Ejemplos con átomos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los hidrocarburos alifáticos son compuestos orgánicos constituidos por Carbono e Hidrógeno, en los cuales los átomos de Carbono forman cadenas abiertas y ramificadas.
Los átomos de este tipo se llaman donantes ya que donan o entregan electrones y serán de valencia cinco como el Arsénico y el Fósforo.
Los átomos de este tipo se llaman aceptores, ya que aceptan o toman un electrón, y serán de valencia tres como el Aluminio, el Indio o el Galio.
Nuevamente, el átomo introducido es neutro, por lo que no modificará la neutralidad eléctrica del cristal, pero, debido a que solo tiene tres electrones en su última capa de valencia, aparecerá una ligadura rota que tendrá afinidad por tomar electrones de los átomos próximos, generando finalmente más huecos que electrones por lo que los primeros serán los portadores mayoritarios y los segundos los minoritarios.
Al ser comprimido este compuesto por una explosión convencional se liberaría la suficiente energía como para que los átomos de tritio y deuterio de un recipiente interior de la bomba se fusionen, sin la necesidad de contar con una bomba de fisión como iniciadora , que es necesaria en las bombas H normales con lo que comenzaría así una reacción en cadena.
Los átomos de hidrógeno pueden ser sustitudos por cloro o grupos sulfónicos, obteniéndose derivados que son de color verde o azul.
El prominente anillo azul-verdoso de casi un año luz de diámetro, marca el lugar donde la luz ultravioleta ioniza los átomos de gas.
La luz de los átomos de oxígeno se muestra de color azul en la imagen, el hidrógeno en color verde y el nitrógeno en rojo.
De acuerdo con él, era más difícil ser ateo que creyente, pero reconocía que el hombre todavía no poseía las herramientas necesarias para descifrar el maravilloso ritmo que rige el universo, desde los átomos hasta las galaxias.
Al deslizarse los rayos del sol entre los postes, danzaban los átomos de aquel polvo que en capas seculares se extendía sobre las bóvedas.
Era vano, en su sentir, obstinarse en ver más allá: si antes del principio de esta evolución hubo otra, si después volverán las cosas al reposo y a la muerte, y si luego se despertarán nuevo prurito y voluntad de los átomos, que los lleven a agruparse y a crear otro universo, y vidas nuevas, y progreso, y consciencia, y lo que llaman espíritu, y por último, muerte otra vez.
Con tales afectos dijo las razones pasadas Clemente, que estuvo en duda Andres si las habia dicho como enamorado o como comedido, que la infernal enfermedad celosa es tan delicada y de tal manera, que en los átomos del sol se pega, y de los que tocan a la cosa amada se fatiga el amante y se desespera, pero con todo esto no tuvo celos confirmados, mas fiado de la bondad de Preciosa, que de la ventura suya, que siempre los enamorados se tienen por infelices en tanto que no alcanzan lo que desean.
—¡Válame Dios! dijo Cornelia, grande es, señor, vuestra cortesía, y grande vuestra confianza: ¿cómo? y ¿tan presto os habeis arrojado a emprender una hazaña llena de inconvenientes? y ¿qué sabeis vos, señor, si os lleva mi hermano a Ferrara, o a otra parte? pero donde quiera que os llevare, bien podeis hacer cuenta que va con vos la fidelidad misma, aunque yo como desdichada en los átomos del sol tropiezo, de cualquier sombra temo, y ¿no quereis que tema, si está puesta en la respuesta del duque mi vida o mi muerte, y qué sé yo, si responderá tan atentamente, que la cólera de mi hermano se contenga en los límites de su discrecion? y cuando así no salga, ¿paréceos que tiene flaco enemigo? y ¿no os parece que los dias que tardáredes he de quedar colgada, temerosa y suspensa, esperando las dulces o amargas nuevas del suceso? ¿Quiero yo tan poco al duque, o a mi hermano, que de cualquiera de los dos no tema las desgracias y las sienta en el alma?.
Todo eso es así, señor don Quijote dijo Carrasco, pero quisiera yo que los tales censuradores fueran más misericordiosos y menos escrupulosos, sin atenerse a los átomos del sol clarísimo de la obra de que murmuran, que si aliquando bonus dormitat Homerus, consideren lo mucho que estuvo despierto, por dar la luz de su obra con la menos sombra que pudiese, y quizá podría ser que lo que a ellos les parece mal fuesen lunares, que a las veces acrecientan la hermosura del rostro que los tiene, y así, digo que es grandísimo el riesgo a que se pone el que imprime un libro, siendo de toda imposibilidad imposible componerle tal, que satisfaga y contente a todos los que le leyeren.
Real y verdaderamente, todos los que gustan de semejantes historias como ésta deben de mostrarse agradecidos a Cide Hamete, su autor primero, por la curiosidad que tuvo en contarnos las semínimas della, sin dejar cosa, por menuda que fuese, que no la sacase a luz distintamente: pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las tácitas, aclara las dudas, resuelve los argumentos, finalmente, los átomos del más curioso deseo manifiesta.
Dice Cide Hamete, puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia, que al tiempo que doña Rodríguez salió de su aposento para ir a la estancia de don Quijote, otra dueña que con ella dormía lo sintió, y que, como todas las dueñas son amigas de saber, entender y oler, se fue tras ella, con tanto silencio, que la buena Rodríguez no lo echó de ver, y, así como la dueña la vio entrar en la estancia de don Quijote, porque no faltase en ella la general costumbre que todas las dueñas tienen de ser chismosas, al momento lo fue a poner en pico a su señora la duquesa, de cómo doña Rodríguez quedaba en el aposento de don Quijote.

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