Ejemplos con arroyos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En tiempo de invierno es factible que bajen algunos arroyos del agua que destilarán las nieves.
Había visto en su delirio claros arroyos, ríos silenciosos e inmensos, a los que no podía llegar nunca, sumidas sus piernas en dolorosa inmovilidad.
En las calvas alturas de la costa, de roca viva, amontonábase la lluvia, formando tumultuosos arroyos que saltaban de peña en peña.
Allí se cambiaban los vapores de dos mundos, y el agua del hemisferio Surel hemisferio de los grandes mares, sin otros relieves que los triángulos extremos de África y América y las gibas de los archipiélagos oceánicosiba a reforzar, convertida en nubes, los ríos y arroyos del hemisferio Norte, ocupado en su mayor parte por la tierras habitadas.
El Ródano y el Nilo parecían tristes arroyos comparados con los cursos fluviales de otros continentes que desaguan en los océanos.
Dos arroyos de llanto y el anhelar de un pecho fueron la respuesta.
A lo lejos, en los valles, en las faldas de las colinas, a las orillas de los arroyos, veíanse reposando quietas y silenciosas las vacadas, los ciervos cruzaban como sombras entre los árboles, en busca de sus ocultas guaridas, las aves habían entonado ya sus himnos de la tarde, y descansaban en sus lechos de ramas, en las rozas se encendía la alegre hoguera de pino, y el viento glacial del invierno comenzaba a agitarse entre las hojas.
Corrían arroyos dulces por los corazones cuando estaba en presencia de ella.
Grupos de mujeres lavaban sus guiñapos casi tendidas al borde de arroyos de líquido rojo, como si fuese sangre.
El tropel de hombres con boina, después de rebasar las murallas débiles como tapias, entraba cual arroyos desbordados por diferentes calles de la ciudad.
Veía en sus pesadillas arroyos claros y murmuradores, ríos inmensos, y buscando frescura para su boca, paseaba la lengua por las paredes mugrientas, sintiendo cierto alivio al contacto de la cal del enjalbegado.
El poder cayó de nuevo en las garras de Serrano, y el desquiciamiento general, la indisciplina del ejército, que peleaba sin fe ni esperanza en aquellas dos grandes esclusas de Cartagena y el Norte, que se tragaban torrentes de sangre y arroyos de dinero, indicaban a los pacientes alfonsinos, cruzados de brazos, que se acercaba la hora de extender la mano para coger la breva, madura ya por completo.
Porque si tú, lector pío y candoroso, sentado a las márgenes de los arroyos de leche y miel que fertilizan la Jerusalén celestial que habitas, has creído que existe la noción del bien y del mal en todos los corazones, con la misma claridad que tú la posees en tu entendimiento iluminado por la gracia, estás en un error crasísimo.
¿Será esta agua menos útil que la del río? No, porque luego desciende en bienhechora lluvia, más fecundante que todo riego artificial, y aun de este mismo riego artificial es causa mediata, ya que la lluvia, que viene del cielo, cuaja y forma en la cima de los montes con apretada y cándida nieve las inexhaustas urnas, de donde brotan y se desatan arroyos y ríos en cristalinos raudales.
En la puerta del Mercado vendíanse narices de cartón, bigotes de crin, ligas multicolores con sonoros cascabeles, y caretas pintadas, capaces de oscurecer la imaginación de los escultores de la Edad Media, unas con los músculos contraídos por el dolor, un ojo saltado y arroyos de bermellón cayendo por la mejilla, otras con una frente inmensa, espantosa, caras de esqueletos con las fosas nasales hundidas y repugnantes, narices que son higos aplastados, o que se prolongan como serpenteante trompa con un cascabel en la punta, sonrisas contagiosas que provocan la carcajada y carrillos rubicundos a los que se agarra un repugnante lagarto verde.
Salí de mañana a reconocer la tierra, y mandé la chalupa a que reconociese una isla que está a la parte del N: todo el dia estuve en tierra y reconocí los dos arroyos, que llevan los nombres de : en el primero hallé cuatro brazas de agua en pleamar, cuyo fondo sigue una milla, arroyo arriba, y es excelente para estar fondeadas dentro de él embarcaciones, pues no puede haber temporales que las incomoden: el segundo es menos hondable, mas angosto y de menos caudal.
Me embarqué de mañana en el bote, y fuí a reconocer la ensenada: entré por un arrojo y lo seguí como dos leguas, hasta que no hallando agua para el bote, por esparcirse esta en diversos arroyos muy pantanosos de fango, di vuelta y pude desembarcar, aunque con fango a la rodilla.
Habiendo caminado como una legua, y siempre por puro pantano, nos hallamos cercados de arroyos sin poder pasar adelante: dí vuelta y vine por el arroyo a donde estaba refugiada la chalupa, y la hallé varada, sin que fuese posible en la pleamar echarla al agua.
Aquí hallé los tres hombres que fueron al reconocimiento, los cuales de ningun modo pudieron transitar este terreno, lleno de fango pantanoso, arroyos y maleza, al anochecer volví a bordo.
Al salir el sol me hice a la vela con NO bonancible, y a las nueve y media varé sobre el bajo grande, frente a los arroyos.
Despues de mediodia dí fondo inmediato a los dos arroyos: todo el dia se mantuvo el viento desde el SSE hasta el SSO fuerte con granizo, y así anocheció.
El fango, de que digo que está compuesto este parage, es tan suelto, especialmente por las orillas de los arroyos, que un perro que en una ocasion saltò del bote, y nadando salió al expresado fango, tuvimos que ir con el mismo bote à buscarle, porque luego que se clavò ya no pudo salir.
Finalizado el último rumbo se llegò à la inmediacion del Arroyo de las Flores, que afirman nace de unos esterales donde terminan varios arroyos que caen de las sierras.
Digo que todos los pensamientos que he dicho, y muchos mas, me causaron ver los diferentes tratos y ejercicios que mis pastores y todos los demas de aquella marina tenian, de aquellos que habia oido leer que tenian los pastores de los libros, porque si los mios cantaban, no eran canciones acordadas y bien compuestas, sino un , y otras cosas semejantes, y esto no al son de churumbelas, rabeles o gaitas, sino al que hacia el dar un cayado con otro o al de algunas tejuelas puestas entre los dedos, y no con voces delicadas, sonoras y admirables, sino con voces roncas, que solas o juntas parecia, no que cantaban, sino que gritaban o gruñian: lo mas del dia se les pasaba espulgándose o remendándose sus abarcas: ni entre ellos se nombraban Amarilis, Fílidas, Galateas y Dianas, ni habia Lisardos, Lausos, Jacintos ni Riselos, todos eran Antones, Domingos, Pablos o Llorentes, por donde vine a entender lo que pienso que deben de creer todos, que todos aquellos libros son cosas soñadas y bien escritas para entretenimiento de los ociosos, y no verdad alguna: que a serlo, entre mis pastores hubiera alguna reliquia de aquella felicísima vida y de aquellos amenos prados, espaciosas selvas, sagrados montes, hermosos jardines, arroyos claros y cristalinas fuentes, y de aquellos tan honestos cuanto bien declarados requiebros, y de aquel desmayarse aquí el pastor, allí la pastora, acullá resonar la zampoña del uno, acá el caramillo del otro.
Eso creo yo bien respondió don Quijote, porque he tenido con el gigante la más descomunal y desaforada batalla que pienso tener en todos los días de mi vida, y de un revés, ¡zas!, le derribé la cabeza en el suelo, y fue tanta la sangre que le salió, que los arroyos corrían por la tierra como si fueran de agua.
No hay hueco de peña, ni margen de arroyo, ni sombra de árbol que no esté ocupada de algún pastor que sus desventuras a los aires cuente, el eco repite el nombre de Leandra dondequiera que pueda formarse: Leandra resuenan los montes, Leandra murmuran los arroyos, y Leandra nos tiene a todos suspensos y encantados, esperando sin esperanza y temiendo sin saber de qué tememos.
Y si esto es verdad, como lo es, ¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de desnudarme del todo, ni dar pesadumbre a estos árboles, que no me han hecho mal alguno? Ni tengo para qué enturbiar el agua clara destos arroyos, los cuales me han de dar de beber cuando tenga gana.
Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos, con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura.
Si no ha sido el tiempo breve que estuvimos en casa de don Diego de Miranda, y la jira que tuve con la espuma que saqué de las ollas de Camacho, y lo que comí y bebí y dormí en casa de Basilio, todo el otro tiempo he dormido en la dura tierra, al cielo abierto, sujeto a lo que dicen inclemencias del cielo, sustentándome con rajas de queso y mendrugos de pan, y bebiendo aguas, ya de arroyos, ya de fuentes, de las que encontramos por esos andurriales donde andamos.
En esto, ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas, en cuyo suave licor bañándose las yerbas, parecía asimesmo que ellas brotaban y llovían blanco y menudo aljófar, los sauces destilaban maná sabroso, reíanse las fuentes, murmuraban los arroyos, alegrábanse las selvas y enriquecíanse los prados con su venida.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba