Ejemplos con crédito

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Usté debe pagarme ese resto de crédito.
Merced al estanco que obtuvo Simón sin dificultad, a los ahorros que trajo de la aldea y al crédito, aunque muy limitado, que no tardó en abrírsele en algunos depósitos al por mayor, en el primer año de establecido en la villa duplicó su capital.
Cumpliólos al cabo, pero no sin ver mermada su fortuna en más de dos terceras partes, y, lo que fué aún más triste, su crédito comprometido.
Provenía don Restituto de una familia humilde de la Montaña, y en este accidente del nacimiento fundaba su crédito a cierta nobleza titular, pues para él todos los montañeses llevan algo de sangre hidalga.
Su honradez grande, su puntualidad y su celo le granjearon crédito tal, que llovían comisiones, menudeaban encargos, y caían en la bolsa, como apretado granizo, reales, pesos duros y doblillas en cantidad suficiente para que, al cabo de quince años de llegado a la corte, pudiese Joaquín estrechar lazos eternos con una conterránea suya, doncella de la esposa del magnate y señora tiempo hacía de los enamorados pensamientos del portero, y verificado ya el connubio, establecer surtida lonja de comestibles, a cuyo frente campeaba en doradas letras un rótulo que decía:.
Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo, y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito.
Se diría que desea demostrar al pueblo que lo arrojó de su seno por su conducta, que no merecía aquella ignominia, y que en su mano estaba volver al buen camino, si la persona a quien había hecho tal promesa hubiera dado crédito a sus palabras.
Los más audaces se atreven a dedicarlo a la compra de los valores públicos, y los gobiernos continúan el despilfarro, seguros de que encontrarán siempre quienes les presten y ensalzando este crédito como una manifestación de la prosperidad del país.
Esto, en vez de perjudicarle, aumentaba y extendía su buen crédito.
Da entero crédito a cuanto te diga, óyele y atiéndele, y acepta y recibe sin el menor escrúpulo lo que te ofrezca y entregue.
Se negaba resueltamente a firmar otro pagaré garantizando el crédito de su madre, y menos consentía aún en hipotecar su huerto para adquirir los tres mil duros.
¡Firmar! ¡firmar! ¿Tú crees que una persona como Dios manda pone la firma, porque sí, al primer judío que se presenta? Eso sólo lo hacen las locas como tú, que has firmado más papel que un escribano, y miras con la mayor tranquilidad cómo tu nombre anda por el mundo en pagarés siempre renovados, con condiciones que sólo admiten las personas tramposas y sin crédito.
Ahora ya no daremos crédito a Ricardo ni a don Juan.
Recelos, malos modos, despótico trato, reprensiones inmotivadas, correcciones estúpidas, alardes de ciencia que tenían por objeto mantener un crédito cimentado en arena, y, sobre todo, esa desconfianza ofensiva, insultante, que hay en algunos ricos para con el desgraciado que les sirve y gana poco, de quien se teme todo lo malo, y a quien se puede ultrajar impunemente, pues se sabe que el ultrajado tendrá que callar, porque si habla y replica, y rechaza con noble energía la infame sospecha, se quedará sin el mendrugo diariamente ganado a costa de un trabajo penoso.
Mi entrada en el despacho de Castro Pérez fué para mi tía Pepa el colmo de la dicha, no sólo porque allí ganaría algunos duros su pobre sobrino, sino porque creía, en su candorosa sencillez, que dados el crédito y la buena posición del abogado, éste aseguraría mi porvenir.
¡Esa es la verdad! ¡La pura verdad! ¡Eso pasa todos los días! No se alarmen ustedes, ¡que falta lo mejor! Sale el pobre muchacho de aquella casa, y sale con el crédito perdido, y, como es del caso, no halla empleo.
El primero: un pavo vanidoso, engreído con su fama, pagado de su saber, de su crédito y de su dinero, atascado en el pantano de su prosopopeya jurídica, el segundo: larguirucho, cetrino, amojamado, con aspecto de sacristán, célibe por egoismo, alardeando a todas horas de timorato y concienzudo, discreto y medido, paciente y culto.
Tenemos entrada en una tribuna del Congreso, crédito en las fondas, tertulias que nos aprecian, sastre que nos soporta.
Este acreedor era Samaniego, el boticario de la calle del Ave María, y su crédito ascendía, con el interés vencido de seis por ciento, a sesenta y tantos mil reales.
vacilaba, no dando a Segunda todo el crédito que esta creía merecer.
Dichos cadáveres, horriblemente destrozados, eran la propiedad, todas las clases de propiedad posibles, el Estado, la Iglesia y cuantas instituciones se derivan de estos dos principios, Matrimonio, Ejército, Crédito público, etc Con admiración de todos, Juan Pablo se lanzó a la defensa del amor libre, de las relaciones absolutamente espontáneas entre los sexos, y puso la patria potestad sobre la cabeza de la madre.
Y se puso a trabajar en las operaciones aritméticas con tanta serenidad, y un temple tan equilibrado, que doña Lupe salió de la estancia haciéndose cruces y diciendo que si lo que acababa de oír se lo hubieran contado los cuatro Evangelistas, no les habría dado crédito.
Aprobadas la partición propuesta por Juan Pablo y la cancelación del crédito de Samaniego.
Por la falta de crédito se pierden las repúblicas lo mismo que las monarquías.
Feliciana tenía ya pignorado lo mejorcito de su ropa, y Olmedo había perdido el crédito de una manera absoluta.
Afortunadamente para ellos, la casa tenía un crédito inmenso.
Y digo que con esto que decía se hicieron su padre y sus amigos, que le daban crédito, muy ricos, porque hacían lo que él les aconsejaba, diciéndoles: Sembrad este año cebada, no trigo, en éste podéis sembrar garbanzos y no cebada, el que viene será de guilla de aceite, los tres siguientes no se cogerá gota.
Bien les pareció, a los que escuchado habían, la canción de Grisóstomo, puesto que el que la leyó dijo que no le parecía que conformaba con la relación que él había oído del recato y bondad de Marcela, porque en ella se quejaba Grisóstomo de celos, sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen crédito y buena fama de Marcela.
Y aun hay un autor secreto, y de no poco crédito, que dice que, habiendo cogido al Caballero del Febo con una cierta trampa que se le hundió debajo de los pies, en un cierto castillo, y al caer, se halló en una honda sima debajo de tierra, atado de pies y manos, y allí le echaron una destas que llaman melecinas, de agua de nieve y arena, de lo que llegó muy al cabo, y si no fuera socorrido en aquella gran cuita de un sabio grande amigo suyo, lo pasara muy mal el pobre caballero.
Pero, con todo esto, porque no ande vacilando mi honra en vuestras intenciones, habiéndome ya conocido por mujer y viéndome moza, sola y en este traje, cosas todas juntas, y cada una por sí, que pueden echar por tierra cualquier honesto crédito, os habré de decir lo que quisiera callar si pudiera.

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