Ejemplos con abandonadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Son animales nocturnos que pasan las horas de luz cobijados en grietas entre las rocas, agujeros de troncos caídos y cuevas o galerías abandonadas.
La zona es prolija en la extracción de la piedra, constatada desde tiempos antiguos, por tanto, dentro de la Zona Arqueológica se encuentran canteras actualmente abandonadas en zonas potenciales de contener restos arqueológicos, como las localizadas junto al barranco de la Mezquita y otras actualmente en uso, localizadas en el Cerro del Sombrerete y en el Tajo Colorado, con el peligro que ello supone para la integridad de las estructuras arqueológicas.
Las comunidades remotas comenzaron a desaparecer y, para el final del siglo, las construcciones en el centro del cañón fueron cuidadosamente selladas y abandonadas.
Los deslizamientos de tierra han sido siempre tan imprevisible en los diferentes lugares del valle que ahora han sido abandonadas muchas fracciones: Pernina, Masseria, Baghigno Dodaro, Sant'Antonio, Belardo y Serro Ruzzolino.
Su presencia, capacidad de intimidación y eficacia a la hora de expulsar a vecinos legales del barrio provocó que muchas casas comenzasen a quedarse vacías, casas abandonadas que ocupan inmediatamente.
Anne de Nottingham con una sección en la que salían algunas casas abandonadas que eran filmadas en el exterior justo de la base aérea del neutonio anterior de la Royal Air Force de Bingham, Nottinghamshire.
Un riesgo es que versiones más antiguas hayan quedado abandonadas en algún otro lugar sin que nos demos cuenta.
El Jirón se convirtió entonces en un emporio comercial con gran cantidad de tiendas abandonadas y una gran cantidad de comercio ambulatorio.
Desanimado, escribió a Lamadrid: ¿Podrá usted figurarse que nunca se ha mostrado más enemigo este salvaje país de fuerzas que sólo venían a protegerlos, que en esta ocasión? No pasan de tres hombres que en esta larga distancia a que hemos podido llegar con mil inconvenientes, se hayan atrevido a vernos las caras Todo lo hemos encontrado exhausto y en retirada a los montes, las casas abandonadas al revés, cada algarrobo o jumial es un espía y bombero de Ibarra.
Eran las cabras del Vedrá, cabras salvajes por el aislamiento, abandonadas hacía muchos años, y que se reproducían lejos del hombre, habiendo perdido todo hábito de domesticidad, huyendo monte arriba con prodigiosos saltos apenas una barca abordaba el peñón.
Para ir hasta la doctora tenían que atravesar un sinnúmero de habitaciones abandonadas y en fila.
Otros se introdujeron en unas casas abandonadas, cuyas puertas habían violentado los dragones para utilizar el piso superior.
No se veían sino dijes y prendas graciosas abandonadas sobre sillas y mesas, sombrillas largas, de seda, muy recamadas de cordoncillo de oro, cabás y estuches de labor, ya de cuero de Rusia, ya de paja con moños y borlas de estambre, aquí un chal de encaje, allí un pañuelo de batista, acá un ramo de flores que agoniza exhalando su esencia más deliciosa, acullá un velito de moteado tul, y encima las horquillas que sirven para prenderle.
Algunos sillones mecíanse solos, como si quisieran juguetear entre ellos al verse sin ocupación, las mesas, abandonadas, crujían ladeándose lo mismo que en las evocaciones de espíritus.
Entre el muelle y el trasatlántico, un anchuroso espacio de bahía con gabarras chatas para el transporte del carbón abandonadas sobre su amarre y cabeceando en la soledad, vapores de diversas banderas, en torno de cuyos flancos agitábase el movimiento de la carga con chirridos de grúas y hormigueo de embarcaciones menores, veleros de carena verde, que parecían muertos, sin un hombre en la cubierta, tendiendo en el espacio los brazos esqueléticos de sus arboladuras, rugidos de sirenas anunciaban una partida próxima y otros rugidos avisaban desde el fondo del horizonte la inmediata llegada, banderas belgas que en lo alto de un mástil iban a las desembocaduras del Congo, proas inglesas que venían del Cabo o torcían el rumbo hacia las Antillas y el golfo de Méjico, buques de todas las nacionalidades que marchaban en línea recta hacia el Sur, en busca de las costas del Brasil y las repúblicas del Plata, cascos de cinco palos descansando en espera de órdenes, de vuelta de la China, el Indostán o Australia, vapores de pabellón tricolor en ruta hacia los puertos africanos de la Francia colonial, goletas españolas dedicadas al cabotaje del archipiélago canario y las escalas de Marruecos.
La tertulia del Saloncillo de última hora, la de la tienda de Graells, la de la Morana misma, quedaron abandonadas.
La indita de saya azul da a gustar a la vaca mirona una de las tazas de coco abandonadas.
¿Qué se haría doña Andrea, con tantas hijas, dos de ellas ya crecidas, con el hijo en España, aunque ya el noble mozo había prohibido, aun suponiendo a su padre vivo, que le enviasen dinero? ¿qué se haría con sus hijas pequeñas, que eran, las tres, por lo modestas y unidas, la gala del colegio, con Leonor, la última flor de sus entrañas, la que las gentes detenían en la calle para mirarla a su placer, asombradas de su hermosura? ¿qué se haría doña Andrea? Así, cortado el tronco, se secan las ramas del árbol, un tiempo verdes, abandonadas sobre la tierra.
Algunas minas quedaban abandonadas como los caballos moribundos, a los que se olvida cuando ya no pueden dar utilidad.
Las habitaciones parecían abandonadas.
No había quien sirviera para ministro, y extranjeros fueron todos los gobernantes con Felipe V y Fernando VI, extranjeros los que vinieron a restaurar las perdidas industrias, a roturar las tierras abandonadas, a establecer los antiguos riegos y fundar colonias en los páramos frecuentados por fieras y bandidos.
¿Y por qué no les tenían miedo? ¡Cristo! Porque ya no estaban abandonadas é incultas las tierras de , aquel espantajo de desolación, que aterraba a los amos y les hacía ser dulces y transigentes.
¿Y su barraca? ¿Y las tierras? Seguían abandonadas, ¿verdad? Esto le gustaba: ¡que reventasen, que se hiciesen la santísima los hijos del pillo don Salvador! Era lo único que podía consolarla.
Y muchas, cuando los pretendientes son muy estimados y famosos, aun echando a rodar todo respeto, con tal de hacer rabiar a las abandonadas rivales, dan, como suele decirse, un cuarto al pregonero, para que pregone y divulgue su fragilidad y sus amoríos.
Doña Luz y doña Manolita se hacían compañía mutuamente, abandonadas por D.
Lo cierto era que desde el anochecer, toda una procesión de clientes, anonadados unos y amenazantes otros, entraban en las oficinas del banquero, no encontrando otra cosa que las mesas abandonadas y algunos empleados quejumbrosos y todavía no convencidos de la ruina de su principal.
Los armarios colosales se contaban a docenas, todos de roble viejo, con tallas tan complicadas como sus enormes cerraduras, los cuadros, buenos o malos, llegaban hasta el techo, las sillerías incompletas y de distintos colores, no encontrando espacio junto a las paredes, esparcíanse por el centro, todo estaba ocupado, como si la casa fuese un almacén, un depósito de rapiñas verificadas al azar, y aunque todas las piezas estaban abarrotadas, la casa sonaba a hueco, y la soledad despertaba esos ecos misteriosos de las grandes viviendas abandonadas.
¿Qué harían sin mí las pobres ancianas? ¿Qué harían si yo me iba? Tendrían más dinero, es cierto, pero se quedarían solas, como abandonadas, sin más amigos que un viejo servidor trabajado y achacoso, un médico tan pobre como ellas, y un dómine que se moría de tristeza y ¡de hambre!.
Los hermanos más pequeños fueron heredando las abandonadas huertas de los mayores, según que estos iban casándose, o yéndose del hogar paterno.
Sin duda en su cerebro había aparecido una nueva idea, o reproducídose alguna de las antiguas, que ya se tenían por abandonadas o dispersas.

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