Ejemplos con cita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ésta organiza una cita en el granero, previniendo al marido.
Acudió a la cita más que de prisa, encerróle S.
Pero la insistencia del recuerdo y la misma tenacidad con que se repitió su promesa de no acudir a la cita empezaron a hacer sospechar a Ferragut que bien podría ser que fuese a ella.
Debían encontrarse a las cinco de la tarde en el pequeño jardín de la Capilla Expiatoria, pero Julio Desnoyers llegó media hora antes, con la impaciencia del enamorado que cree adelantar el momento de la cita presentándose con anticipación.
La hora de la cita era siempre las cinco.
Era una cita a solas en el misterio de la noche, con un amplio espacio de tiempo por delante.
No, hombre, no Me río del autor, no de la cita Veamos la sentencia.
Y se quedó tan orondo con la cita, porque una de las genialidades de Villamelón era la de nombrar de continuo a su madre, anteponiéndole siempre el calificativo de santa, y poniendo en su boca aforismos tan singulares, y de mal gusto a veces, como el que acababa de soltar.
Enviábale este aviso, según la costumbre, la dama que había hecho la guardia el día antes, y era esta una buena mujer, sencilla y piadosísima, que, desechando como terribles calumnias las voces que corrían, apresuróse a cumplir con su deber avisando a Currita y dejando al arbitrio de la dama el acudir o no acudir a la cita de Palacio.
Mas de repente, cuando esta voz tomaba cuerpo y comenzaba a excitar en los ánimos el terror que infunde todo poder oculto y la indignación que inspira toda cobarde añazaga, levantóse otra voz contraria, que nadie supo nunca de dónde salía ni quién la atizaba, y que se extendió, sin embargo, por todas partes, con grandes visos de certeza, a la manera que esparce un pozo subterráneo por todos lados sus húmedas filtraciones Díjose que en el fondo de todo aquello había tan sólo una intriga galante, que existía en el Juzgado un billetito concediendo una cita y que obraba también en poder del juez una prenda acusadora, perteneciente a la : una talma de pieles de castor, marcada por la parte de dentro con una etiqueta negra, en que con letras rojas decía: Worth.
Neptuno, porque a nadie sino a este había pedido él cita alguna, mas extrañábale, por lo mismo, la singular manera de su redacción y el empeño manifiesto que en ella se notaba de encubrir todo lo que pudiera denunciar su carácter masónico y hacerla tan sólo como una cita galante y misteriosa, según la había juzgado ya, engañándose por completo, la misma Currita.
Habíale encargado esta que por ningún concepto soltara prenda por escrito en el manejo de aquel negocio, y por no faltar el majadero a una cita que con cierta viuda problemática tenía, a la misma hora en que le citaba también el ministro, dejó escapar aquella malhadada carta dirigida a este, que tan serias complicaciones había de traer más tarde.
Pasaban misteriosas parejas por detrás de los macizos de árboles, unidas por dulce intimidad, con paso recatado, cuchicheando levemente y buscando un lugar a propósito para aislarse de otros a quienes la cita nocturna llevaba también allí.
Acudí con toda puntualidad a la cita del abogado.
—Se ha bebido, se ha perdido la cabeza a fuerza de bailar, se ha dado el alma al diablo, se ha obtenido la cita, se han marchado las tapadas , se han confundido en un vértigo febril la mentira y la verdad, y las caretas son inútiles, y los respetos sociales una farsa, y los desconocidos se tutean, y las feas parecen hermosas, y todos gritan, todos bailan, todos sueñan, todos reducen el pasado y el porvenir a aquel instante pasajero de locura y fascinación.
Esta es la gran cita, el gran congreso, la hora solemne en que se toma posesión del cargo de y se abre la legislatura de la sociedad elegante.
Y figúrase ver a la amada doliente y valerosa de quien acabará de separarse su amigo y que habrá sido la causa de que tarde algunos minutos en acudir a la cita: oye el último confundido con el último beso: vé la solemne tranquilidad de aquella despedida, en que la palabra habrá contenido los ruegos y el llanto en el fondo de dos almas: cree escuchar, en fín, estas supremas frases, con que la heróica mujer acompañaba el regalo de su pañuelo:— Toma.
De aquí proviene que, cuando recorremos los puestos de la Feria, nos parece que visitamos un cementerio, y que cada objeto es una tumba, o que ya estamos en el Valle de Josaphat, y asistimos a la gran cita de los pecadores, en que cada uno debe presentarse con su historia a la espalda, descalzo de pié y pierna, y no sabiendo quién lo rematará a su favor, si Dios para aumentar su gloria o el diablo para aumentar su infierno.
Fortunata se sonrió, afectando entender la cita, pero se había quedado a oscuras.
Al salir de la iglesia, Fortunata echó, como de costumbre, una mirada al público, que estaba tras de la verja de madera, y vio a Maximiliano, que no faltaba ningún domingo a aquella amorosa cita muda.

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