Ejemplos con avispada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Peter y sus vecinos reciben la grata noticia de que han ganado un yate en sus respectivos buzones, pero Lois descubre que tendrán que aguantar unas sesiones de multipropiedad, una vez han aguantado la reunion, un vendedor entrevista a Peter y Lois y les da eligir entre el yate o una caja misteriosa, Lois mucho más avispada se da cuenta del posible engaño al cual les quieren someter lamentablemente Peter cae en el engaño y elige la caja sin hacer caso a su mujer, En el coche, Lois le recrimina su poca lucidez al cambiar el yate por unas entradas para ver a un Monologuista mediocre en un Club de comedia.
Divito llevó a Rico Tipo, además de sus Chicas, a toda una saga de personajes que retrataban distintos aspectos reconocibles para el ciudadano medio: Pochita Morfoni, una mujer obesa que sólo piensa en la comida, Fúlmine, un hombre feo y vestido de negro que trae consigo mala suerte y desgracias, Fallutelli, prototipo del empleado adulador del jefe y traidor con sus compañeros, Bómbolo, un gordito bonachón e ingenuo que no sabe entender el sentido figurado y siempre se toma las cosas literalmente, El abuelo, un viejito verde en el fondo inofensivo y enamoradizo de las jovencitas, Gracielita, una niña muy moderna y avispada.
¡Oh, qué pensaría Fernanda si supiera que su prometido se entretiene en abrasar y derretir con amores, que a mí me parecen impuros, a esta dislocada mística rubia, a esta diablesa con ojos y cabello de serafines, blanca, modosa, tan pronto sentimental y llorona, como avispada y picaresca!.
Aduanero soy implacable, y le quito de las manos lo que estimo nocivo para su juvenil corazón y avispada fantasía, dejándola en el pleno goce del , del y del.
Pero le nombro al señorete, y ya la tiene usted tan avispada, queriendo vivir, y sin duda con intenciones de pecar.
¡Lo que sabía aquella Marta, que fue la que llevó la conversación de la tocología a la estética, para poder ella lucir sus conocimientos sin menoscabo de su decoro y prerrogativas de virgen pudorosa e ignorante en obstetricia! Ella, tan avispada, en esto de fingir inocencia tenía tan mal tacto, que llegaba a ridículas exageraciones, y así fue que aquella noche, por rivalizar con el candor de las de Ferraz, a las primeras noticias del feliz suceso que se preparaba estuvo inclinada a dar a entender que, a su juicio, los recién nacidos venían de París, pero la de Silva, la menor, con verdadera inocencia, dejó comprender todo lo que ella sabía respecto del asunto, que era bastante, y Marta tuvo tiempo para recoger velas y abstenerse de ridículas leyendas filogénicas y ontogénicas, como hubiera dicho ella si no estuviera mal visto.
¡Qué hermosas mañanas! El cura, cerrando los ojos, veia las oscuras acequias con sus rumorosos cañaverales, los campos con sus hortalizas que parecian sudar cubiertas de titilante rocio, las sendas orladas de brozas con sus timidas ranas, que, al ruido de pasos, arrojábanse con nervioso salto en los verdosos charcos, aquel horizonte que por la parte de mar se incendiaba al contacto de enorme hostia de fuego, los caminos desde los cuales se esparcia por toda la huerta chirrido de ruedas y relinchos de bestias, los fresales que se poblaban de seres agachados, que a cada movimiento hacian brillar en el espacio el culebreo de las aceradas herramientas, y los rosarios de mujeres que con cestas a la cabeza iban al mercado de la ciudad saludando con sonriente y maternal ¡bon dia! a la linda pareja que formaban la florista garbosa y avispada y aquel muchachote que con su excesivo crecimiento parecia escaparse por pies y manos del trajecillo negro y angosto que iba tomando un sacristanesco color de ala de mosca.
-¿Quién es, Manuela?, preguntó al fin Celita, la más avispada.
Ésta era lista y avispada como pocas, tenía un juicio rápido, seguro y claro.
alguna desgracia a su hijo, novel jinete, pero que traveseaba sobre una jaca negra y avispada,.
Es más avispada y pizpireta de lo que piensan.
Ha sabido tratarle con afabilidad, como a pariente, eso sí, pero sin hacerle caso como a novio, tal vez sin caer en la cuenta de que venía a pretender su mano, porque la pobre niña, a pesar de lo lista y avispada que es en todo aquello que no puede inclinarse ni torcerse a lo pecaminoso, tiene completamente cerrados los ojos sobre ciertas particularidades.
—Siempre avispada para el negocio —galanteó don Rafo.

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