Ejemplos con amoratado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando es de color amoratado y forma un mamelón en la parte anterior de la cabeza, se denomina cresta con mora.
Big T cubrió a Booker después de un Pearl River Plunge para ganar los derechos para el nombre Harlem Heat, después de una interferencia y un amoratado.
Esto da como resultado una hallaca de color oscuro, amoratado, y con un sabor un tanto amargo que encanta a los habitantes de ese estado occidental.
Era de edad como de cincuenta años, pequeño y rechoncho de cuerpo, turbia y traidora la mirada de uno de sus ojos, pues el otro estaba cerrado a toda luz, con el semblante amoratado y granulento como de persona a quien envilece y trastorna el vino, de andar y gestos sumamente ordinarios: en tanto grado repugnante y soez toda su persona, que era preciso suponerle dotado de extraordinarios talentos para comprender cómo se podía ser ministro con tan innoble estampa.
Se limpió el sudor y luego se llevó las manos al pecho, su cara era de un rojo amoratado, pero la gente le volvía la espalda, olvidada ya de él.
De las paredes, leprosas, herpéticas, cubiertas de roña caliza, colgaban monstruosas fungosidades, criptógamas preñadas de veneno, cuya blancura ponzoñosa se destacaba sobre el muro, como una pupila pálida y siniestra en un rostro amoratado.
Al volver a la sala, su rostro amoratado indicaba fuerte congestión, su voz, ya ronca y casi ininteligible, repetía: ¡Prim.
Batiste, escudriñando la taberna, se fijó en el dueño, hombrón despechugado, pero con una gorra de orejeras encasquetada en pleno estío sobre su rostro enorme, mofletudo, amoratado.
Arriba, a la luz del comedor, vio a Rafael con un ojo amoratado y las narices sucias de sangre.
Cuéntase, en efecto, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas, de color amoratado, como de berenjena, bajábale dos dedos más abajo de la boca, cuya grandeza, color, verrugas y encorvamiento así le afeaban el rostro, que, en viéndole Sancho, comenzó a herir de pie y de mano, como niño con alferecía, y propuso en su corazón de dejarse dar docientas bofetadas antes que despertar la cólera para reñir con aquel vestiglo.
Y la segunda sorpresa enorme que tuve en mi vida fue el verle otra vez tendido de espaldas y mirándome con un ojo amoratado.
Su pálido y amoratado rostro, su voz, su labio trémulo, mostraban el movimiento convulsivo de su corazón, la agitación de sus nervios.
amoratado por los golpes y la pálida frente destrozada por la.
Hallábase ya tendido sobre el lecho el enfermo, con el rostro amoratado y verde espumarajo entre los dientes, y rodeábanle Celsa y algunos vecinos que habían acudido a sus gritos y los de Bastián, cuando le vieron derribado en el suelo después de la referida visión de las talegas.
La barba crecida, amarillos los ojos, temblorosos y entre abiertos los labios, adolorido, amoratado, casi muerto.
el cuerpo en una americana vieja de Villaamil, el pelo en sortijillas, el hocico amoratado del agua fría con que acababa.
Ahora el ojo normal del zombi, antes claro y brillante, había adoptado también la coloración de su par compañero y el rostro del amoratado parecía adornarse con un extraño antifaz morado.
Y si ni las máquinas previsoras anunciaban cambios o alteraciones en la conducta del amo-ratado.
Mientras me peino, al espejo advierto que mis ojeras se han amoratado aún más, y que sobre los angulosos cobres de mi rostro rasurado se ictericia la tez acerbadamente.
El inocente confitero no estaba sereno, y uno de sus ojos, no ya amoratado,.
El amoratado fue morado oscuro.
Mientras le hacían aspirar algunas sales, Carvajal le examinaba el amoratado cuello y murmuraba:.
Causaba hondo dolor contemplar aquel rostro, si no hermoso, correcto y apacible, fiel espejo siempre de la dulce placidez del alma, espantosamente contraído, amoratado el color, plegada la boca en una sonrisa de doloroso sarcasmo, escupiendo entre los borbotones de espuma atroces injurias con las que constantemente se oía mezclado como un estribillo de locura: «¡Me han engañado! ¡Me han engañado!» Y después, modificando el acento y poniendo en las palabras la infinita tristeza de su alma: «¡No es mío! ¡No es mío!», murmuraba, y pasados breves instantes en que parecía iba a sumirse en una calma soporífera, volvían los estremecimientos a agitar su cuerpo.
Recelaba vagamente que fuese un malhechor, porque, mirándole a la claridad de la lámpara y de la llama, encontraba que parecía recio y sólido: su espinazo se enderezaba, su cutis amoratado y marchito recobraba coloración saludable, y su pelo, al secarse, se arremolinaba con brío en las sienes.
Al volver a la sala, su rostro amoratado indicaba fuerte congestión, su voz, ya ronca y casi ininteligible, repetía: «¡Prim.
Cestas ventrudas parían dulces a montones, obra de hábiles monjas, y de un barrigudísimo tonel iban sacando el rico vino añejo de Rioja, el cual, después de hacer buches y remolinos en un embudo de latón amoratado por el uso, se colaba dentro de las botellas, sonándolas como bocinas.
Yo le vi limpiándose el sudor de su amoratado rostro, que parecía un lustroso tomate y oí felicitaciones de los músicos que le rodeaban.
Cayó el gigante con el rostro amoratado y medio palmo de lengua fuera de la boca, porque Pablo, sin aflojar la tenaza de sus dedos, se encaramó a su gusto sobre el derribado coloso.
-¿Quiere usted, que traiga árnica, señora? Mire usted, tiene el brazo amoratado.
Gláfira tenía un círculo amoratado de la extensión de un dirhem.

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