Ejemplos con arrancara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por las mañanas el comandante obligaba a que los prisioneros tatuados se presentasen en la alambrada del campo para verles los tatuajes y seleccionar aquellos que le gustaban, una vez llevados a la enfermería los fotografiaba primero y asesinaba mediante una inyección de fenol después para que el doctor Erich Wagner les arrancara la parte de piel del tatuaje y tras procesarla enviársela a Karl Otto Koch que la incluiría en su colección, por supuesto y ante la visita de cualquier S.
No quedaba dama en la corte a quien no le arrancara una tirita de pellejo.
Así escribía a su viejo amigo, poco antes de salir para el destierro, poco antes de abandonar su patria y su hogar y sus libros el mancebo estupendo que había de ser más tarde el Libertador de su pueblo, y el que le arrancara su última presa en América a la hambrienta monarquía española.
¿No sería loco el que plantando un árbol le arrancara desesperado al ver que no echaba raíces, crecía y daba flores y frutos al primer día?.
Al escuchar estas palabras, el arriero se levantó con viveza, y exclamó: ¡Juzgue y sentencie Alah entre esta vieja y yo! ¡No solamente no se ha contentado ella en robarme el borrico, sino que impulsó al barbero moghrabín que está aquí a que me arrancara las dos últimas muelas y me cauterizara las sienes con clavos al rojo!.
Se reconvenía el excelente anciano, sin cesar, por la palabra dura y acerba que la indignación arrancara a sus labios, y que era la sola con la que en su vida toda había herido a un corazón destrozado y marchito, que imploraba una suave y santa palabra para dejar de latir tranquilo, y que sólo halló un cruel baldón, con el cual murió desesperado.
Paseóse dos o tres veces a lo largo del cuarto, acercóse al retrato, lo contempló largo tiempo con una mirada indefinible, y luego, cual si se arrancara un recuerdo querido, se llevó la mano a la frente, se echó hacia atrás los rizos de la cabellera, cubrió el retrato con un velo negro, y yendo a abrir una puerta enfrente de aquella por donde había entrado, volvióse al dormido tendiendo la mano y replegándola hacia sí, mientras él se levantaba y seguía la dirección que aquella mano le imprimía.
Añadió algunas otras palabras, bajando más la voz, porque, aun cuando imperceptible, bastó la exclamación que le arrancara su sorpresa para hacer que el hombre se quedara inmóvil como una estatua.
Pero Nisco era testarudo, y por más que el mundo entero pareciera empeñado en meterle por los ojos lo que sus ojos no querían ver, lo que tenía entre cejas allí había de estarse mientras no se lo arrancara quien allí se lo había puesto.
-¡Pues todas las arrancara yo, si las conociera!.
-Como er méico le tiée aconsejao que no se tome calores ni fríos, ni se ajetree por naica de este mundo, pos es naturá, la señá Micaela le dijo a Juanón que no le igiera aónde estás tú pa que no se arrancara y se viniera en busca tuya.
-Pero es que manque yo me arrancara y te quisiera dar gusto en lo que me píes, no podía ser lo que tú quieres, Joseíto, no podría ser eso.
-¡Tome cuchillo maula! -le gritó entonces Blanco tirándole a los pies la daga que le arrancara de la cintura, y enrollando la manta en el brazo izquierdo.
Convinieron en que Urrea desempeñaría muy bien la diligencia, y así se dispuso, personándose el guipuzcoano en el hospital, donde ninguna dificultad encontró, y al caer de la tarde, entre dos luces, viéronle entrar en el parador, trayendo a Zoilo del brazo, tan extenuado que daba dolor verle, lívido el rostro, la cabeza liada en un sucio pañuelo, flojo de piernas, trémulo de palabra, el pelo caído en algunas partes de su cráneo como si le arrancaran o se arrancara mechones, un brazo inválido, con magulladuras lastimosas, y en tan mísero estado de ropa, que las enjutas carnes se le veían por distintas claraboyas de la chaqueta y del pantalón.
En tales diálogos, mi hermana me hablaba como si, moralmente, me arrancara un diente a cada referencia que hacía de mí, en tanto que Pumblechook, que se había constituido a sí mismo en mi protector, permanecía sentado y observándome con cierto desdén, cual arquitecto de mi fortuna que se viese comprometido a realizar un trabajo nada remunerador.
Aquello de hacerse la loca después del lance, y querer aturdirse, y pedirme algo que la arrancara el pensamiento.
¿No sería loco el que plantando un árbol le arrancara desesperado al ver que no echaba raíces, crecía y daba flores y frutos al primer día?».
Queriendo arrancarle confesiones de más valía, Ángel la interrogaba así: «¿Me quieres por encima de todos y de todo? ¿Me perdonas que te arrancara a tu familia, juntándote con un hombre que está fuera de la ley y que puede dar con sus huesos en el destierro o en el patíbulo?».
Un momento de reflección bastó para serenar al marino inglés del arrebato que le arrancara aquella habitual exclamación, que le hemos de volver a oír antes de que se acabe este libro, en un momento de satisfacción y de venganza.
La perfecta melodía de estos sonidos, y sobre todo el débil con que el sexo femenino se abandona a los impulsos de la curiosidad, hicieron que doña María levantase su purísimo y lindo rostro para mirar al ente extraño que así hablaba, y al verlo no pudo contener el ¡ay! de admiración que le arrancara la belleza del joven que tenía por delante.
En torno a ella agrupábanse los restos del naufragio: el saquito, con la huella de las cifras que le arrancara con las uñas, conteniendo toda su fortuna, algunas -decenas de miles de pesetas y sus alhajas, los estuches vacíos, cartas rotas, fotografías hechas menudos pedacitos.
Dispuso entonces, no sé si Carlos V o Felipe II, que se siguiese juicio a la subversiva campana, y los jueces, después de hacerse carga de abultadísimo proceso, vinieron en mandar y mandaron: primero, que se diera por malo y de ningún valor el repique, segundo, que se le arrancara a la campana la lengua o badajo, y tercero, que se la enviase desterrada a Indias.
Vamos, un día estuvo en un tris que no le arrancara las greñas.
Pronto todo en fin, el cochero desde arriba, revolcando el látigo, animó con la voz a sus dos yuntas, se oyó el chasquido de unos cuantos rebencazos, los animales hicieron pie, y el carruaje, en un crujido, como si lo arrancara el tirón un grito de dolor, empezó a moverse despacio, pesadamente salió de su honda encajadura y el lento viaje pudo continuar.
Entonces ideó lo siguiente: como el león no dejaba de insistirle, le dijo que le parecía digno para ser esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la siguiente condición: que se arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija.

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