Ejemplos con confianzudo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Confianzudo, lisonjero, gracioso y extrovertido.
Todos le querían: los capitanes vascos, sobrios en palabras, rudos y de tuteo confianzudo, los capitanes asturianos y gallegos, enamoradizos y derrochadores, que desmienten con su carácter la avaricia y la tristeza de tierra adentro, los capitanes andaluces, que parecen llevar en su gracioso lenguaje un reflejo de la blanca Cádiz y sus vinos luminosos, los capitanes valencianos, que hablan de política en el puente, imaginando lo que podrá ser la marina de la futura República, los capitanes de Cataluña y de Mallorca, conocedores de los negocios tan a fondo como sus armadores.
Era el portero, que se mostró familiar y confianzudo, como si desde la noche anterior se hubiese establecido entre los dos una firme amistad basada en un secreto.
El imponente don Sebastián, que hacía temblar con una mirada al cabildo y a todos los curas de la diócesis, mostrábase alegre, fraternal y confianzudo cuando de tarde en tarde veía a Tomasa.
En estas francachelas de un carácter confianzudo y pobretón, no se conocía el.
Contestaron unánimes con igual calor, diciendo el que ceceaba, en confianzudo y jovial estilo:.
Los infames se habían metido en el salón, y estarían en aquel instante arrullándose, con la primera delicia del amor naciente, vacilando en usar el confianzudo tuteo.
¡Qué confianzudo está el tiempo! Y usted, ¿para qué se ha metido allá, sin más ni más? ¿Qué sabía usted si a mí me gustaba o no me gustaba entrar en relaciones?.
Este lenguaje tan confianzudo, era lo más contrario al temperamento y a la timidez de Maxi.
Tenía el abogado Valcárcel que luchar en sus discursos forenses con el lenguaje ramplón y sobrado confianzudo que se usaba en su tierra, y que aun en estrados pretendía imponérsele, mas él, triunfante, sabía encontrar equivalentes cultos de los términos más vulgares y chabacanos, y así, en una ocasión, teniendo que hablar de los pies de un hórreo o de una panera, que en el país se llaman pegollos, antes de manchar sus labios con semejante palabrota, prefirió decir «los sustentáculos del artefacto, señor excelentísimo».
En estas francachelas de un carácter confianzudo y pobretón, no se conocía el champagne.
Si con el amo viejo era confianzudo, era por cumplir una consigna, porque así se lo había ordenado implícitamente, por lo demás, él tenía el respeto a la sangre donde el señorito la nobleza, en el fondo de la conciencia.
Era un perro fiel: mientras se había querido caricias, confianza, había sido cariñoso, confianzudo, había dormido a los pies de su amo, dándole el calor de su afecto.
«Pues te vas haciendo confianzudo.

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