Ejemplos con desaliento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Insensible a la alegría del sol, a las palpitaciones luminosas de la extensión azul, al piar de los pájaros que revoloteaban a sus pies, Jaime se sentía dominado por intensa tristeza, por un desaliento anonadador.
Creyéndola enterada del desastre por alguna noticia particular, la dijo con el mayor desaliento:.
Hay veces en que, por una aparente alteración del ritmo triunfal, cruzan la historia humana generaciones destinadas a personificar, desde la cuna, la vacilación y el desaliento.
Todo problema propuesto al pensamiento humano por la Duda, toda sincera reconvención que sobre Dios o la Naturaleza se fulmine, del seno del desaliento y el dolor, tienen derecho a que les dejemos llegar a nuestra conciencia y a que los afrontemos.
Pueda ella, en las horas sin luz del desaliento, reanimar en vuestra conciencia el entusiasmo por el ideal vacilante, devolver a vuestro corazón el calor de la esperanza perdida.
Pero tal persuasión, que debe defenderos de un desaliento cuya única utilidad consistiría en eliminar a los mediocres y los pequeños de la lucha, debe preservaros también de las impaciencias que exigen vanamente del tiempo la alteración de su ritmo imperioso.
Es inútil resistir , murmuraba en su cerebro el desaliento.
La obstinación de Pablo, cuyo origen comprendía yo, me causó pena, porque me reveló un carácter apasionado y enérgico, en el que la contrariedad, lejos de estimularle, le causaba desaliento, y en el que el desaliento producía la desesperación.
El cardenal adivinaba el desaliento tras esta modestia y paladeaba su triunfo.
Todo revelaba en ella la miseria y el desaliento.
Presa de un desaliento inexplicable metí los pliegos en el sobre.
Misas a centenares, funerales a toda orquesta, limosnas a porrillo, y lágrimas y lamentos que afortunadamente tenía el poder de evitar con sus frases chistosas el doctor don Rafael Pajares, quien, como médico de alguna fama, había sido llamado en los últimos días de la enfermedad del marido, lo que aumentó la languidez de éste y su desesperado desaliento.
El desaliento las tuvo hasta bien entrada la noche clavadas en sus asientos del salón, silenciosas, sin otra luz que el escaso resplandor de los reverberos públicos que entraba por los balcones abiertos, produciendo una débil penumbra.
Madrid se moría de sed, las zarzuelas levantábanse prepotentes y pretenciosas, el francés era fiel contraste de los héroes de salones, no se sospechaba la caida de una monarquía y de un imperio, el poder temporal sosteníase firme y enhiesto, la Internacional era una profecía horrible, un fantasma del miedo, y los gérmenes de la disolución social que hemos visto y que el autor señalaba, no eran, ni mucho menos, datos seguros para raciocinar con acierto, en medio del desaliento y de la desesperación que mudos reinaban en las almas.
Exageraba sin duda su inferioridad, y su desaliento le hacía huir del trato social.
La carga de la bebida en su estómago no tuvo poca parte en aquel desaliento horrible, durante el cual vio desfilar ante su mente los treinta años de fracasos que formaban su historia activa Lo más singular fue que en su tristeza sentía una dulce voz silbándole en el oído: Tú sirves para algo no te amontones.

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