excede todo crédito fue lo que pasó con los soldados, porque ninguno se desertó ni se pasó a los vencedores, no se les vio tratar de su propio interés, desesperadas ya las cosas de su caudillo, sino que todos sin excepción fueron a su puerta, y, acercándose, le daban siempre el título de emperador, se deshacían por él, le tomaban las manos entre voces y lamentos, se le presentaban, lloraban y le pedían que no los desamparase ni hiciera de ellos antes de tiempo entrega a los enemigos, sino que empleara sus ánimos y sus cuerpos hasta que por él dieran el último suspiro.
Un ratito estuvo Nazarín contemplando aquel lindo juego y viendo cómo se deshacían en el aire los humos de los fogonazos, y a poco de seguir su camino encontró un pastor que conducía unas cincuenta cabras.
Apenas los metía yo en mi boca, se deshacían, y al ser tragados diríase que comunicaban súbitamente a todo el ser un calor tenue, vigorizando la vida nerviosa y muscular.
Y un día, el último, al amanecer, Pepe Francisca, delirando, creía saborear el pan amarillo, la «borona» de los aldeanos que viven años y años, respirando el aire natal al amor de los suyos, sus dedos, al recoger ansiosos la tela del embozo, señal de muerte, tropezaban con pedazos de «borona» y los deshacían, los desmigajaban.
Pero a medida que adelantaba, la perspectiva variaba, los grupos se deshacían, venían a formarse tomando diversas actitudes y se desparramaban corriendo como si en el medio de ellos cayese alguna bala perdida o asomase la quijada de algún encolerizado mastín.

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