Ejemplos con desgarró

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cómo él no lo hizo bien, el León le desgarró toda la piel y quedó nuevamente como humano.
El Akallabêth cuenta que, cuando Númenor desgarró las entrañas del mundo con su Caída, las Esferas de los mortales e inmortales se separaron.
Los animales pisoteados y el desgarró de la tierra contribuyeron para provocar a largo plazo la destrucción y daños en la misma.
Se volvió tan loca que desgarró la cara a una mujer científica que trabajaba para William y se la colocó como si fuera suya.
Entonces, rápidamente Ñanduguazú trepó al árbol, pero cuando quiso tomarlo, sólo quedó en sus dedos el tejido que se desgarró al instante, comprobando que se trataba de una tela de araña.
En el conflicto final entre los X-Men y los Merodeadores, Dust fue determinante en la lucha por derrotar a Exodus, se transformó en su forma de arena, se internó en sus pulmones y los desgarró.
En el impacto, su corazón fue desplazado al lado derecho del pecho, lo que desgarró la arteria pulmonar y el pericardio.
¡Pegarle a él! ¡Si no fuese un cura! Se había fugado, emprendiendo a pie el regreso a , pero antes, como venganza, desgarró varios libros que el maestro tenía en gran estima, volcó el tintero sobre la mesa y escribió en las paredes vergonzosas inscripciones, con otras travesuras de mono en libertad.
A los pocos pasos se desgarró la atmósfera en ondas tumultuosas.
Arrojados de su tienda, que el viento desgarró, Leoncio y Juan se refugiaron en otras mal sostenidas con refuerzos de madera y cuerdas, las destinadas a hospitales no podían ya con más inquilinos, mezclados estuvieron los heridos con los coléricos, hasta que se ordenó separarlos, sin que la separación, por entorpecimientos materiales, pudiera ser un hecho.
Los estudiantes amigos de Gabriel pusieron en sus manos los libros de Darwin, de Büchner y de Haeckel, y el secreto de la creación natural, que inquietaba su pensamiento después de la abolición de la omnipotencia divina, se desgarró ante sus ojos.
Trece años o poco mas tendria Carriazo, cuando llevado de una inclinacion picaresca, sin forzarle a ello algun mal tratamiento que sus padres le hiciesen, solo por su gusto y antojo se desgarró, como dicen los muchachos, de casa de sus padres, y se fué por ese mundo adelante, tan contento de la vida libre, que en la mitad de las incomodidades y miserias que trae consigo, no echaba ménos la abundancia de la casa de su padre, ni el andar a pié le cansaba, ni el frio le ofendia, ni el calor le enfadaba: para él todos los tiempos del año le eran dulce y templada primavera: tan bien dormia en parvas, como en colchones: con tanto gusto se soterraba en un pajar de un meson, como si se acostara entre dos sábanas de Holanda: finalmente, él salió tan bien con el asunto de pícaro, que pudiera leer cátedra en la facultad al famoso de Alfarache.
Pero de pronto abrió los ojos y me asestó fríamente en el costado un puntapié, que me hizo rodar por tierra debajo del lecho, y exclamó: ¡Oh traidor! ¡oh perjuro! ¡Faltaste a tu juramento, y has ido a ver a Sett Zobeida! ¡Por Alah, que si no tuviese horror al oprobio y a revelar en público mis intimidades, ahora mismo iría a hacer saber a Sett Zobeida las consecuencias que trae el seducir a los maridos ajenos! ¡Pero hasta entonces vas a pagar por ella y por ti! Y dió una palmada y exclamó ¡Ya Sauab! Al punto apareció el jefe de sus eunucos, un negro que siempre me miró atravesado, y le dijo ella: ¡Corta en seguida el cuello a este traidor, a este embustero, a este perjuro! Inmediatamente blandió el negro su espada, se desgarró un pedazo del borde del ropón y me vendó los ojos con el jirón de tela que se había arrancado.
Entonces comenzó a lamentarse, y se desgarró la ropa, cubrió de polvo la cabeza y pedía socorro a los transeúntes que empezaban a reunirse a su alrededor.
Alí-Nur había hecho pasar muy malos ratos a sus padres, pero Fadleddin, al enterarse de su reciente fechoría, quedó aterrado, se desgarró las vestiduras, se dió de puñetazos en la cara, se mordió las manos, se mesó las barbas y tiró por los aires el turbante.
El visir cogió la carta, la leyó, la releyó, y quedó consternadísimo, pero de pronto desgarró muy diestramente la parte inferior de la carta que ostentaba el negro sello del califa, se la llevó a la boca, la masticó y la tiró.
Entonces su pecho se desgarró, por decirlo así, en un interminable sollozo.
Y tanto trabajó y tan bien, que desgarró la red con el pico, y acabó por libertar al palomo, antes que el pajarero tuviera tiempo para atraparlo.
Algo sensible se desgarró en sus entrañas, y sus ojos empañados siguieron contemplando aquel rostro que le recordaba instantes felices e inolvidables.
El gato no le podía alcanzar la cara, pero le desgarró todo el chiripá -un chiripá nuevito- y le lastimó horriblemente la mano que no podía sacar de la rendija.
Para conseguirlo desgarró la entraña maternal.
El recuerdo de la escena de Saint Germain se apareció de pronto al espíritu del presuntuoso gascón, con un movimiento rápido como el pensamiento, desgarró el sobre pese al grito que lanzó Ketty al ver lo que iba a hacer, o mejor, lo que hacía.
Cuando el falso califa oyó cantar estos versos, lanzó un grito agudo, desgarró su hermoso traje constelado de diamantes, su camisa y la demás ropa, y cayó desvanecido.
En cuanto a mi madre, al saber mi desaparición, se abofeteó el rostro, desgarró sus vestidos, se mezo los cabellos y se puso trajes de luto.
Entonces se tiró al suelo, dándose golpes en la cabeza y sollozando, después se desgarró los vestidos, y lloró todas las lágrimas de la desolación, y en el límite de la desesperanza, se lanzó fuera de su casa, recogió dos piedras grandes, una con cada mano, y empezó a recorrer enloquecido todas las calles, golpeándose el pecho con las piedras y gritando: ¡Ya Zumurrud, Zumurrud!.
Lo primero que hizo el curita fue desembarazarla del mantón, y luego le abrió o desgarró, conforme pudo, el cuerpo de la bata de tartán.
Y repercutía en su corazón, a tan larga distancia, aquel ¡hijo! de su madre, que desgarró la casa, aquel ¡hijo! que no se sabía si dirigido al padre moribundo o a él, a Augusto, empedernido de incomprensión ante el misterio de la muerte.
Desgarró el silencio un chillido estridente que decía: «¡La Correspondencia!.
Desgarró lentamente el papel que D'Artagnan tan generosamente le había entregado.
Con rápido gesto, Milady abrió su vestido, desgarró la batista que cubría su seno y, ruborizada por una fingida cólera y una vergüenza teatral, mostró al joven la huella indeleble que deshonraba aquel hombro tan bello.

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