Ejemplos con calladito

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Bruno, calladito debajo de un tubo de chimenea, que él hablando por los codos, vestido de cualquier modo, y con un sombrero viejo mal planchado y de corta elevación.
Bruno quieto y calladito en su casa, fiado en la gestión de los que verdaderamente le estimaban.
Ahórrese el trabajo de leer en alta voz, y lea para sí, que yo me estaré aquí calladito, pensando en mis cosas.
A nuestra casa se viene usted calladito, y no se moverá de ella hasta que recobre la salud.
En cuanto te canses avisas Aquí no me entres a ningún hombre, porque si algún día descubro gatuperio, me marcho tan calladito y no me vuelves a ver Lo mismo haré si lo descubro fuera.
Tuve esta idea cuando estaba aquí sin habla, y al despertar me agarré a ella Es la llave de la puerta del Cielo Hijo mío, estate calladito, y no chistes, que si tu mamá se va es porque Dios se lo manda ¡Ah!, don Plácido, ¿está usted ahí?.
¿Un bastón? también te lo compramos, hijo, si te estás calladito A ver, dónde encontraremos bastones ahora.
¡y qué calladito lo tenían!.
calladito.
Cuidado con echármele a perder, que él con nadie se mete, y es el hombre más calladito, más respetuoso que se puede ver.
eh! Calladito.
El otro, con un pie ya en la trampa, se lo iba a dar, cuando el comisario, que allí estaba, calladito y sin que nadie le hiciera caso, se acercó y dio repentinamente al joven la voz de preso.
El estanciero rico, el comerciante bien pueden abonar al comisario una pequeña suscripción mensual, para que cuide, con mayor celo, de sus intereses, y el que, de mezquino, no quiere contribuir, tampoco se puede quejar de que los cuatreros le peguen malones, y si lleva, alguno de los damnificados, al comisario, para que vea por sus propios ojos, las panzas y las cabezas de las vacas que, de noche, le han carneado, se quedará éste pensativo, pero calladito, adivinando ya de dónde ese diablo de Fulano ha sacado, para mandárselo, un costillar tan gordo.
El chico pequeño, cuando yo me harté de dar, vino a mirar a su padre, que ya no se movía, y me dijo muy calladito: «¡Bien hecho!».
-Muy calladito está usted, señor marqués.
No dejaba de saberlo, y para hacerle el gusto a su amor propio, -ese amor propio de artista, que, calladito, se retuerce de gozo a la menor cosquilla, o de furor, por un inocente pellizco-, se complacía en llegar cuando la reunión estaba en su apogeo.
Había sabido, este, templar la guitarra en la tonada requerida, modulando la voz según el verso, y pudo apretar las llaves, calladito, para el próximo canto de la victoria.
Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para emprender solo y calladito el camino de su casa.
Y ahora, muchacho, tené mucha paciencia y estate muy calladito la boca, no sea cosa que nos conozcan el juego.
Juan se irá a comer calladito sus chorizos, y a discurrir, para cuando se desocupe del arreglo de la Deuda, la reforma de la Constitución, dejándola en los puros huesos.
¡Y qué bien se ha portado mi nene dejándose lavar tan calladito.
Yo le respondo de que será obediente, juicioso, calladito.
parte del rio lo pasaron calladito, y juntos los batallones,.
¡Cuál fue su asombro al ver, colgada en la pared, una guitarra nueva, flamante! Y mientras la miraba boquiabierto, señalándosela a su mujer, calladito, con el dedo, el canto del grillo se volvió tan comprensible para ambos como si hubiera sido voz humana, y clarito oyeron que decía:.
Pero se conformaba con todo, risueño siempre, o, por lo menos, calladito.
Y quedó calladito el hombre del facón, mascando su vergüenza, hasta que como si quisiera tomar el fresco, se deslizó hasta el patio, despacito, y sin ruido, montó en su caballo y se mandó mudar.
Llovió toda la noche y todo el día siguiente, por supuesto, no hubo carreras, y el lunes se fue a la pulpería el gaucho, para gozar, calladito, del éxito de su travesura.
Yo no soy así, señor -agregaba-, siempre trabajo calladito, sin tratar de lucirme más que por mis esfuerzos en llevar a cabo mi ruda tarea de estercolero.
¡Ja, ja, ja! ¡Y qué calladito se lo tenían!.
Calladito la boca, tenía metido en el Banco lo que le había pispado al viejo en el escondite de su escritorio, la suma que había encontrado y de la que no se decía ni jota en el testamento, ni se había dicho después.

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