Ejemplos con descarriada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se preocupó por dotar a las mujeres de vida descarriada para mejorar su estatus social y conseguir su matrimonio.
Uno de ellos fue San Agustín, que le dio muchas alegrías por sus éxitos en los estudios, pero también la hizo sufrir por su vida descarriada.
En su afán de recobrarla, pensaron en poner en juego a la policía, dando parte del suceso hasta al Gobierno, si fuese necesario, pero ¿no equivaldrían estos pasos a publicar su propia deshonra? Preferible era proceder de otra manera más sigilosa para hallar la oveja descarriada.
Aunque no pronunciaba el nombre de Eufrasia, la imagen de la descarriada moza no se apartaba de su mente, y a ratos su mirar fijo y lelo era como si la viese, invisible para los demás.
Era puro deseo de retardar en apariencia la llegada de la vejez, precauciones, según propia afirmación, para no parecer la abuela de sus hijas y para sentir una indefinible satisfacción cuando en la calle echaban una flor descarriada a su garbo de buena moza.
¡Yo conocerla yo! De eso está libre Repito que buen provecho te haga tu oveja, mejor dicho, tu cabra descarriada.
Segundo punto: Fortunata sería todo lo mala que se quisiera suponer, pero había pertenecido a la familia, y la persona más importante de esta no podía menos de echar una mirada a la descarriada joven para enterarse de sus pasos, y tratar de impedir que arrojase sobre el claro apellido de Rubín ignominias mayores.
Las cartas de la superiora y las embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja descarriada, mas no lograron que tornase al redil.
Desde el mes pasado en que mi amiga acertó a recoger en el Puerto esta oveja descarriada, no ha venido usted a visitarnos más que dos o tres veces, prefiriendo en sus horas de vagar y esparcimiento la compañía de soldados y mozas alegres, al trato de personas graves y delicadas que tan necesario es a un jovenzuelo sin experiencia.
En su afán de recobrarla, pensaron en poner en juego a la policía, dando parte del suceso hasta al Gobierno, si fuese necesario, pero, ¿no equivaldrían estos pasos a publicar su propia deshonra? Preferible era proceder de otra manera más sigilosa para hallar la oveja descarriada.
No es lícito -decía- trato alguno de esa especie con gentes contaminadas del error, pero es obra de caridad, y hasta deber cristiano, poner los medios para conducir al redil la descarriada oveja.
¡Oh supina ignorancia! ¿Cómo pudo el filosofo padre Feijoo consagrar tantas vigilias, tal rimero de epístolas nos ha legado, a las áridas cuestiones de religión, de filosofía, artes, oficios, ciencias y literatura, sin reparar un poco en la elasticidad del género que cultivaba en el porvenir que le estaba reservado fregando con él los gabinetes de una cortesana? Mientras los otros, profundos políticos, eminentes moralistas, desfacedores de entuertos sociales, agotaban velones y chamuscaban mechas de algodón emborronando pliegos y más pliegos, sacudiendo tajos y mandobles a todo estorbo que hallaban a su paso, ¿cómo no se les ocurrió dejar las cosas como estaban, cantar las jerarquías políticas, barrer las gradas del Poder, adular la aristocracia financiera y entrar en los suntuosos estrados, no para estudiar los vicios y las aberraciones de la culta sociedad, satirizándolos luego con el nocivo fin de extirparlos y traer a otro sendero la descarriada civilización, sino para convertirse en sabrosos narradores de todos los sucesos de telón adentro y ser los panegiristas del encumbrado señorón monsieur ''le bon ton''? Se plega tan bien el estilo epistolar a estos asuntos, cabe tanta amenidad en él prodigándolo cada día.
-Pues, hombre, porque donde menos se piensa se halla alguna oveja descarriada.
–No, pero ella es la descarriada y yo el fraudulento, el «hijo de perdición».
, y se dio al boato serio: al saco de anchos vuelos, al severo frac, a la nívea corbata, al cochero asturiano de maciza pantorrilla, y a la grave carretela, olvidó las bailarinas por las marquesas, y se introdujo resueltamente en los salones del gran mundo, que se creyeron muy honrados al dar albergue a aquella oveja descarriada hasta entonces entre las escabrosidades y malezas de la vida airada.
Y de una de las chicas he oído que anda un poco descarriada, cosa natural en este Madrid, que a los vicios ingénitos une hoy los que nos ha traído el progresismo, conductor de nuevas, costumbres y de relajaciones extranjeras.
Consigo a diferentes iglesias la llevaba, eligiendo aquellas formas de culto que más pudieran cautivar por su solemnidad a la descarriada joven.
Y el demonio sonreía con amarga complacencia imaginando lo que seguía: la cruz-cetro, el báculo-hoz, que al enganchar a la oveja descarriada le hace sangrar con el filo: el poder temporal, el imperio ortodoxo, después el Papado-Imperio, la fuerza ciega creyéndose cristiana, la Cruz sirviendo de pared a los edictos imperiales, pasquines del Estado pegados al sublime leño, sentencias de muerte clavadas allí donde se leyó INRI.
Y se fue delante del espejo a estirarse el cuello de la camisa y acomodarse la corbata, que andaba un poco descarriada.
Esto me prueba que la pobrecita no fue, a su juicio, ni una oveja descarriada ni una suicida.
Las fantasías de Hoffmann, sin embargo, no serán en España leídas ni apreciadas sino como locuras y sueños de una imaginación descarriada, tengo experiencia de ello.
Solo que los combates han ido en el país del Ganges por fuertes, los tormentos para la sana razón, más frecuentes y el sentido popular se ha pervertido ante la fuerza del dogma y de la ciencia descarriada.
–Fijate qué palabras misteriosas están escritas en la Biblia: «Y salvaré la coja, y recogeré la descarriada y pondrélas por alabanza y por renombre en todo país de confusión».
El otro repitió: «y salvaré la coja, y recogeré la descarriada», insistiendo y guiñando maliciosamente un párpado al repetir esto: «y pondrélas por alabanza y por renombre en todo país de confusión.
Así conservó Don Quijote, bajo los desatinos de su fantasía descarriada por los condenados libros, la sanidad moral de Alonso el Bueno, y esta sanidad es lo que hay que buscar en él.

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