Ejemplos con atravesaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero Jaime, al contemplar a esta compañera de soledad, atravesaba con la imaginación su áspera mascarilla, adivinando sus serenas facciones y el misterio de sus ojos orientales, rasgados en forma de almendra.
El Aligator, por su parte, atravesaba una de sus crisis galvánicas y se estremecía convulso, dando ya por anticipado que la experiencia iba a fracasar.
Mientras las puertas del Congreso estaban cercadas por una multitud de papanatas, a quienes se prohibía hasta aproximarse a la acera, él las atravesaba erguido entre las reverencias de los porteros, que, al abrirle respetuosamente la mampara de rojo terciopelo, le decían:.
El huracán atravesaba su cuenca, pero sin fijarse nunca.
Profundo estremecimiento, precursor del invierno, atravesaba por la Naturaleza toda, y dijérase que antes de morir, quería vestirse sus más ricas galas: así la viña virgen tenía tan espléndido traje de púrpura, y el álamo blanco elevaba con tal coquetería el penacho de cándidos airones de su copa, así la coralina se adornaba con innumerables sartas y zarcillos de sangriento coral, y las cinias recorrían toda la escala de los colores vivos con sus festoneadas enaguas.
¡Virgen Santísima! El carro se salía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que daba acceso a las tierras malditas, y se metía por los campos del tío , aplastando con sus ruedas la maleza respetada.
El coche atravesaba entonces la Plaza de la Concordia, regada con la sangre de María Antonieta y Luis XVI, al frente se extendía la calle Real, cerrada en el fondo por la soberbia fachada de la Magdalena, descansando sobre sus cincuenta y dos gigantescas columnas corintias, a la espalda, el palacio Borbón, asomando por detrás del puente de la Concordia, rodeado de jardines y de estatuas, a la izquierda, la avenida de los Campos Elíseos, cerrada a enorme distancia por el Arco de la Estrella, a la derecha, del lado de acá del río y entre los frondosos jardines imperiales, lo que quedaba entonces de las Tullerías: algunos muros calcinados por el incendio, un tremendo desengaño histórico, una imagen de la majestad real, abofeteada, escupida y asesinada a garrotazos por Rochefort y Luisa Michel, y en medio de la plaza, levantándose entre las dos fuentes monumentales, como un gigante de otras edades, el decano de París, el obelisco Lucsor, el amigo de los faraones, el testigo de las épocas fabulosas que cuenta por meses las centurias y se ríe, acordándose de sus momias egipcias, de aquel hormiguero humano que a sus pies se agita, haciéndole repetir lo que puso años antes un poeta en su lengua de granito:.
Era un Cristo muerto: la hendidura lívida del clavo atravesaba su diestra que reposaba sobre el descarnado pecho, las llagas enconadas de las espinas, vertiendo sangre aún, se veían en sus sienes, la boca entreabierta, amoratados los labios, los párpados caídos, aunque no cerrados del todo, dejaban ver sus ojos vidriosos y fijos.
Se le atravesaba como otras muchas, y al fin, después de mil tentativas que parecían náuseas, la soltaba entre sus bonitísimos dientes y labios, como si la escupiera.
La tal doña Guillermina, con toda su opinión de santa y su carita de Pascua, se le atravesaba.
Él la miraba con el embelesamiento que se ha dicho, siéndole cada palabra o caricia que le hacia, una lanzada que le atravesaba el alma.
Atentísima estaba a todo este coloquio Teodosia, y cada palabra que Leocadia decia, era una aguda saeta que le atravesaba el corazon, y aun el alma de D.
Cada cosa destas que la vieja me decia en alabanza de la que decia ser mi madre, era una lanzada que me atravesaba el corazon, y quisiera arremeter a ella y hacerla pedazos entre los dientes, y si lo dejé de hacer fué porque no le tomase la muerte en tan mal estado.
Muchas palabras de comedimiento y muchos ofrecimientos pasaron entre don Quijote y don Fernando, pero a todo puso silencio un pasajero que en aquella sazón entró en la venta, el cual en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierra de moros, porque venía vestido con una casaca de paño azul, corta de faldas, con medias mangas y sin cuello, los calzones eran asimismo de lienzo azul, con bonete de la misma color, traía unos borceguíes datilados y un alfanje morisco, puesto en un tahelí que le atravesaba el pecho.
Mas, como pocas veces, o nunca, viene el bien puro y sencillo, sin ser acompañado o seguido de algún mal que le turbe o sobresalte, quiso nuestra ventura, o quizá las maldiciones que el moro a su hija había echado, que siempre se han de temer de cualquier padre que sean, quiso, digo, que estando ya engolfados y siendo ya casi pasadas tres horas de la noche, yendo con la vela tendida de alto baja, frenillados los remos, porque el próspero viento nos quitaba del trabajo de haberlos menester, con la luz de la luna, que claramente resplandecía, vimos cerca de nosotros un bajel redondo, que, con todas las velas tendidas, llevando un poco a orza el timón, delante de nosotros atravesaba, y esto tan cerca, que nos fue forzoso amainar por no embestirle, y ellos, asimesmo, hicieron fuerza de timón para darnos lugar que pasásemos.

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