Ejemplos con amarguras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En el seno de la confianza amistosa, fraternal, de Fray Juan Pérez, depositará ahora las dudas de su alma por las dilaciones de Castilla, como antes depositara en las de Fray Antonio de Marchena, las amarguras y las desilusiones por el menosprecio de Portugal.
A causa de sus convicciones políticas adversas al gobierno, soportó las amarguras del destierro pudiendo retornar a la patria con la asunción al poder del gobernante doctor Eusebio Ayala.
De esta manera, Guardiola fue recluida en la cárcel de mujeres, en donde tuvo que soportar varios años de humillaciones y amarguras en prisión hasta obtener su libertad condicional por falta de pruebas.
Soledades , es un conjunto de trece sonetos con variedad de matices por la espiral temática de la soledad que concentra el rumor intimo de las amarguras insondables.
Algunas amarguras económicas y la no ejecución de propuestas de emergencia despertaron cierta aversión en personas que se encontraban en los alrededores de Juan B.
Besará la mano que no tenga comida para ofrecerle, lamerá las heridas y amarguras que produce el enfrentamiento con el áspero mundo.
No olvidéis, además, que en ciertas amarguras del pensamiento hay, como en sus alegrías, la posibilidad de encontrar un punto de partida para la acción, hay a menudo sugestiones fecundas.
Los del Saloncillo, que habían entrado en el ayuntamiento como triunfadores y tuvieron por alcalde a don Rufo, más de año y medio, a la hora presente padecían las amarguras de la derrota.
Enojábase, doña Andrea, cuando oía, allá por la hora en que Sol volvía con una criada anciana del colegio, la pisada atrevida del caballo de cierto caballero que ella muy especialmente aborrecía, y si Sol hubiese mostrado, que nunca lo mostró, deseos de ver la arrogante cabalgadura, fuera de una vez que se asomó sonriendo y no descontenta, a verla pasar detrás de sus persianas, es seguro que por allí hubieran encontrado salida las amarguras de doña Andrea, que miraba a aquel gallardísimo galán, a Pedro Real, como a abominable enemigo.
Cuando surgieron los inevitables resultados de la desigualdad social, ella no quiso renunciar: fue una de esas naturalezas nobles que se sublevan contra los prejuicios del mundo, aun a riesgo de sufrir todas las amarguras de su rebelión, y cayó vencida.
¡Maldito talento que a tales miserias conduce! ¡Lo que yo he sufrido, hermano, enterándome de tus cosas! ¡Cuántas amarguras desde la última vez que pasaste por aquí! Te creía contento y feliz en la imprenta de Barcelona, corrigiendo libros, con aquel sueldazo que era una fortuna comparado con lo que aquí ganamos.
Un inmenso desconsuelo, que desgarraba el alma en aquella carita de ángel, se pintó en las facciones del niño, con los dientecillos apretados y los ojos rebosando lágrimas y amarguras, contestó al cabo:.
¡Felices tiempos aquellos! ¡Cómo varían las cosas! ¿Dónde están las alegrías de aquella época? ¿Dónde los infantiles regocijos? ¿A dónde se fueron las ilusiones rosadas, las mariposillas de la infancia? Ahora todo ha cambiado, no hay sueños para el alma, la frente, antes soñadora, tiene ya la palidez del primer dolor, ya probé las amarguras de la vida, y sé que sus dejos se quedan en los labios para siempre.
El trabajo productivo me apartó de aquellos idealismos románticos que me causaron tantas amarguras.
A las amarguras de la pobreza se juntaron en mi pobre tía otras mayores: las que le causaba ver que su hermana trabajaba del día a la noche, sin que ella la pudiese ayudar.
Solía recordar las amarguras de esa época, y contaba minuciosamente sus trabajos y sus penas, pero nunca le oímos quejarse de la aspereza de sus primeros amos, ni jamás se le escapó una palabra en contra de ellos.
Vinieron a mi memoria las alegrías de los quince años, las fugitivas amarguras del primer pesar, la tortura congojosa del primer desengaño.
Recordé cosas y sucesos pasados, evoqué memorias dolorosas de la niñez, pesares y amarguras infantiles, los tristes días de colegio, las melancolías del primer amor.
Ahora, ¡dime adiós, y perdona si mi cariño es causa de amarguras para tí!.
De mi madre heredé plácida dulzura para la debilidad, sumisión respetuosa para todo acto de justicia, tendencia irresistible para compadecerme del ajeno dolor, y cierta delicadeza femenil que me ha causado muchas amarguras.
¿Será cierto que el dolor es el triste patrimonio de la mísera humanidad? ¿Será cierto que no es posible la realización de nuestros más nobles deseos? Malógrense enhorabuena los planes del malvado, disípense como la niebla los proyectos del perverso, pero ¿por qué han de ser inútiles y vanos todos los pensamientos generosos, todas las desinteresadas aspiraciones de la juventud? ¿Será cierto que la maldad nos acecha por todas partes? ¿Será verdad que el vicio se disfraza con el blanco traje de la virtud, y que la flor más bella está comida de gusanos? ¿Si es una verdadera miseria vivir en la tierra, no es mejor morir cuando no hemos probado aún las amarguras de la vida?.
Obscura nube veló de pronto el cielo de mi dicha, y temblé al considerar que me aguardaban nuevas amarguras.
A un lado un estante lleno de libros, y cerca de la ventana el pupitre del escolar, el negro pupitre de estudiante, compañero cariñoso del niño, confidente de sus amarguras, casi testigo de sus triunfos, mudo depositario de sus esperanzas.
¡Qué de amarguras se le esperan! Aun no te había visto y ya te amaba, ¡viniste y desde que tú llegaste fué dichosa! Gabriela es buena, pero Angelina es un ángel.
Las amarguras sufridas en aquel domingo fueron olvidadas ante una abundancia como pocas veces se había gozado en aquella casa.
Ya no eran las deudas y los apuros pecuniarios las amarguras de la vida, ahora, la fatalidad, según ella decía, complacíase en agobiarla con nuevos golpes, quitando a la familia los escasos medios que la restaban para sostener su prestigio.
Lo sé, lo he soñado ahora, cuando me dormí pensando que me moría y que entraba en el Cielo escoltada por la mar de angelitos ¡tan monos! Créetelo, porque yo te lo digo Y yo, le he de decir a la Virgen y al Verbo y Gracia que te hagan feliz y se acuerden de las amarguras que has pasado.
Se llega a este estado padeciendo, después de pasar por todas las angustias de la cólera, por los pinchazos que le da a uno el amor propio y por mil amarguras ¡Ay, señor don Evaristo! Parece mentira que yo esté tan fresco después de haberme creído con derecho a matar a un hombre, después de haberme ilusionado con la idea de cometer el crimen, concluyendo por renunciar a ello.
Y así pasa el tiempo, uniformemente, sin dichas ni amarguras, y la placidez de la naturaleza penetra en el alma de Julián, y se acostumbra a vivir como los paisanos, pendiente de la cosecha, deseando la lluvia o el buen tiempo como el mayor beneficio que Dios puede otorgar al hombre, calentándose en el , diciendo misa muy temprano y acostándose antes de encender luz, conociendo por las estrellas si se prepara agua o sol, recogiendo castaña y patata, entrando en el ritmo acompasado, narcótico y perenne de la vida agrícola, tan inflexible como la vuelta de las golondrinas en primavera y el girar eterno de nuestro globo, describiendo la misma elipse, al través del espacio.
Las once de la mañana iban a dar cuando el jóven salió del despacho de su protector, y no eran todavía las once y media cuando ya estaba hecho un ascua de oro, en la silenciosa plaza de su mismo apellido, pero no sentado esta vez en el fatídico poyo que tantas amarguras le recordaba, sino paseándose humildemente a la puerta del Colegio de Niñas, en la esperanza de que Soledad siguiese yendo todavía a él, y contando por milésimas los instantes que faltaban para las doce.

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