Categoría gramatical / tiempo verbal de descoyuntadas

Como verbo, adjetivo

Participio De Descoyuntar

El participio es una forma no personal del verbo que admite flexión de género y número. Se forma añadiendo el sufijo -do. (caído/caída/caídos/caídas). Dentro de la oración suele desempeñar la función de adjetivo y para formar tiempos verbales compuestos. Veamos algunos ejemplos:

  • Ha venido a comer. Aquí venido se utiliza para formar el pretérito perfecto de indicativo del verbo venir
  • El árbol caído interrumpe la circulación. Aquí caído actúa como adjetivo que complementa al sustantivo árbol

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Verbo Pronominal

Los Verbos Pronominales son aquellos que se conjugan junto a un pronombre átono.

Ejemplos con la palabra Descoyuntadas

No replicó Gregorio, pero su vívida melena ondeaba, sus ojos oblicuos giraban espantados, y sus manos descoyuntadas se crispaban de furor.
Atendían Rafaela y María Luisa, multiplicándose, al menester de preparar comistraje para tantas bocas, y las viajeras, hijas y señora de Carrasco, descoyuntadas y muertas de fatiga, dormitaban en sofás y sillones, mientras Don Bruno y Cavallieri se ocupaban en clavar escarpias en las paredes del nuevo domicilio, y en abrir baúles y colgar perchas.
Atendían Rafaela y María Luisa, multiplicándose, al menester de preparar comistraje para tantas bocas, y las viajeras, hijas y señora de Carrasco, descoyuntadas y muertas de fatiga, dormitaban en sofás y sillones, mientras Don Bruno y Cavallieri se ocupaban en clavar escarpias en las paredes del nuevo domicilio, y en abrir baúles y colgar perchas.
El de Villavieja tenía bien poco que ver y mucho menos que admirar. Esto ya se sabe por referencia de don Claudio Fuertes, pero una cosa es saberlo de oídas, y otra muy diferente verlo con los ojos de la cara, subir por su escalera angosta, entre la tienda de Periquet y el ''Bazar del Papagayo'', sentir estremecerse los peldaños desnivelados, debajo de los pies, abocar al vestíbulo mal oliente, obscuro, casi tenebroso de día, con algunas perchas desiguales y una bastonera de listones, larga y estrecha, echarse a la ventura por cualquiera de los dos pasadizos que arrancan de allí, uno a la derecha y otro a la izquierda, con el suelo esponjoso y temblón, de puro viejo, y ver aquí un cuarto lleno de cajones vacíos, de quinqués desvencijados, de montones de periódicos de desecho y de vasijas quebradas, más allá un tabuco con honores de secretaría, conteniendo un estante de pino con papeles y algunos libros de cuentas, cuatro sillas ordinarias y una mesa con tapete verde, cartapacio de badana y escribanía de azófar, un saloncillo después con una mesa larga con media docena de periódicos encima y buen número de sillas alrededor, un armariote entre dos huecos de la pared con algunos libros maltratados y varias colecciones de la ''Gaceta'', un reló de caja en un testero, y en el de enfrente un calendario debajo de un gran anuncio encuadrado de los chocolates de Matías López, y dos quinqués, con reflectores de latón, colgados del techo sobre la mesa. Todo aquello era el «gabinete de lectura». Frontero a él, es decir, en el otro extremo del corredor y con luces a la plaza, el gran salón: la mejor pieza del Casino, salón de tertulia, de tresillo, de billar y de café al mismo tiempo, y de baile cuando llegaba el caso. Entonces se arrimaban a la pared las sillas de paja y las cuatro butacas descoyuntadas y bisuntas que ordinariamente andaban de acá para allá al capricho de los desocupados, se amontonaban las mesitas y los veladores en el cuarto obscuro ya conocido, y en la ''leonera'' y otro cuarto más por el estilo, que había a su lado, o en la cocina, y se convertía la mesa de billar en mesa de ambigú vistosamente adornada, en la cual se destacaban y lucían mucho las pilas de azucarillos y las bebidas refrigerantes en la cristalería de Periquet, se encendían las dos docenas de velas correspondientes a otras tantas palomillas de quita y pon que había a lo largo de las paredes y en cada cara de los dos pies derechos del medio, y con esto y unas colgaduras de tul de tres colores en las puertas, y unas guirnaldas de flores contrahechas, serpeando poste arriba en los dos mencionados, y con quemarse allí unas pastillas del Serrallo, o medio real de alhucema, resultaba el salón muy oriental y hasta espléndido, en opinión de los más descontentadizos y exigentes villavejanos.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra descoyuntadas

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba