Ejemplos con aquilas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ptolomeo XIII, muy joven y manipulable, era prácticamente manejado por tres consejeros muy hostiles a ella: el eunuco llamado Potino, el general Aquilas y el retórico Teodoto.
Arsinoe logró huir de palacio y llegar al campamento de Aquilas, con su padre putativo, el eunuco Ganímedes, que se puso al frente del ejército después de ejecutar a su aliado Aquilas, y fue proclamada reina de Egipto por los soldados.
Sin embargo, dicho título fue más bien honorífico, ya que realmente a Arsínoe no se le permitió salir del palacio en Alejandría, posteriormente logró escapar de la capital con su hombre de confianza, Ganímedes, uniéndose al ejército que comandaba Aquilas contra los invasores romanos, y tomando el título de faraona.
De hecho, tras enfrentarse Ganímedes y Aquilas, Arsínoe ordenó ejecutar a este último y puso al primero al mando de las tropas, y se sabe que realmente Ganímedes consiguió algunas victorias frente a los romanos, aunque Arsínoe sí tomó un papel protagonista en la estrategia posteriormente.
Luego que prevaleció el parecer de ir a Egipto, dando la vela de Chipre en una trirreme seléucida con su mujer, y siguiéndole los demás, unos con embarcaciones menores y otros en transportes, hizo la travesía sin accidente alguno, pero habiendo sabido que Tolomeo se hallaba en Pelusio haciendo la guerra a su hermana, hubo de detenerse, enviando persona que anunciara al rey su llegada y le pidiera benigna acogida. Tolomeo era muy jovencito, y Potino, que era el árbitro de los negocios, juntó en consejo a los de mayor autoridad, que la tenían los que él quería, y les mandó dijera cada uno su dictamen. ¡Era cosa bien triste que sobre la suerte de Pompeyo Magno hubieran de decidir el eunuco Potino, Teódoto de Quío, llamado por su salario para ser maestro de retórica, y el egipcio Aquilas. Porque estos consejeros eran los principales entre los demás camareros y ayos, y Pompeyo, que no tenía por digno de su persona ser deudor de su salud a César, estaba esperando al áncora lejos de tierra la resolución de semejante senado. Los pareceres fueron del todo opuestos, diciendo unos que se le desechase, y otros, que se le llamara y recibiera, pero Teódoto, haciendo muestra de su habilidad y pericia en la materia, demostró que ni en lo uno ni en lo otro había seguridad, porque de recibirle tendrían a César por enemigo y a Pompeyo por señor, y de desecharle incurrirían en el odio de Pompeyo por la expulsión, y en el de César por tener todavía que perseguirle, así que lo mejor era mandarle venir y matarle, pues de este modo servirían al uno y no tenían que temer al otro, añadiendo con sonrisa, según dicen, que hombre muerto no muerde.
Así se determinó, y Aquilas tomó a su cargo la ejecución, el cual, llevando consigo a un tal Septimio, que en otro tiempo fuera tribuno a las órdenes de Pompeyo, a otro que había sido centurión, llamado Salvio, y tres o cuatro criados, se dirigió a la nave de Pompeyo.
Habían pasado y reunídose en ella los principales de su comitiva para estar presentes a lo qué ocurriese, y cuando vieron que el recibimiento no era ni regio ni brillante, como Teófanes se lo había hecho esperar, viniendo sólo unos cuantos hombres en un barquichuelo de pescador, ya les pareció sospechosa la poca importancia que se les daba y aconsejaron a Pompeyo sacara la nave a alta mar hasta ponerse fuera de alcance, pero en esto, atracando ya el barquichuelo, se levantó el primero Septimio, saludó en lengua romana a Pompeyo con el título de emperador, y Aquilas, saludándole en griego, le instó para que pasase a su barco, porque había mucho cieno y por allí no tenía para su galera bastante profundidad el mar, y además abundaba de bancos de arena.
Saludando, pues, a Cornelia, que muy de antemano lloraba su muerte, dio orden de que se embarcara primero a dos centuriones, a su liberto Filipo y un esclavo llamado Escita, y al darle la mano Aquilas, volviéndose a su mujer y a su hijo, recitó aquellos yambos de Sófocles: Quien al palacio del tirano fuere esclavo es suyo aun cuando libre parta.
En esto, al tomar Pompeyo la mano de Filipo para ponerse en pie con mayor facilidad, Septimio fue el primero que por la espalda le pasó con un puñal, y enseguida desenvainaron también sus espadas Salvio y Aquilas.
A Aquilas y Potino les hizo dar muerte, y, habiendo sido el rey vencido en una batalla junto al río, no se volvió a saber de él.
Después ocurrió que, asistiendo todos a un festín, dado con motivo de esta reconciliación, un esclavo de César que le hacía la barba, hombre el más tímido y medroso de los mortales, mientras lo examina todo, escucha y curiosea, llega a percibir que se habían puesto asechanzas a César por el general Aquilas y el eunuco Potino.
Averiguólo César, por lo que puso guardias en su habitación y dio muerte a Potino, pero Aquilas huyó al ejército.

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