Ejemplos con charlando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Toda la gente que podría haber visto a Ray charlando con Homer no lo había hecho: Bart, Flanders y el camarero del bar.
También hace un comercial de TV, en el que aparece él charlando sobre Blinky con un actor que representa a Charles Darwin, quien dice que Blinky es un eslabón en la cadena de la evolución.
Compañeros de la prensa, como Ray Sanchez, presentador de La Fauna y Director de contenidos de la revista Rock Estatal los define como un programa de Rock hecho por un puñado de amigos, charlando y debatiendo con la naturalidad que lo harían en la calle, ahí está la magia de GarridoRock.
Ligeramente inclinado ahacia la izquierda está su hermano, Eugène Manet, charlando con otra mujer.
Cosa era esta que sucedía muchas tardes, siempre que al ama Engracia se le ocurría tomar el fresco un rato en el umbral charlando con Sardiola, pero en tal instante Lucía sintió que la puerta entreabierta la penetraba de terror glacial y de ardiente júbilo a un tiempo.
A las doce o doce y media salían todos en pelotón, remangándose los pantalones y las faldas respectivamente, y guareciéndose debajo de los paraguas, charlando en voz alta al través de las calles solitarias y húmedas.
La joven nunca se confesaba fatigada, pero él, adivinándolo en su marcha vacilante, daba el alto, la obligaba a sentarse, y se hacía el distraído charlando, a fin de que durase más el descanso.
Charlando con él mataba las horas que aun faltaban para el amanecer.
La madre y la hija siguieron charlando en el mismo rincón sobre el mismo tema, recibiendo la primera un sinnúmero de abrazos y besos apretadísimos.
Y Currita, tan conmovida como Dinorah misma, que intenta en vano detener a Bellak, la blanca cabra querida, miraba de reojo al palco del Veloz-Club, donde charlando y riendo entre sí, asomaban Gorito Sardona, Paco Vélez, Diógenes, Angelito Castropardo, y por detrás de todos, descollando entre ellos por su gallarda apostura y su aire altanero, Jacobo Sabadell, flechando los gemelos con descaradísima insistencia a otro palco que Currita no podía ver porque estaba colocado justamente encima del suyo.
El entusiasmo fue entonces indescriptible, las damas rodearon el grupo que Currita y Butrón formaban, empujándose unas a otras, charlando todas a un tiempo, esgrimiendo los colosales abanicos que por aquel verano estaban de moda con el poco elegante nombre de.
¡Anda, anda! Te verían entrar y dirán que estás aquí, charlando conmigo.
De noche me quedaba en casa, conversando con la enferma o charlando con Angelina.
¿Quién me hubiera dicho que tú, el chiquitín que yo conocí de este tamaño, que cabía en un azafate, sería mi amigo? Ya sabes cuánto te quiero, y cuánto te estimo, y los buenos ratos que pasamos aquí, charlando de mis cosas y de las tuyas, de mis tristezas mortales y de tus alegres esperanzas, de tus penas de niño y de mis desengaños de viejo.
Se estuvieron aquí más de tres cuartos de hora, charlando como unas cotorras.
Y la tía se soltó charlando alegremente.
Hacía tres años que estaba abonado al segundo curso de la Facultad de Medicina, consecuencia heroica de la que no estaba arrepentido, y tan amante era del trabajo y de la actividad, que por no estarse en los cafés charlando como un necio, pasaba los días y gran parte de las noches en los círculos recreativos, unas veces peinando barajas y otras sacrificando pesetas, para que no se dijera que en España todo decae, hasta el respetable gremio de los puntos.
De vez en cuando, griterío y corridas, brazos en alto, bastones enarbolados, una guitarra estrellándose quejumbrosamente en una cabeza, y cuando la calma se restablecía, saludábase con sonrisas y aplausos irónicos a la ristra de valientes que, sin paciencia para esperar, emprendían la marcha carretera abajo, cogidos del brazo, moviéndose con torpe balanceo, como si estuvieran sobre la cubierta de un buque en día de gran marejada, charlando incoherentemente o soltando sus vozarrones para entonar los estrambóticos y lánguidos corales que inspira la musa amílica.
¡Desgraciado mil veces el que no fuma!—¿Qué hará este sér incompleto, en la orilla del mar, en aquellas horas de infinito éxtasis que siguen a la puesta del sol? ¿Qué velas llevarán su imaginación hacia lo desconocido? ¿Qué alas lo subirán al cielo durante las espléndidas noches de verano? ¿Qué hará en los entreactos de una ópera? ¿Qué, después de comer? ¿Qué, al despertar por la mañana? ¿Qué, durante una larga navegación? ¿Qué, en la ausencia, cuando cierre los ojos para ver las personas queridas? ¿Qué, para no acatarrarse a la salida de un baile en provincias, donde no suele haber coches, si tiene que ir charlando con la beldad que aceptó su brazo para volver a casa? ¿Qué, cuando viaje a caballo por solitarios montes? ¿Qué, cuando convalezca de una enfermedad? ¿Qué, en fín, en aquella hora que sigue al logro de cualquier deseo, cuando, si no fuera por el tabaco, ya no habría razón ninguna para seguir viviendo en un mundo donde ?.
Las niñas iban en grupo de dos o de tres, envuelta la cabeza en toquillas, charlando cada una por siete.
Allí pasaban el rato charlando por lo bajo, leyendo novelas, dibujando caricaturas o soplándose recíprocamente la lección cuando el catedrático les preguntaba.
Las bocas de las tiendas, abiertas entre tanto colgajo, dejaban ver el interior de ellas tan abigarrado como la parte externa, los horteras de bruces en el mostrador, o vareando telas, o charlando.
Hubo un momento de silencio y tristeza en la mesa, pero aquello pasó, y siguieron charlando.
Ganas tenían las dos recogidas de seguir charlando, pero la monja no las dejaba y quiso ver cómo aclaraban la ropa.
Más de dos horas estuvieron charlando los que fueron amantes, y ella no paraba el pico refiriendo los malos tratos que le daba el hombre que a la sazón era su dueño.
¿De pocas?, ¡digo pues si lo fuera de muchas! Si usted el día que nació estaba charlando por siete.
De sobremesa, trató doña Lupe de alegrarse los espíritus, charlando de cosas enteramente contrarias a aquella monserga del honor, mas él daba a conocer con suspiros profundos que la tormenta de su alma no estaba del todo extinguida.
La señora no se había quitado el manto ni los guantes, pero cuando se aligeraba, charlando, de la carga que en su espíritu tenía, pensó en mudarse de ropa.
Pocas veces veía Fortunata al señor de Feijoo, que iba a la casa de visita, ceremoniosamente, y se estaba allí como una hora, charlando más con la señora de Jáuregui que con la de Rubín.
¡Dar una canonjía a un clérigo joven, que entra en su casa a la una de la noche y pasa el tiempo charlando en el café con los curas de caballería que andan por ahí sueltos y sin licencias! Pero en fin, allá te la dé Dios, y si pescas el turrón, hijo, buen provecho, y escribe en llegando, y no parezcas más por aquí, egoistón, tragaldabas Pues digo, el otro, el Juanito Pablo, desde que tiene empleo no pone los pies en casa.

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