Ejemplos con deparó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Véase, por ejemplo, la estancia IV donde una bolsada cenicienta deparó cerámicas celtibéricas y un mango de asta de ciervo, o la estancia I, donde se conservan residuos de suelos.
Este trabajo le deparó cierta notoriedad que se mantuvo durante bastante tiempo en España.
Fue un reconocimiento para no hacer pagar a los militares la caída del enclave tras las desastrosas consecuencias que deparó.
Una de las sorpresas que deparó esta elección fue la obtención de uno de estos escaños por parte del.
Pero la vida le deparó infortunios que pesaron en su compleja personalidad.
El sorteo deparó al equipo de moda europeo, el Girondis de Bourdeaux con jugadores internacionales como Tigana, Battiston, Giresse, Laconte y Chalana.
Buscó en todo momento luchar por los derechos de las mujeres, los trabajadores y los más necesitados, sin importar las persecusiones, el desprecio y el exilio que ello le deparó.
Casó con un plebeyo, buen mozo y pobre, único pretendiente que le deparó la fortuna.
La noche, negra, le deparó incidentes a su plena satisfacción.
Cuando pasaban los últimos de la dispersa manada, mi buena suerte me deparó a la derecha del camino una venta o parador.
Ya perdía yo la esperanza de colarme en el Congreso, cuando mi buena suerte me deparó a Moreno Rodríguez, a cuyos faldones me agarré para romper la terrible consigna porteril.
En el tren, camino de Madrid, la casualidad nos deparó la compañía de aquel joven, no diré amigo, sino conocido, que en la playa del Sardinero me dio noticias de la del y de sus amores con el Rey.
Y una mañana, en que mis divagaciones callejeras me llevaron a la de San Leonardo, me deparó mi suerte el encuentro de Celestina, que del convento salía con su reverendo amigo y capellán don Hilario, y ambos iban hacia la parroquia de San Marcos.
-¡Ay, no fue poca mi suerte al dar con él! Perdida andaba yo, cuando una casualidad me deparó su conocimiento.
En lugar áspero donde la montaña nos deparó una oquedad rocosa, buen amparo contra el furioso aguacero, dispuso que hiciéramos alto, lo que las mulas y yo agradecimos sobremanera.
De allí escaparon más de prisa, por estar lleno el local de montañeses desalmados y de parásitos feroces, vagaron por calles y pasadizos hasta que el borriquero Esdras, a quien mantuvo a su servicio recompensándole con largueza, les deparó albergue en el tenducho miserable de un zapatero remendón, que había escapado de la ciudad.
En el barullo perdí de vista a mis compañeros, pero la suerte me deparó a : él y yo acudimos con palos a dispersar a la chusma, que las armas no eran del caso contra malhechores cobardes que huían a cualquier intimación de hombres decididos.
Pero Dios, que miraba por el hombre bueno y piadoso, le deparó, a cambio de la amistad perdida, otra de bastante precio, y fue que a punto de ver partir a Pulpis, hizo conocimiento con un clérigo castrense, llamado don Toribio Godino, el cual, desde las primeras palabras, se le reveló como varón sencillísimo, de corazón generoso y ameno trato.
Por dicha suya, la Providencia le deparó nuevas amistades, y la más valiosa de aquellos días fue la que contrajo, por mediación de D.
Pensaba yo cómo realizaría aquel acto de justicia, cuando la casualidad, mejor será decir la Providencia, me deparó una solución mejor y más cristiana que la muerte.
Y el Cielo, propicio siempre con los locos, le deparó lo que buscaba.
Salió el joven de la sala asombrado y confuso de tan rara entrevista, mas no quiso el Cielo que se marchara sin recibir en aquella casa nuevas y más singulares impresiones, y éstas se las deparó el Sr.
Especial deseo tenía yo de saber algo de Coletilla, y un día que la suerte me deparó un buen encuentro con don Claudio, y sacamos a colación los sucesos que referidos quedan, me vino a las mientes Coletilla, y hablamos largamente de él.
Empero quiso la suerte que entre la gente que acompañaba al corregidor venian los dos estudiantes manchegos, y se hallaron presentes a toda esta historia, y viendo lo que pasaba, y que en todas maneras habian de ir a la cárcel Esperanza, Claudia y la Grijalva, en un instante se concertaron entre sí en lo que habian de hacer, y sin ser sentidos se salieron de la casa, y se pusieron en cierta calle tras canton por donde habian de pasar las presas, con seis amigos de su traza y que luego les deparó su buena ventura, a quienes rogaron les ayudasen en un hecho de importancia contra la justicia del lugar, para cuyo efecto los hallaron mas prontos y listos que si fuera para ir a algun solemne banquete.
Pero la negra, por acabarme de una vez, me trujo una esponja frita con manteca: conocí la maldad, vi que era peor que comer zarazas, porque a quien la come se le hincha el estómago, y no sale dél sin llevarse tras sí la vida, y pareciéndome ser imposible guardarme de las asechanzas de tan indignados enemigos, acordé de poner tierra en medio, quitándomeles delante de los ojos: halléme un dia suelto, y sin decir adios a ninguno de casa, me puse en la calle, y a ménos de cien pasos me deparó la suerte al alguacil, que dije al principio de mi historia que era grande amigo de mi amo Nicolas el Romo, el cual apénas me hubo visto, cuando me conoció y me llamó por mi nombre: tambien le conocí yo, y al llamarme, me llegué a él con mis acostumbradas ceremonias y caricias: asióme del cuello, y dijo a los corchetes suyos: Este es famoso perro de ayuda, que fué de un grande amigo mio, llevémosle a casa.
Aquella noche dormí al cielo abierto, y otro dia me deparó la suerte un hato o rebaño de ovejas y carneros: así como le vi, creí que habia hallado en él el centro del reposo, pareciéndome ser propio y natural oficio de los perros guardar ganado, que es obra donde se encierra una virtud grande, como es amparar y defender de los poderosos y soberbios los humildes y los que poco pueden.
—Alta Majestad, en fuerza de vuestra ventura y en consecucion de mi deseo, despues de haber muerto de una apoplejía el general de Lansac, quedando yo en su lugar, merced a la liberalidad vuestra, me deparó la suerte dos galeras turquescas que llevaban remolcando aquella gran nave que allí se parece: acometíla, pelearon vuestros soldados como siempre: echáronse a fondo los bajeles de los cosarios: en el uno de los nuestros en vuestro real nombre di libertad a los cristianos que del poder de los turcos escaparon: solo truje conmigo a un hombre y a una mujer, españoles, que por su gusto quisieron venir a ver la grandeza vuestra: aquella nave es de las que vienen de la India de Portugal, la cual por tormenta vino a dar en poder de los turcos, que con poco trabajo, por mejor decir sin ninguno, la rindieron, y segun dijeron algunos portugueses de los que en ella venian, pasa de un millon de oro el valor de la especería y otras mercancías de perlas y diamantes que en ella vienen: a ninguna cosa se ha tocado, ni los turcos habian llegado a ella, porque todo lo dedicó el cielo, y yo lo mandé guardar para vuestra Majestad, que con una joya sola que se me dé, quedaré en deuda de otras diez naves, la cual joya ya vuestra Majestad me la tiene prometida, que es a mi buena Isabela: con ella quedaré rico y premiado, no solo deste servicio, cual él sea, que a vuestra Majestad he hecho, sino de otros muchos que pienso hacer por pagar alguna parte del todo casi infinito que en esta joya vuestra Majestad me ofrece.
Y en esta aventura se deben de haber encontrado dos valientes encantadores, y el uno estorba lo que el otro intenta: el uno me deparó el barco, y el otro dio conmigo al través.
Y la suerte, que sus cosas de bien en mejor iba guiando, aún no hubo andado una pequeña legua, cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta que, a pesar suyo y gusto de don Quijote, había de ser castillo.
En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír.

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